El Maestro Eckhart –místico alemán del siglo XIV, monje de
la orden de los dominicos-, abrió, a través de su obra escrita, una
puerta que posibilita el acceso a la comprensión de la experiencia
contemplativa.
Sus sermones son la expresión pura de una pedagogía de la mística. En ellos, mediante una explicación hermenéutica, ofreció una visión profunda, auténtica y espiritual del mensaje de Jesús de Nazaret.
Pero incluso se puede observar en su discurso que transciende al propio mensaje Cristiano, unificándose al mensaje místico universal. Es reconocible la conexión entre su descripción de la “Nada” con la descripción del “Vacío” que ofrece el Budismo Zen.
Sus sermones son la expresión pura de una pedagogía de la mística. En ellos, mediante una explicación hermenéutica, ofreció una visión profunda, auténtica y espiritual del mensaje de Jesús de Nazaret.
Pero incluso se puede observar en su discurso que transciende al propio mensaje Cristiano, unificándose al mensaje místico universal. Es reconocible la conexión entre su descripción de la “Nada” con la descripción del “Vacío” que ofrece el Budismo Zen.
No es fácil ni sencillo leer al Maestro Eckhart. A
nosotros, habitantes habituales en el mundo de la imagen, se nos hace
inextricable entrar en el mundo de la no-forma que nos propone Eckhart.
Él mismo tenía consciencia de la dificultad para acceder a
ese tipo de conocimiento. Por ello es posible ver cómo, desde una compasión
profunda y consciente, brotaron sus palabras claves en el sermón “Los pobres de
espíritu” dirigidas a aquellos que inician su camino espiritual. Éstas nos
dicen: “Quien no entienda este discurso no debe afligirse en su corazón. Pues
mientras el hombre (el ser humano) no se haga semejante a esta verdad, no lo
entenderá; es una verdad desvelada que ha surgido directamente del corazón de
Dios”.
Hacerse semejante. En el Génesis, se expresa que Dios hizo
el hombre a su imagen y semejanza. En el diccionario de la lengua se encuentran
dos significados que parecen concordar con el discurso de Eckhart: igual e
idéntico. En consecuencia, habla de un proceso interior por el que el ser
humano es capaz de sentirse idéntico, igual y comparable a Dios “… pero
si yo no hubiera sido, tampoco habría sido Dios: que Dios sea Dios, de eso soy
yo una causa; si yo no fuera, Dios no sería Dios.” (Soy una manifestación de Dios. En
consecuencia, al yo existir, Dios existe, y al existir Dios, existo yo).
Pero no nos habla de un Dios externo y separado de, sino
de una experiencia íntima en donde la persona experimenta –como en la Moradas
de Teresa de Jesús- las diversas estancias y potencias en las que el alma sabe
el Ser de Dios.
Pero atento a la forma creada de Dios existente en el
discurso de la iglesia, nos alerta acerca de la creencia e interiorización de
un Dios ídolo cuya forma y manifestación estará siempre en acorde a los deseos
del hombre y no en su propia esencia. Una de sus frases maestras es aquella que
dice: “Por eso ruego a Dios que me vacíe de Dios”. Pide poder estar libre de
toda imagen de Dios para poder vivenciar la experiencia de Dios en Dios.
Por ello comprende que el acceso al mundo de la no-forma
pasa por la experiencia y conocimiento de la nada, del vacío.
Si bien el tema de cada sermón pareciera en un principio
diferente, todos contienen el mismo objeto y sentido: sentir y comprender la
experiencia de Dios sin forma en cada uno de nosotros.
En el sermón “Los pobre de espíritu”, referido a la
primera frase del Sermón de la Montaña, explica el auténtico significado del
término pobre. Explica bellamente que el hombre pobre es aquél que no sabe nada
–no apego a la forma-, no tiene nada –no apego a las cosas, y no quiere nada –
asiente a la realidad tal y cómo es sin pretender modificarla a voluntad. Vive
libre de intencionalidad. Todo movimiento nace de la nada –del desapego- de lo
que le rodea y de lo que es, porque surge directamente de la Nada plena de
Dios.
En el sermón “El Templo vacío”, hace referencia al
capítulo del Nuevo Testamento en el que Jesús de Nazaret expulsa a los
mercaderes del templo. Va estableciendo comparativas entre los diferentes tipos
de personas que ubica fuera de un templo, como en un símil de todas aquellas
ideas, formas, comprensiones y hábitos que no nos permiten que nuestro interior
–el templo- contenga en sí el silencio que debe darse para que pueda Dios
revelarse, hablar y ser oído. Nos ofrece en este sermón, una descripción
detallada acerca de todos los hábitos religiosos aceptados socialmente como
válidos y legítimos y cuya expresión nos aleja de la verdadera experiencia de
Dios, siendo fácilmente reconocibles muchos de ellos en el texto.
Y como último ejemplo, en el sermón llamado “Marta y
María”, nos muestra una visión amplia y profunda sobre la experiencia mística y
la vida cotidiana. María como representante de las personas en plena
experiencia espiritual, que no les es posible acción alguna, sino contemplación
de lo que se le desvela. Mientras Marta, que ya ha experimentado lo que vive
María en ese momento, lamenta su inactividad. Y expresa Jesús a Marta que
entienda el momento de María, porque aún le queda el aprendizaje que ella ya ha
obtenido, que no es nada más ni nada menos que la contemplación misma llevada a
la vida cotidiana.
Como puede observarse, la lectura de la obra de Eckhart
nos ofrece la posibilidad de contar con una magistral compañía en la búsqueda
de ese anhelo íntimo, misterio que habita en lo más profundo de nuestro ser.