Serie del perdón, 2º artículo [publicado
en Universo Holístico]
En este
segundo artículo de la serie del perdón, vamos a vernos las caras con un virus
que habita en la mente de todos los humanos. No se habla de él en ningún medio
de comunicación, en realidad, muy pocos saben que están enfermos de este
terrible virus, ya que en general, no se sabe mucho sobre las cuestiones no
palpables.
Hablamos de la culpa. Si, ya sé, no te gusta. Es precisamente este el último
tema al que tu mente quiere mirar. Pero verás que merece la pena saber un poco
más sobre este virus mental. Para empezar, es interesante que te des cuenta de
que el perdón solo tiene sentido cuando antes ha habido culpa. O alguien culpabiliza
a otra persona, o alguien se siente culpable. En cualquiera de estos casos hay
un error mental que produce como consecuencia ataque, conflicto, miedo,
sufrimiento y separación.
Uno de los significados más
profundos del perdón es la disolución de la culpa, lo cual implica la
corrección de este error mental. Si te das cuenta, la auténtica sanación solo
puede darse en la mente, ya que es ahí donde radica la verdadera causa de todo
sufrimiento.
Hoy día, en el campo terapéutico
hablamos mucho de “programas” o “guiones” mentales. El desarrollo de la
informática ha permitido que nos familiaricemos con estos conceptos y ver
claramente que nuestra mente funciona también así.
El personaje es la parte de tu mente
sometida a los programas. Está tan fuertemente condicionado por su pasado y sus
interpretaciones de la realidad, que muchas veces, al vernos totalmente metidos
en ese personaje que interpretamos, nos da la impresión de que es imposible
escapar de la película que se rueda en la propia mente. Es por esto, que hoy
día se contempla el crecimiento humano como una verdadera liberación de la
mente, la desprogramación de todos los patrones que limitan nuestra libertad.
El más importante de estos patrones, debido a las ramificaciones de dolor que
produce, es la culpa.
Error, sufrimiento y culpa
Pongamos por ejemplo, que has hecho
algo de lo que te consideras culpable. Este es el nivel más sencillo de
culpabilidad. A este nivel es muy difícil que alguien se de cuenta de cómo
opera el virus mental. Uno dice “lo que he hecho ha estado mal, y por eso me
siento culpable”. Y ya está. Está tan socializado que nadie encuentra nada raro
en ello. Normalmente, al “hacer algo mal” lo llamamos error, y se caracteriza
porque produce algún tipo de sufrimiento, molestia, carencia u ofensa a
alguien. Por lo tanto ya tenemos entrelazados los conceptos de
error-sufrimiento-culpa.
Pero sin embargo, ha habido una
variación importantísima de conciencia en la percepción de la situación entre
el momento del suceso [“el error”] y el momento en que te sientes culpable.
Cuando hiciste lo que ahora te parece un error, en ese mismo momento, no te
pareció un error. Todos tus programas mentales, tu sentir de ese momento
–consecuencia de tu modelo mental-, tus miedos y deseos, tu personaje eligió
hacer lo que hizo desde su interpretación del momento. Y no encontraste nada
mejor que hacer, ya sea porque no viste correctamente la dimensión del asunto,
ya sea porque no estabas bien informado, porque seguías un consejo o una orden
desacertada, o simplemente porque tenías miedo o deseabas algo con
ansiedad... No pudiste hacer otra cosa, porque no la hiciste.
Puede ser que fuera el miedo el que
te impulsase a hacerlo, o bien la falta de información, el desconocimiento o la
inexperiencia, cualquiera de los habituales aprisionamientos mentales. Todo
ello son formas de inconsciencia, con lo que llegamos a una conclusión clara:
el error sucede siempre debido a la inconsciencia. De modo que en el momento de
la acción no podías hacer otra cosa más que la que hiciste. Si no veías, es
decir, si no eras consciente, ni siquiera tenías la libertad de elegir.
Todo error es producto de la inconsciencia. Sin
conciencia no hay libertad.
En este punto podemos observar los
argumentos de la culpa: “Debiste haber pensado mas en ello” “Debiste haber
calculado las consecuencias” “Debiste haber mirado el asunto desde otros puntos
de vista”. Es decir, la culpa dice que, cuando no eras consciente, debiste
“haber sido consciente”. Y por tanto, te hace sentir que eres incorrecto o
erróneo, que eres malo. El ego, mediante su programa culpa, juega con el
tiempo. Antepone lo que ahora ves a lo que antes no veía, y dice, “Lo has hecho
mal. Deberías haberlo hecho bien. Por eso eres "malo”.
or supuesto, no puedes sujetar a una
persona por las solapas y decirle “hazte consciente” mientras le zarandeas. La
consciencia surge desde tu darte cuenta, que es un gesto de apertura mental de
índole personal y profunda trascendencia. No sabemos exactamente por qué ni
cuando ocurre. Cuando lo ves, lo ves. Esta fuera de lo razonable “exigir”
consciencia de algo a alguien. No se puede exigir que veas lo que no ves. La
culpa es un virus mental generado por el mismísimo sistema de pensamiento del
ego.
