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miércoles, 27 de marzo de 2024

Un diálogo sobre el karma, el destino y el libre albedrío Conversaciones con Sri Ramana Maharshi

 

Sri Ramana aceptaba la validez de las leyes del karma, pero decía que eran aplicables solamente mientras una persona imaginaba que estaba separada del Sí mismo. En este nivel (el nivel del ajnani) decía que los individuos pasarán por una serie de actividades y experiencias pre-ordenadas, todas las cuales son las consecuencias de actos y pensamientos anteriores. Ocasionalmente decía inclusive que cada acto y experiencia en la vida de una persona se determina en el nacimiento y que la única libertad que se tiene es darse cuenta de que no hay nadie actuando ni nadie experimentando. Sin embargo, una vez que se realiza el Sí mismo no queda nadie para experimentar las consecuencias de las acciones y así toda la estructura de las leyes kármicas deviene entonces superflua.

Sri Ramana consideraba la ley del karma como una manifestación de la voluntad de Dios. Decía que antes de la realización del Sí mismo hay un Dios personal, Ishwara, que controla el destino de cada persona. Es Ishwara quien ha ordenado que cada uno debe sufrir las consecuencias de sus acciones y es Ishwara quien selecciona las consecuencias de las actividades que cada persona debe padecer en cada vida. No se puede escapar de la jurisdicción de Ishwara mientras uno todavía se identifica con las actividades del cuerpo. La única vía para devenir libre de su autoridad es trascender el karma completamente realizando el Sí mismo.

Se han postulado varias subdivisiones del karma. La siguiente clasificación, la cual fue usada por Sri Ramana, es común a muchas escuelas de pensamiento Hindú:

  1. Sanchita karma: El almacén de deudas kármicas acumuladas de nacimientos anteriores.

  2. Prarabdha karma: Esa parte del propio sanchita karma que debe agotarse en la vida presente. Debido a que la ley del karma implica el determinismo en las actividades humanas, prarabdha se traduce a menudo como destino.

  3. Agami karma: El nuevo karma acumulado en la vida presente, el cual se traslada a vidas futuras.

Pregunta: ¿Es posible, mientras existe el cuerpo, rebasar el prarabdha karma, el cual se dice que dura hasta el fin del cuerpo?

Ramana Maharshi: Sí. Si el agente de quien depende el karma, es decir el ego, se sumerge en su fuente y pierde su forma, ¿cómo puede el karma, el cual depende de él, sobrevivir? Cuando no hay ningún "yo" no hay ningún karma.

P: Se dice que el prarabdha karma es solamente una pequeña fracción del karma acumulado en vidas anteriores. ¿Es esto verdad?

Ramana: Un hombre puede haber hecho muchos karmas es sus nacimientos anteriores. Sólo unos pocos de éstos serán escogidos para este nacimiento y él tendrá que probar sus frutos en este nacimiento. Es como una proyección de diapositivas donde el que las proyecta escoge unas cuantas diapositivas para exhibirlas, y las diapositivas restantes se reservan para otra sesión. Todo este karma puede ser destruido adquiriendo el conocimiento del Sí mismo. Los diferentes karmas son las diapositivas, siendo los karmas el resultado de las experiencias pasadas, y la mente es el proyector. El proyector debe ser destruido de modo que ya no haya ninguna otra reflexión y ningún nacimiento ni muerte.

P: ¿Quién es el que proyecta? ¿Cuál es el mecanismo que selecciona una pequeña porción del sanchita karma y que decide entonces que será experimentada como prarabdha karma?

Ramana: Los individuos tienen que sufrir sus karmas pero Ishwara dispone los mejores de sus karmas para su propósito. Dios manipula los frutos del karma pero no agrega ni quita nada. El subconsciente del hombre es un almacén de buen y de mal karma. Ishwara elige de este almacén lo que ve que será más idóneo para la evolución espiritual en el tiempo de cada hombre, bien sea agradable o penoso. Así que no hay nada arbitrario.

P: En Upadesa Saram usted dice que el karma da fruto por la ordenación de Dios [karta]. ¿Significa esto que nosotros cosechamos las consecuencias del karma debido solamente a que Dios lo quiere?

