Hace poco leí
Smoke Gets in Your Eyes: And Other Lessons from the Crematory (El humo ciega tus ojos: y otras lecciones aprendidas en el crematorio), escrito
por la defensora de la muerte, la escritora Caitlin Doughty. Las
escenas sobre el desecho de los cuerpos no me molestaron, incluso cuando
hablaba sobre el moho acumulado sobre los rostros de los cadáveres,
pero hubo una escena del libro que no me dejó dormir aquella noche:
cuando era una niña, Doughty fue testigo de la muerte de otra niña que
jugaba en las escaleras mecánicas de la segunda planta de un centro
comercial. La madre de aquella niña se vio obligada a observar todo
aquello.
Como
mujer de 28 años a la que por fin ya no aterroriza la idea de tener
hijos, aquella imagen me impactó profundamente. "Por desgracia, la
muerte es parte de la vida, pero nadie nos cuenta nada sobre el duelo y
la pérdida o sobre cómo procesarlos hasta que no nos hallamos en medio
de la experiencia", explicó a Broadly
Cadmona A. Hall,
Doctora en filosofía y terapeuta matrimonial y familiar especializada.
"Una de las principales cosas que hago desde el principio es explicar a
mis pacientes que no se están volviendo locos y que lo que experimentan
es normal. Esa parte es importantísima, no existe una forma correcta o
incorrecta de expresar el duelo", afirma Hall.
Hall comprende que
perder a un hijo es un tipo muy específico y cruel de pérdida. "Una de
las características propias de perder a un hijo es que siempre está
presente el sentimiento de culpa", explica. "El papel de los padres es
que sus hijos estén presentes, en este mundo, sanos y felices, de modo
que independientemente de las circunstancias, las madres con frecuencia
sienten que han fallado como tales. Es una inmensa carga para ellas".
Hall añadió: "Se trata de un mito que creo que escuchan muchas mujeres,
que tener hijos sanos es lo normal, lo natural, pero la gente
experimenta la pérdida con mucha más frecuencia de lo que pensamos. Lo
que sucede es que les da miedo hablar de ello, o se sienten
avergonzados".
Sin embargo, las mujeres sí hablan de ello, en comunidades
online,
en sus blogs y en libros. Para saber más cosas acerca de la experiencia
de perder a un hijo, hablé con tres mujeres que habían sufrido esta
devastadora pérdida y que están utilizando internet para conectarse con
otras madres en su situación. "Esa es una de las ventajas de la
tecnología, que puedes expresar tus sentimientos en un blog", afirmó
Hall. "Ser capaces de conectar con otras personas ayuda a quienes han
tenido una pérdida similar o les permite recibir mensajes de personas
que les dicen 'Eh, estoy pensando en ti, te estoy enviando pensamientos y
deseos positivos'. Para ellas es importante saber que no están solas".
Una de las características propias de perder un hijo es que siempre está presente el sentimiento de culpa
Mandy
Hitchcock es "escritora, abogada en proceso de recuperación,
superviviente del cáncer y una persona que cree que saber 'qué quieres
hacer cuando seas mayor' es una chorrada como un piano". Tras vencer al
cáncer y vivir un doloroso divorcio volvió a casarse, tuvo una hija y ya
comenzaba a acomodarse en la vida familiar cuando Hudson, su hija de 17
meses, falleció a causa de una infección repentina. Ha compartido su
experiencia de pérdida en medios como el
Washington Post. Angela Miller es escritora, oradora y defensora del duelo. Es autora de
You Are the Mother of All Mothers: A Message of Hope for the Grieving Heart (Tú eres la madre de todas las madres: un mensaje de esperanza para el corazón afligido) y directora ejecutiva y fundadora de la comunidad de apoyo para el duelo
A Bed For My Heart
(Una cama para mi corazón). Su hijo falleció de repente cuando solo era
un bebé. Kelly dirige su propia editorial, así como el blog
Chasing Dragonflies
(Persiguiendo libélulas), donde habla del duelo, la familia y la muerte
de su hija Abigail (Abi), que falleció a los 12 años a causa de una
repentina hemorragia cerebral. Las tres nos hablaron sobre el dolor de
perder a un hijo, la importancia de permitirse a una misma experimentar
el duelo y la sanación que han encontrado a través de la escritura y de
conectar con otras madres que también han sufrido la pérdida de un hijo.