Exactamente en este punto, el patrón
de la culpa te hace sentir terriblemente mal. La culpa te dice que no es que el
suceso haya sido un error y ya está, sino que hay algo en ti que es permanente
y esencialmente malo. Esta sensación de verse a sí mismo como algo malo o sucio
es tan insoportable, que el mismo programa del ego o del personaje, elabora
salidas que parecen ayudarte.
Cuando vemos a un niño que está
aprendiendo a andar, le miramos con una percepción de inocencia. Esto
significa, que aunque el niño se caiga hasta 1.800 veces antes de dominar su
caminar, en ninguna de esas caídas le consideramos “malo”. Nunca le decimos
“déjalo, chaval, no sirves para esto, no tienes solución”. Todo lo contrario,
sabemos que tras ese penoso esfuerzo todos aprendemos a andar, asumimos que el
error es parte del proceso de aprendizaje, y por ello, nunca culpabilizamos a
un niño por cometer un error. Siempre percibimos el éxito potencial más allá
del error presente.
Sin embargo, a cualquier persona que
esté cerca de nosotros, por mucho que la queramos, acabaremos culpabilizándola
de cualquier cosa que nos duela, que nos ofenda, en definitiva, que
interpretemos como un error [recuerda la relación que hace tu mente: error –
dolor – culpa]. Cuando sentimos el dolor, tu ego automáticamente te dará la
orden de proyectar su causa afuera.
Proyección de la culpa
Imagina que te encuentras realizando
un trabajo casero, tal como por ejemplo, tender una colada. La cosa no es lo
más divertido del mundo, y de repente se desencadena algo en tu mente que no te
hace sentir muy bien. Sientes que tú no deberías estar haciendo esto, de algún
modo se trata de una leve irritación o mejor dicho, una resistencia a lo que
estás haciendo. Percibes que sufres, aunque sea muy levemente. Algo en ti sabe
que si hay sufrimiento hay error. Inmediatamente y sin darte cuenta, buscas al
culpable.
Entonces nace una idea en tu mente. “Este trabajo
debería estar haciéndolo mi marido, porque él nunca hace nada por la casa”. Ya
está. Algo en ti cree en esta idea, y a partir de ahí se genera aún más dolor.
No solo sufres por el hecho de resistirte a hacer el trabajo, sino que además
te sientes atacada. Este nuevo pensamiento justifica el que empieces a elaborar
tus propios pensamientos de ataque hacia tu marido. ¡Necesitas defenderte para
poder hacer algo con respecto a tu sufrimiento! ¡Esto hay que arreglarlo! En
poco tiempo te encuentras odiándolo, y la culpa se hará reproche. La guerra está
servida. Tu marido buscará los modos de defenderse para no sentirse erróneo
ante tus ataques.
Lo que aquí
ha ocurrido es un proceso llamado proyección de la culpa. Existe un patrón
instalado en el sistema operativo de nuestro ego, que se dispara a la menor
señal de sufrimiento y nos induce a buscar la causa ahí fuera. Entonces
proyectamos nuestra energía negativa contra esa causa externa, para de ese modo
intentar solucionar nuestro pesar. De este modo generamos todo tipo de ataques
mentales como el que he descrito.
Estos
ataques mentales, convenientemente repetidos y con una constante inversión
emocional, producen de hecho todos los conflictos, todas las luchas, todas las
guerras que la humanidad vive. De los ataques mentales surgen los maltratos
emocionales y como consecuencia los maltratos físicos. Después, solo falta
esperar la cadena de venganza.
La culpa da sentido al ataque
El proceso
muy rara vez es descubierto por la consciencia: la culpa ha operado sin ser
vista, ha producido una guerra grande o pequeña al viejo estilo de los
servicios secretos internacionales como la CIA.
Siguiendo
con el ejemplo de la colada, la persona que repentinamente experimenta
resistencia al trabajo que está realizando, ha perdido la presencia, la
aceptación de su circunstancia presente. Esa resistencia psicológica al
momento, estrictamente interna, es la causa verdadera e inatendida del
sufrimiento. La resistencia, a su vez, ha surgido del dolor psicológico
inconsciente.
Si deseas
ser responsable de tu dolor, y no estás agusto con lo que haces, o cambias tu
percepción, o bien dejas de hacerlo. Sin embargo, con la mente bien entrenada
desde muy pequeños en la culpa, la reacción que surge ante el dolor es buscar
al culpable ahí fuera. Así podremos “hacer algo”: atacar.
En otras palabras, todo el sufrimiento que experimentas procede del interior de
tu mente. Un guión de culpabilización te impulsará a atacar mentalmente a
personas o circunstancias externas con el fin de librarte de tu propio dolor. Y
aunque esto nunca haya funcionado para sanar el dolor, sino que precisamente ha
producido una cadena constante de conflictos, ataque, defensa y sufrimiento, el
programa sigue vigente en la mente humana gracias a permanecer inobservado. La
culpa es el agente secreto del ego.