Ramana: En este verso karta [Dios] significa Ishwara. Él es el que distribuye los frutos de las acciones a cada persona acordemente a su karma. Eso significa que él es el Brahman manifestado. El Brahman real es no-manifestado y sin movimiento. Es solamente el Brahman manifestado el que se nombra como Ishwara. Él da fruto a cada persona de acuerdo con sus acciones [karma]. Eso significa que Ishwara es solamente un agente y que da salarios acordemente a la labor hecha. Eso es todo. Sin esta sakti [poder] de Ishwara, este karma no tendría lugar. Por eso se dice que este karma es por sí mismo inerte.

P: Las experiencias presentes son el resultado del karma pasado. Si nosotros conocemos los errores cometidos antes, podemos rectificarlos.

Ramana: Si se rectifica un error queda todo el sanchita karma de los nacimientos anteriores, el cual continuará dándole a usted innumerables nacimientos. De modo que ese no es el procedimiento. Cuanto más poda usted una planta, tanto más vigorosamente crece. Cuanto más rectifica usted su karma, tanto más se acumula. Encuentre la raíz del karma y córtela.

P: ¿Significa la teoría del karma que el mundo es el resultado de la acción y reacción? Si es así, ¿la acción y reacción de qué?

Ramana: Hasta la realización habrá karma, es decir acción y reacción. Después de la realización no habrá ningún karma y ningún mundo.

P: Si yo no soy el cuerpo, ¿por qué soy responsable de las consecuencias de mis buenas y malas acciones?

Ramana: Si usted no es el cuerpo y no tiene la idea "yo soy el hacedor", las consecuencias de sus buenas o malas acciones no le afectarán. ¿Por qué habla usted sobre las acciones que el cuerpo lleva a cabo "yo hago esto" o "yo hice aquello"? Mientras usted se identifica con el cuerpo de esta manera usted es afectado por las consecuencias de las acciones, es decir, mientras usted se identifica con el cuerpo usted acumula karma bueno y malo.

P: Pero, puesto que yo no soy el cuerpo, yo no soy realmente responsable de las consecuencias de las acciones buenas o malas.

Ramana: Si usted no es, ¿por qué se preocupa usted por la cuestión?

P: En algunos lugares se afirma que el esfuerzo humano es la fuente de toda fuerza y que puede inclusive transcender el karma. En otros se dice que todo es gracia divina. No está claro cual de ellos es correcto.

Ramana: Sí, algunas escuelas de filosofía dicen que no hay ningún otro Dios que los karmas del nacimiento anterior, que el karma hecho en el presente nacimiento de acuerdo con las escrituras se conoce como purushakara [esfuerzo humano], que los karmas anteriores y presentes se enfrentan como carneros y que el que es más débil es eliminado. Por eso es por lo que las gentes dicen que se debe fortalecer el purushakara. Si se pregunta a tales gentes cuál es el origen del karma, dicen que una tal pregunta no debe formularse porque es como la eterna cuestión, "¿Cuál fue primero, la semilla o el árbol?".

Los debates tales como éste son meros argumentos que jamás pueden llegar a la verdad final. Por eso es por lo que yo digo que primero descubra quién es usted. Si uno pregunta "¿Quién soy yo? ¿Cómo he obtenido este dosha [fallo] de la vida?", el "yo" se sumergirá y uno realizará el Sí mismo. Si uno hace esto adecuadamente la idea de dosha será eliminada y se obtendrá la paz. Ni siquiera "se obtendrá", el Sí mismo permanece siempre lo que es.

La esencia del karma es conocer la verdad de uno mismo indagando "¿Quién soy yo, el hacedor, que comienza a hacer karmas?". A menos que el hacedor de los karmas, el ego, sea aniquilado a través de la indagación, no puede lograrse la paz perfecta de la felicidad suprema, lo cual es el resultado del karma yoga.

P: ¿Pueden las gentes borrar las consecuencias de sus malas acciones haciendo mantras o japa o tendrán que experimentarlas necesariamente?

Ramana: Si el sentimiento "yo estoy haciendo japa" no está aquí, las malas acciones cometidas por un hombre no se fijarán a él. Si el sentimiento "yo estoy haciendo el japa" está aquí, las consecuencias de las malas acciones persistirán.

P. ¿No extingue punya [el mérito acumulado de los actos virtuosos], o papa [el demérito acumulado de los actos pecaminosos]?