BROADLY: Cuando tu hija enfermó, ¿sucedió rápidamente?Mandy Hitchcock:
Sí, fue extremadamente rápido y extremadamente inesperado. Era una niña
pequeña normal, con todas sus vacunas al día y con resfriados
ocasionales, como todos. Le subió la fiebre un domingo, le
diagnosticaron meningitis bacteriana en urgencias el lunes y el martes
entró en coma para no volver a despertar. Dos días más tarde se declaró
su muerte cerebral y le retiraron las máquinas que mantenían su cuerpo
con vida.
Has pasado por mucho, ¿cómo es tu vida ahora?Tengo
dos hijos más, de cuatro y de dos años. Trabajo desde casa como abogada
a tiempo parcial, lo que me permite tener tiempo suficiente para
escribir y me da flexibilidad para pasar más tiempo con mis hijos.
Publico ensayos sobre maternidad, duelo, pérdida y supervivencia al
cáncer en publicaciones de diversa importancia y mientras tanto reviso
unas memorias sobre mi vida tras la muerte de mi hija y sobre mi
tratamiento para el cáncer dos años después. No es la vida que había
imaginado llevar y hay muchísimas cosas que me gustaría que fueran
diferentes, pero he aprendido a estar agradecida por lo que tengo
incluso mientras lloro la ausencia de mi hija.
¿Me explicas más cosas sobre tu carrera como escritora? ¿Cómo te ha ayudado en tu proceso de duelo?Empecé
a escribir en serio después del fallecimiento de mi hija, cuando creé
un blog que me ayudara a procesar todo lo que estaba experimentando. No
tenía ni idea en aquel momento de lo increíblemente terapéutico que
sería para mí, pero todavía fue una sorpresa mayor saber que también
estaba ayudando a muchas otras madres. Empecé a ver la escritura como
otra forma de honrar la memoria de Hudson, a menudo digo que lo único
que me aporta consuelo tras su muerte es saber que su vida todavía puede
tener sentido, que todavía puede tener un impacto en los demás y en el
mundo aunque físicamente ya no esté aquí. De modo que, si el hecho de
que yo comparta mi historia ayuda a otras personas, creo que es la mejor
manera de honrarla a ella y de hallar consuelo para mí.
BROADLY: Háblanos de tu experiencia con la pérdida y el dueloAngela Miller:
Hace siete años experimenté la peor pesadilla de toda madre: la muerte
de mi hijo. No hay nada que te prepare para el horror que supone perder a
un hijo, a partir de entonces mi vida quedó dividida para siempre entre
antes y después. Mientras siga respirando seguiré llorando y amando a
mi hijo con toda el alma. Jamás llegará el día en que no piense en quién
se habría convertido mi hijo, qué aspecto tendría y cómo estaría
entretejido dentro del tapiz de mi familia. Ojalá la gente pudiera
entender que el dolor dura para siempre, porque el amor también dura
para siempre; que la pérdida de un hijo no es un evento puntual, sino
una pérdida continua que se desarrolla minuto a minuto a lo largo de
toda la vida.
Aprender a vivir sin mi hijo es un tipo de tortura
que no desearía ni a mi peor enemigo. Siempre habrá un hueco en mi
corazón del tamaño y la forma de mi hijo, nada cambiará eso jamás. El
amor y el dolor que siempre sentiré por él son inconmensurables. He
tenido que aprender a sobrevivir y también a vivir de nuevo, tanto por
mí misma como por el recuerdo de mi hijo. Espero vivir de un modo que le
haga sentir orgulloso y que deje un legado duradero en su honor.
La
pérdida de un hijo no es un evento aislado, es una pérdida continua que
se desarrolla minuto a minuto, a lo largo toda la vida
¿Cómo
te ha ayudado con tu propio duelo el hecho de conectar con otras
personas y crear un refugio seguro donde hablar de esta experiencia?
Conectar
con otras personas que han experimentado la pérdida de un hijo me salvó
la vida. No recibí demasiado apoyo durante los primeros años de duelo y
recuerdo aquellos años como los más horribles de mi vida. Nunca me
había sentido tan sola, no sabía si podría sobrevivir. El dolor era
insoportable, respirar parecía imposible, todo mi mundo tal y como lo
conocía quedó destruido. De verdad que no hay palabras para describirlo.
Una vez que fui por fin capaz de salir arrastrándome de las
profundidades de la desesperación supe que quería crear un refugio
seguro para otra gente, para que nadie sufriera en soledad como me había
pasado a mí. De este modo nació
A Bed For My Heart. Ayudar a otros me ha ayudado a sanar mi propio corazón de formas que nunca había imaginado.