Ramana: Mientras el sentimiento "yo estoy haciendo" está aquí, uno debe experimentar el resultado de sus actos, bien sean buenos o malos. ¿Cómo es posible borrar un acto con otro? Cuando el sentimiento de que "yo estoy haciendo" se pierde, nada afecta a un hombre. A menos que uno realice el Sí mismo el sentimiento "yo estoy haciendo" jamás se desvanecerá. Para el que realiza el Sí mismo, ¿dónde está la necesidad del japa? ¿dónde está la necesidad de tapas? Debido a la fuerza del prarabdha la vida continúa, pero el que ha realizado el Sí mismo ya no desea nada.

El prarabdha karma es de tres categorías, icchaaniccha y pareccha [personalmente deseado, sin deseo y debido al deseo de los demás]. Para el que ha realizado el Sí mismo, ya no hay ningún iccha-prarabdha, pero los otros dos, aniccha y pareccha, permanecen. Todo lo que un jnani hace es para los demás solamente. Si hay cosas que tiene que hacer para los demás, él las hace pero los resultados no le afectan. Haga lo que haga, no hay ningún punya [mérito] y ningún papa [demérito] en ello. Hace solamente lo que es más apropiado según el patrón del mundo aceptado ―nada más.

Aquellos que saben que lo que tienen que experimentar en esta vida es solamente lo que ya está destinado en su prarabdha nunca se sentirán perturbados por lo que ha de ser experimentado. Saben que todas las experiencias le son impuestas a uno tanto si las quiere como si no.

P: El hombre realizado no tiene ningún karma. No está sujeto por su karma. ¿Por qué debe permanecer aún dentro de su cuerpo?

Ramana: ¿Quién hace esta pregunta? ¿Es el hombre realizado o el ajnani? ¿Por qué le preocupa a usted lo que el jnani hace o si hace algo? Mírese a usted mismo. Usted está ahora bajo la impresión de que usted es el cuerpo, de modo que usted piensa que el jnani también tiene un cuerpo. ¿Dice el jnani que tiene un cuerpo? Puede parecerle a usted como si él tuviera un cuerpo y puede parecer estar haciendo cosas con el cuerpo, como hacen otros, pero él mismo sabe que él es sin cuerpo. La cuerda quemada todavía parece una cuerda, pero no sirve como cuerda si usted intenta atar algo con ella. Un jnani es así ―puede parecer como las demás gentes, pero esto es solamente una apariencia exterior. Mientras uno se identifica a sí mismo con el cuerpo, todo esto es difícil de comprender. Por eso es por lo que a veces se dice en respuesta a tales preguntas, "El cuerpo del jnani continuará hasta que la fuerza del prarabdha se agote, y después de que el prarabdha se agote se vendrá abajo". Una ilustración usada en conexión con esto es la de una flecha ya disparada, la cual continuará avanzando y golpeará en su blanco. Pero la verdad es que el jnani ha transcendido todos los karmas, incluyendo el prarabdha karma, y no está sujeto por el cuerpo o sus karmas .

No existe ni un ápice de prarabdha para aquellos que presencian ininterrumpidamente el espacio de la consciencia, la cual siempre brilla como "Yo soy", la cual no está confinada en el vasto espacio físico, y la cual penetra por todas partes sin limitaciones. Tal sólo es el significado del antiguo dicho, "No hay ningún destino para aquellos que alcanzan o experimentan los cielos".


P
: Si una cosa viene a mí sin que yo haga ningún plan ni trabaje por ella y yo la disfruto, ¿no habrá ninguna mala consecuencia de ello?

Ramana: Eso no es así. Todo acto debe tener sus consecuencias. Si algo le sale al paso en razón del prarabdha, usted no puede impedirlo. Si usted toma lo que viene, sin ningún apego especial, y sin ningún deseo de más de lo mismo o de una repetición de ello, ello no le perjudicará a usted conduciéndole a posteriores nacimientos. Por el contrario, si usted lo disfruta con gran apego y desea naturalmente más de lo mismo, ello no podrá evitar conducir a más y más nacimientos.

P: Según la ciencia astrológica, se hacen predicciones sobre los aconteceres por venir tomando en cuenta la influencia de las estrellas. ¿Es eso verdadero?

Ramana: Mientras usted tiene el sentimiento de ser un ego todo eso es verdad. Cuando el sentido del ego se destruye todo eso es no-verdadero.

P: ¿Significa eso que la astrología no será verdadera en el caso de aquellos cuyo sentido del ego se ha destruido?

Ramana: ¿Quién queda para decir que no será verdadera? Habrá visión solamente si hay uno que ve. En el caso de aquellos cuyo sentido del ego se destruye, inclusive si parecen ver en realidad no ven.

El destino es el resultado de la acción pasada. Concierne al cuerpo. Deje que el cuerpo actúe según su contento. ¿Por qué se interesa usted en él? ¿Por qué le presta usted atención? Si algo acontece, acontece como el resultado de las acciones pasadas de uno, de la voluntad divina y de otros factores.

P: Se dice que el presente se debe al karma pasado. ¿Podemos transcender el karma pasado por nuestra libre voluntad ahora?

Ramana: Vea lo que el presente es. Si usted hace esto, usted comprenderá lo que es afectado por un pasado o un futuro, lo que es siempre-presente y siempre libre y lo que permanece inafectado por el pasado o el futuro o por cualquier karma pasado.

P: ¿Hay una cosa tal como el libre albedrío?

Ramana: ¿El libre albedrío de quién? Mientras hay el sentido de ser el autor hay el sentido del disfrute y del libre albedrío individual. Pero si este sentido se pierde a través de la práctica de la indagación [vichara], la voluntad divina actuará y guiará el curso de los aconteceres. El sino es vencido por jnana, el conocimiento del Sí mismo, el cual está más allá de la voluntad y del sino.

P: Puedo comprender que los aconteceres relevantes en la vida futura de un hombre, tales como su país, nacionalidad, familia, carrera o profesión, matrimonio, muerte, etc., están todos predestinados por su karma, ¿pero puede ser que todos los detalles de su vida, hasta los más pequeños, hayan sido determinados? Ahora, por ejemplo, yo pongo este abanico que está en mi mano aquí sobre el suelo. ¿Puede ser que estuviera ya decidido que en tal y tal día, a tal y tal hora, yo movería el abanico así y lo pondría aquí?

Ramana: Ciertamente. Todo lo que este cuerpo tiene que hacer y todas las experiencias que tiene que pasar estaban ya decididas cuando vino a la existencia.

P: ¿En qué se convierten entonces la libertad y la responsabilidad del hombre por sus acciones?

Ramana: La única libertad que el hombre tiene es la de esforzarse y adquirir jnana, lo cual le permitirá no identificarse a sí mismo con el cuerpo. El cuerpo pasará por las acciones inevitables debidas al prarabdha y un hombre es libre bien sea para identificarse a sí mismo con el cuerpo y apegarse a los frutos de sus acciones (del cuerpo), o bien desapegarse de él (del cuerpo) y ser un mero testigo de sus actividades.

P: Así pues, ¿el libre albedrío es un mito?

Ramana: El libre albedrío tiene su campo de acción en asociación con la individualidad. Mientras la individualidad perdura hay libre albedrío. Todas las escrituras se basan sobre este hecho y aconsejan dirigir el libre albedrío en la dirección justa.

Descubra a quién le importa el libre albedrío o el destino. Descubra de dónde surge, y more en su fuente. Si usted hace esto, ambos son transcendidos. Ese es el único propósito de discutir estas cuestiones. ¿A quién le vienen estas preguntas? Descubra y sea en paz.

P: Si lo que está destinado a suceder sucederá, ¿hay alguna utilidad en la plegaria o el esfuerzo, o debemos permanecer ociosos?

Ramana: Hay solamente dos vías para conquistar el destino o ser independiente de él. Una es indagar para quién es este destino y descubrir que solamente el ego está sujeto al destino y no el Sí mismo, y que el ego es no-existente. La otra vía es matar al ego entregándose completamente al Señor, dándose cuenta de la total impotencia de uno y diciendo todo el tiempo, "No yo sino tú, oh Señor", abandonando todo sentido de "yo" y "mío" y dejando que el Señor haga lo que quiera con usted. La entrega jamás puede considerarse como completa mientras el devoto quiera esto o aquello del Señor. La verdadera entrega es amor de Dios por el amor mismo y nada más, ni siquiera en pro de la liberación. En otras palabras, para conquistar el destino es necesaria la completa desaparición del ego por medio de la auto-indagación [atma-vichara] o por medio de bhakti-marga [camino de devoción].


Fuente: Extracto del libro Sea lo que usted es (Sanz y Torres, 2007)

martes, 26 de marzo de 2024

Eckhart Tolle Explora el Libre Albedrío

 

Conferencias de Eckhart Tolle: Explorando la Sabiduría Espiritual

EL LIBRE ALBEDRÍO – Ramesh Balsekar

 

A nadie le gusta que le digan que no tiene libre albedrío. Y, sin embargo, mira el estado del mundo en nuestros tiempos. El mundo está al borde del desastre, y es donde ha estado durante muchos años, crisis tras crisis.