¿Qué
consejo darías a otras madres que experimentan la pérdida de un hijo
para ayudarlas a seguir adelante y no perder la fe o la esperanza en el
mundo?Date permiso para llorar, sentir pena y gritar, durante el
tiempo que necesites. No hay un plazo establecido para el dolor, no hay
mapa, no hay formas correctas o incorrectas de sentir aflicción. Tú y
solo tú decides cómo sobrevivir a esta tragedia. Date permiso para
recordar y honrar a tu hijo de la forma más significativa para ti y
cuando estés lista, date permiso para encontrar una finalidad, un motivo
por el que merezca la pena vivir otra vez..
BROADLY: Háblanos de tu familia.Kelly:
Estoy casada con Mark desde hace 17 años. Nos casamos en 1999 y tuvimos
a nuestra primera hija, Abi, en 2000. Tiene una hermana, que ahora
tiene 13 años, un hermano de 8 y otro de 2. Estamos esperando una niña
en mayo.
¿Cómo era Abi?Abi era una niña feliz y llena
de energía, siempre estaba dispuesta a involucrarse en cosas y nos
enseñó cómo aprovechar la vida al máximo. Su pérdida tuvo un gran
impacto en la familia. Además de muy inteligente, era una gran nadadora y
acababa de conseguir el cinturón negro de Kung Fu cuando murió. Estaba
en forma y casi nunca enfermaba, por lo que su colapso fue un auténtico
shock para nosotros. Era una persona comprometida y adoraba a su hermana
y a su hermano. Llevaba seis meses en secundaria cuando murió. Cayó en
coma de repente estando en casa y nunca se despertó. Dijeron que era muy
raro sufrir una hemorragia a esa edad y en el lugar donde se produjo
(el tronco cerebral).
¿Cómo ha cambiado tu vida desde el fallecimiento de Abi?
A
efectos prácticos, nuestra vida en realidad no ha cambiado gran cosa
teniendo en cuenta lo que pasó. Seguimos viviendo en la misma casa,
nuestros hijos van a los mismos colegios, nosotros trabajamos en lo
mismo... Puede que suene simple, pero conozco a varios padres en duelo
que han cambiado todas estas cosas tras su pérdida. En nuestro caso, lo
que más ha cambiado somos nosotros mismos. Somos más pacientes y más
conscientes de las necesidades de nuestros hijos, vivimos con miedo a
que vuelva a suceder —o, de hecho, de que pase cualquier cosa—. Nos
tomamos la vida con más calma y disfrutamos de las pequeñas cosas. Tener
un hijo un año después de la muerte de Abi fue un gran cambio y ha sido
toda una bendición para nuestro hogar. Hemos encontrado la felicidad en
él y se parece a Abi en muchas cosas. Sin embargo, escribí
recientemente que aunque hay una gran actividad en casa con tres niños,
seguimos echando de menos a Abi y su presencia. Fue nuestra primera
hija, así que siempre ha estado con nosotros. Mi marido y yo hemos hecho
una piña y nos hemos vuelto más fuertes desde que la perdimos. Aunque
hemos tenido nuestros altibajos, hemos conseguido superarlos juntos.
Además, mi fe personal ha aumentado desde la muerte de Abi, que es algo
sobre lo que también escribo. Me cogió por sorpresa, pero ha resultado
enormemente beneficiosa para mí.
¿Cómo te ha ayudado tu familia y el hecho de conectar con otras personas en tu proceso de duelo?Mi
familia ha estado maravillosa. Me han brindado su apoyo y yo a ellos.
Al principio conecté con un montón de madres de luto a través de mi blog
y con algunas de ellas mantengo el contacto con bastante asiduidad. He
conocido en persona a un par de ellas. Es fundamental saber que no estás
sola y escribir sobre mi duelo y sobre las situaciones que suscita ha
sido imprescindible para mi recuperación. En realidad ya no hablamos
tanto acerca de la muerte de Abi, no lloramos muy a menudo y seguimos
adelante con nuestras vidas, pero eso también significa que nos
guardamos dentro mucho dolor y mucha ansiedad. La ansiedad que sentimos
mi marido y yo ha aumentado enormemente desde la muerte de Abi, pero
también sucede que mis dos hijos mayores temen a la muerte y a los
médicos. Escribir me ayuda a compartir esos sentimientos ocultos y
suscita conversaciones con mi familia o mis amigos más cercanos y
también con desconocidas del otro lado del charco que están atravesando
la misma situación. Me ayuda a sentirme un poco menos loca.