La pregunta, la gran pregunta, permanece: ciertamente el ser humano tiene una gran inteligencia, y se supone que tiene libre albedrío, entonces… ¿por qué no ha sido capaz de combinar su inteligencia con su libre albedrío para hacer del mundo un lugar mejor?

También hay otro aspecto. Hay muchas personas inteligentes, líderes en sus respectivos campos, que se interesan mucho por conocer su futuro. Si realmente creyeran en su libre albedrío, ¿por qué estarían tan interesados en la astrología y en fenómenos similares?

Cada organismo reacciona según las características naturales con las que ha sido programado.”

 

Si reflexionas a lo largo de estas líneas, la única conclusión razonable a la que llegarás es que el ser humano ha estado actuando así porque no tiene control sobre sus pensamientos y emociones. Lo que considera sus acciones son, de hecho, únicamente reacciones del organismo individual ante un impulso externo: un pensamiento que ocurre, un suceso que ve, o tal vez lo que oye.

Cada organismo reacciona según las características naturales con las que ha sido programado: físicas, mentales, intelectuales y temperamentales.

Otra dificultad para aceptar verdaderamente esto es el argumento de que conduce a una actitud “fatalista”. El argumento fatalista da lugar al planteamiento siguiente: “Si no me siento motivado por los frutos de mi acción y, evidentemente, si no tengo libre albedrío sobre mis acciones, ¿por qué debería trabajar en absoluto?”

“El no-hacer volitivo también es un hacer.”

La respuesta es asombrosamente simple: no vas a poder permanecer inactivo durante mucho tiempo porque la energía de tu organismo te obligará a actuar, a actuar de acuerdo con las características naturales de tu organismo.

En otras palabras, actuar o no actuar es algo que no está bajo tu control.

La esencia de la comprensión definitiva es el hecho ineluctable de que el ser humano individual, como tal, no tiene y no puede tener, ninguna volición. Carece completamente de libertad de elección y de acción independientes, por la simple razón de que el ser humano no es una entidad autónoma.

Es meramente una parte infinitesimal de la totalidad de la manifestación. El hecho de que el ser humano pueda ver, oír, etc., a través de sus sentidos se debe meramente a que ha sido dotado de la capacidad de sentir. Y el hecho que pueda pensar se debe exclusivamente a que, además, ha sido dotado de intelecto.

“Actuar o no actuar es algo que no está bajo tu control.”

Sabiendo que no puede vivir según su voluntad o volición, que de hecho está “siendo vivido” (como instrumento de la Totalidad), también conoce la futilidad de las “intenciones”.

Absteniéndose de la volición, un hombre sabio permanece libre de ansiedad y desdicha, porque trasciende la conceptualización que es la base de la volición y de la intención. Sabiendo que está siendo vivido, transciende tanto la acción volitiva como su contraparte, la no-acción volitiva: el no-hacer volitivo también es un hacer.

Por este motivo, un hombre sabio se dedica a sus asuntos de la manera habitual sin ninguna intención, sin ningún sentido de estar haciendo.

Sólo el concepto “yo” puede tener intenciones. Así, la ausencia de volición en el caso de un hombre sabio no significa inacción fenoménica sino ausencia de acción volitiva (positiva o negativa), porque el “yo” y su intención están totalmente ausentes.

Fuente: https://www.nodualidad.info/

Extracto deLa sabiduría de Balsekar

martes, 19 de marzo de 2024

Eckhart Tolle Explora el Libre Albedrío: ¿Somos Realmente Libres?


miércoles, 31 de marzo de 2021

ASÍ COMO SOMOS POR FUERA SOMOS POR DENTRO

 


Al mirar las estrellas en el firmamento despejado podemos reconocer fácilmente una verdad a la vez totalmente simple y extraordinariamente profunda. 

¿Qué es lo que vemos? 

La luna, los planetas, las estrellas, la banda luminosa de la vía láctea, quizás un cometa o hasta la vecina galaxia de Andrómeda a dos millones de años luz de distancia. 

Es correcto. Pero si simplificamos todavía más, ¿qué vemos? Objetos flotando en el espacio. 

¿Entonces de qué consta el universo? De objetos y espacio. 

Cuando no enmudecemos totalmente al mirar el firmamento en una noche despejada es porque no estamos mirando realmente y no tenemos conciencia de la totalidad de lo que hay en él. Probablemente estemos mirando solamente los objetos y tratando de identificarlos. 

Si alguna vez se sintió sobrecogido al mirar el espacio, si experimentó una sensación de reverencia ante ese misterio incomprensible, es porque renunció por un momento a su deseo de explicar y asignar nombres y tomó conciencia no solamente de los objetos del espacio sino de la profundidad infinita del espacio mismo. Seguramente logró tranquilizarse lo suficiente para tomar nota de la inmensidad en la cual existen esos mundos incontables. La sensación sobrecogedora no se deriva del hecho de que haya miles de millones de mundos, sino del reconocimiento de la profundidad que los alberga a todos. 

Claro está que no podemos ver, ni oír, ni tocar, ni oler el espacio. 

¿Entonces cómo sabemos tan siquiera si existe? 

Esta pregunta aparentemente lógica contiene un error fundamental. La esencia del espacio es el vacío, de tal manera que no "existe" en el sentido normal de la palabra. Sólo las cosas, las formas, existen. El hecho mismo de designarlo con el nombre de espacio puede ser engañoso porque, al nombrarlo, lo convertimos en objeto.

Digámoslo de esta manera: hay algo dentro de nosotros que tiene afinidad con el espacio; es por eso que podemos tomar conciencia de él. 

¿Conciencia de él?  Esto tampoco es completamente cierto porque ¿cómo podemos tomar conciencia del espacio si no hay nada de lo cual tomar conciencia?

 La respuesta es a la vez simple y profunda. 

Cuando tenemos conciencia del espacio realmente no tenemos conciencia de nada, salvo de la conciencia misma, del espacio interior. 

¡El universo toma conciencia de sí mismo a través de nosotros! Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio.

 Cuando el oído no encuentra nada para oír, el vacío se percibe como quietud. Cuando los sentidos, diseñados para percibir la forma, se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia informe que está detrás de la percepción y de la cual emana toda percepción, toda experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma. 

Cuando contemplamos la profundidad inconmensurable del espacio o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer, algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento. Entonces sentimos que la vasta profundidad del espacio es nuestra propia profundidad y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más profunda esencia, más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida. 

Los Upanishads, las antiguas escrituras de la India, apuntan hacia la misma verdad con estas palabras: "Aquello que el ojo no puede ver, pero que hace posible que el ojo vea: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí. Aquello que no puede oírse con los oídos, pero que hace posible que el oído oiga: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí... Aquello que no puede pensarse con la mente, pero que hace posible que la mente piense: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí".' La escritura dice que Dios es conciencia informe y la esencia de lo que somos. 

Todo lo demás es forma, "lo que la gente adora aquí". La realidad dual del universo, la cual consta de cosas y espacio (cosas y vacío), es también la nuestra. 

Una vida humana sana equilibrada y fructífera es una danza entre dos dimensiones que conforman la realidad: la forma y el espacio. 

La mayoría de las personas están tan identificadas con la dimensión de la forma, con las percepciones de los sentidos, los pensamientos y las emociones, que carecen de la otra mitad vital. Su identificación con la forma las mantiene atrapadas en el ego. 

Lo que vemos, oímos, sentimos, palpamos o pensamos es solamente la mitad de la realidad, por así decirlo. Es la forma. Jesús hablaba en sus enseñanzas de "el mundo", mientras que la otra dimensión es el "reino de los cielos o la vida eterna".

 De la misma manera que el espacio hace posible que todas las cosas existan y de la misma manera que sin el silencio no habría sonido, no existiríamos sin la dimensión vital informe que constituye la esencia de lo que somos. Podríamos hablar de "Dios" si no hubiéramos abusado tanto de la palabra. Pero prefiero hablar del Ser previo a la existencia. 

La existencia es forma, contenido, "lo que sucede". La existencia es el escenario de la vida; el Ser es el telón de fondo, por así decirlo. 

La enfermedad colectiva de la humanidad radica en que las personas están tan inmersas en los sucesos, tan hipnotizadas por el mundo de las formas fluctuantes, tan absortas en el contenido de sus vidas, que han olvidado la esencia, aquello que está más allá del contenido, de la forma y del pensamiento. Están tan sumidas en el tiempo que han olvidado la eternidad, la cual es su origen, su hogar y su destino. La eternidad es la realidad viviente de lo que somos. 

Digámoslo de esta manera: hay algo dentro de nosotros que tiene afinidad con el espacio; es por eso que podemos tomar conciencia de él. ¿Conciencia de él? Esto tampoco es completamente cierto porque ¿cómo podemos tomar conciencia del espacio si no hay nada de lo cual tomar conciencia? La respuesta es a la vez simple y profunda.

Cuando tenemos conciencia del espacio realmente no tenemos conciencia de nada, salvo de la conciencia misma, del espacio interior. ¡El universo toma conciencia de sí mismo a través de nosotros! Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio. Cuando el oído no encuentra nada para oír, el vacío se percibe como quietud. Cuando los sentidos, diseñados para percibir la forma, se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia informe que está detrás de la percepción y de la cual emana toda percepción, toda experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma.

Cuando contemplamos la profundidad inconmensurable del espacio o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer, algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento. Entonces sentimos que la vasta profundidad del espacio es nuestra propia profundidad y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más profunda esencia, más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida. 

Los Upanishads, las antiguas escrituras de la India, apuntan hacia la misma verdad con estas palabras: "Aquello que el ojo no puede ver, pero que hace posible que el ojo vea: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí. 

Aquello que no puede oírse con los oídos, pero que hace posible que el oído oiga: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí... Aquello que no puede pensarse con la mente, pero que hace posible que la mente piense: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí".' La escritura dice que Dios es conciencia informe y la esencia de lo que somos. Todo lo demás es forma, "lo que la gente adora aquí". La realidad dual del universo, la cual consta de cosas y espacio (cosas y vacío), es también la nuestra. Una vida humana sana equilibrada y fructífera es una danza entre dos dimensiones que conforman la realidad: la forma y el espacio. La mayoría de las personas están tan identificadas con la dimensión de la forma, con las percepciones de los sentidos, los pensamientos y las emociones, que carecen de la otra mitad vital. Su identificación con la forma las mantiene atrapadas en el ego. Lo que vemos, oímos, sentimos, palpamos o pensamos es solamente la mitad de la realidad, por así decirlo. Es la forma. Jesús hablaba en sus enseñanzas de "el mundo", mientras que la otra dimensión es el "reino de los cielos o la vida eterna". De la misma manera que el espacio hace posible que todas las cosas existan y de la misma manera que sin el silencio no habría sonido, no existiríamos sin la dimensión vital informe que constituye la esencia de lo que somos. Podríamos hablar de "Dios" si no hubiéramos abusado tanto de la palabra. 

Pero prefiero hablar del Ser previo a la existencia. La existencia es forma, contenido, "lo que sucede". La existencia es el escenario de la vida; el Ser es el telón de fondo, por así decirlo. La enfermedad colectiva de la humanidad radica en que las personas están tan inmersas en los sucesos, tan hipnotizadas por el mundo de las formas fluctuantes, tan absortas en el contenido de sus vidas, que han olvidado la esencia, aquello que está más allá del contenido, de la forma y del pensamiento. 

Están tan sumidas en el tiempo que han olvidado la eternidad, la cual es su origen, su hogar y su destino. La eternidad es la realidad viviente de lo que somos. 

Hace algunos años, estando en China, tropecé con una estupa en la cima de una montaña cerca de Guilin. Tenía unas letras doradas grabadas cuyo significado consulté a mi anfitrión. "Significa Buda", me respondió. 

"¿Por qué hay dos caracteres en lugar de uno?" pregunté. "Uno significa 'hombre' y el otro significa 'no'. Los dos juntos significan 'Buda'. Me quedé perplejo. 

El carácter representativo de Buda contenía toda la enseñanza de Buda y, para quienes tuvieran ojos para ver, contenía el secreto de la vida. Son esas las dos dimensiones que conforman la realidad, lo que es y lo que no es: es decir, el reconocimiento de que no somos la forma. 

Extraído del Capitulo 7- Una Nueva tierra- Eckhart Tolle pag 90- 91

domingo, 2 de agosto de 2020

El Libre Albedrío - Cortos Emilio Carrillo


Si el destino existe, no existe la responsabilidad

Casi todos hemos caído en la tentación de adjudicar al “destino” algunos de nuestros logros y nuestros fracasos. Nada más fácil que responsabilizar a la fatalidad de lo que nos sucede y nos deja de suceder. Es una fórmula casi mágica, que todo lo explica y todo lo justifica.

«Tendremos el destino que nos hayamos merecido»

-Albert Einstein-

Frases como “Si el destino lo quiere, nos volveremos a encontrar”, o “El destino impidió que todo saliera bien”, son de uso frecuente. Pensar que todo está escrito de antemano es algo que se nos viene a la cabeza cuando nos encontramos con casualidades o situaciones aparentemente fortuitas, que determinan aspectos importantes de nuestra vida.

El problema es que si aceptáramos que existe un destino fijado, prácticamente todo lo que hacemos carecería de sentido. Pues como va a ocurrir hagamos lo que hagamos, nos libraríamos de nuestra responsabilidad.

¿Qué es el destino ?

Si nos remitimos a lo estrictamente literal, la palabra destino simplemente significa un punto de llegada. El lugar hacia donde nos dirigimos o el término de un trayecto. Sin embargo, al destino se le ha definido de muchas formas. La filosofía, la mitología, la religión y las creencias esotéricas le han adjudicado diversos valores:

  • Para la filosofía, el destino tiene que ver con la teoría de la causalidad. Todo lo que ocurre tiene una causa que lo genera.
  • Para la mitología griega y romana, era la personificación de una diosa que tenía el poder de determinarlo todo, incluso lo que debía ocurrirle a otros dioses.
  • Para las religiones, se trata también de una disposición divina. En el hinduismo, un efecto del karma. En las religiones cristianas y musulmanas, una voluntad de la Providencia.
  • Para el esoterismo, el destino es una realidad impuesta por las influencias de los astros, o, en otras ocasiones, una amalgama entre el concepto de karma y de disposición divina.

Lo cierto es que, desde siempre, los hombres se han formulado preguntas en torno al destino: “¿Hacia dónde voy?”, “¿Hacia dónde debo ir?”, “¿Por qué no termino de llegar al punto que me propuse?” La pregunta por el destino es la pregunta por el sentido que tiene nuestra vida. De ahí que sea una inquietud constante, que ha recorrido toda nuestra historia como seres humanos.

¿Para qué sirve el destino?


 

El concepto de “destino”, entendido como predestinación, no hubiera sobrevivido a lo largo de tantos siglos, si no fuera útil. Y vaya que es útil. A través de la palabra “destino” pueden explicarse y comprenderse, al menos en apariencia, la mayoría de situaciones complejas de la vida. El concepto de destino sirve, entre otras cosas, para lo siguiente:

  • Permite entender las adversidades como una realidad inevitable, que bien puede ser producto de un castigo por nuestras malas acciones, o una prueba que, si se pasa, luego será recompensada.
  • Permite asociar los éxitos con un fuerte componente de suerte. Lo “bueno” llega a nuestra vida porque nuestra estrella está brillando.
  • Permite depositar la responsabilidad por lo que nos ocurre en fuerzas ajenas a nosotros mismos. Esto evita posibles sentimientos de culpa o, eventualmente, hacer los esfuerzos necesarios para llegar a donde queremos.

¿Y la responsabilidad?

Lo preocupante de aceptar que existe la predestinación, o un destino escrito por una fuerza superior, es que renuncias al control sobre tu propia vida. Al principio es solo una creencia, pero con el tiempo se convierte en todo un estilo de vida.

Sin que apenas lo notes, comienzas a ver tu sufrimiento como una realidad inabordable. Te instalas en la idea de que no es posible darle un giro a lo que te ocurre. De hecho, tu pensamiento no produce ideas de cambio y sientes que todas las puertas están cerradas.

Lo mismo pasa con el éxito. Un triunfo real no proviene de una situación fortuita, sino de un largo y paciente trabajo. Pero si crees en el destino, estarás más ocupado buscando algún factor de buena suerte, en lugar de un método para avanzar. Si el destino existiera, no tendrían por qué existir las cárceles. ¿Cómo se podría juzgar a alguien por robar o matar, si esos actos no dependían de él, sino de algo que ya estaba escrito?


En realidad, cada quien construye su propio destino. Aunque hay factores que escapan al control individual, siempre existen diferentes alternativas para actuar frente a una misma situación. Aceptar que todo está escrito de antemano es renunciar a la libertad y a la vida misma.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/destino-existe-no-existe-la-responsabilidad/