El perdón es
la sanación de la culpa, y comienza por darnos cuenta de que realmente, la
misma idea de la culpa es una locura. A partir de ahí, el trabajo pasa por
hacernos conscientes de nuestro dolor inconsciente según surge, y resolverlo
responsablemente con herramientas liberadoras en lugar de dejarnos llevar por
el programa estándar de culpabilización y ataque que nos sume en el victimismo.
Ahora viene
lo más impresionante de todo. ¿Sabes de donde procede el dolor inconsciente?
Agárrate bien. Se trata de culpa inconsciente. Un ancestral sentimiento de ser
erróneo, una identificación subconsciente con el error.
La culpa
tiene dos variantes, la culpa consciente, que ya hemos visto cuando yo me
siento mal por haber cometido un error o bien cuando atribuyo el error a algo
externo, y la culpa inconsciente. Ambos son errores mentales, pero a niveles
muy distintos.
La culpa
inconsciente es de índole colectiva, ya que el inconsciente es colectivo como
tan bien supo describir al mundo el genial Jung. La culpa afecta a toda la
humanidad, y produce un sentimiento profundo y muy escondido de ser erróneo,
inadecuado, incorrecto. En occidente fue llamado “pecado original” y desde la
misma mente inconsciente, produjo toda la simbología de la expulsión del paraíso.
¡Imagínate! ¡Ser tan malos que hasta Dios, que se supone que es amor, nos echa
de su casa! Lejos de significar nada verdadero, este mito refleja una profunda
sensación de ser incorrectos, malos, inadecuados, como un “mal hijo”. En
oriente la culpa inconsciente ha tomado otra forma más sofisticada: se ha
llamado karma, e implica una cadena de causa y consecuencia que te aprisiona en
la rueda de la reencarnación. Finalmente también se trata de un sentimiento de
culpa, de identificación con el error, que te lleva de un modo a otro a
manifestar sufrimiento, carencia, vulnerabilidad, lo que de nuevo te lleva al
error, y por tanto, de vuelta a la culpa.
¡Existen
seis mil millones de almas que se sienten erróneas recreando inconscientemente
y cada día un mundo de culpa! Ahora puedes entender el valor global del trabajo
con el perdón. Realmente, el trabajo con el perdón es tan profundo que sana a
la mente colectiva.
Cuando la
culpa se manifiesta en la vida, ocurren sucesos en los que uno se llega a
sentir muy mal al verse a sí mismo identificado con el error, con lo malo o con
lo sucio. Puede ser que se manifieste como una angustiosa depresión, o también
puede que aflore como un sencillo malestar mientras hacemos la colada.
En cualquiera de los casos, la culpa es el origen del sufrimiento, y el sistema
como nuestro ego pretende gestionarla, proyectándola al exterior, es el modo
perfecto mediante el cual el ataque, el miedo y sufrimiento se convierte en el
modo habitual de relacionarnos entre los humanos.
Ni tu ni nadie
es algo “malo” o “inadecuado”. ¡Somos Vida pura! Sin embargo, todos colaboramos
al recrear sufrimiento en nuestro entorno porque constantemente nos estamos
proyectando unos a otros la idea “eres malo” mediante el mecanismo de la culpa.
¿Cómo vamos a llegar a experimentar lo que realmente somos si seguimos
sometidos a semejante programa?
El perdón es
el proceso interno y personal que sitúa toda tu atención en lo importante:
deshacer la culpa para encontrar la verdadera paz interna y la liberación de tu
mente. Es un proceso de ampliación de la consciencia que te permite mirar los
modos en los que la culpa opera en ti, para así poder ver que en realidad, la
culpa es locura, nunca ha existido en realidad. Al desaparecer ese virus de tu
mente, verás y sentirás qué es lo que tú y cada ser humano es realmente.
Jorge Lomar
info@jorgelomar.com
Escritor, facilitador y terapeuta. Co-fundador de la Escuela del Perdón.
www.escueladelperdon.org - Tel.: 912979871
Serie del perdón, 2º artículo [publicado
en Universo Holístico]
En este
segundo artículo de la serie del perdón, vamos a vernos las caras con un virus
que habita en la mente de todos los humanos. No se habla de él en ningún medio
de comunicación, en realidad, muy pocos saben que están enfermos de este
terrible virus, ya que en general, no se sabe mucho sobre las cuestiones no
palpables.
Hablamos de la culpa. Si, ya sé, no te gusta. Es precisamente este el último
tema al que tu mente quiere mirar. Pero verás que merece la pena saber un poco
más sobre este virus mental. Para empezar, es interesante que te des cuenta de
que el perdón solo tiene sentido cuando antes ha habido culpa. O alguien culpabiliza
a otra persona, o alguien se siente culpable. En cualquiera de estos casos hay
un error mental que produce como consecuencia ataque, conflicto, miedo,
sufrimiento y separación.
Uno de los significados más
profundos del perdón es la disolución de la culpa, lo cual implica la
corrección de este error mental. Si te das cuenta, la auténtica sanación solo
puede darse en la mente, ya que es ahí donde radica la verdadera causa de todo
sufrimiento.
Hoy día, en el campo terapéutico
hablamos mucho de “programas” o “guiones” mentales. El desarrollo de la
informática ha permitido que nos familiaricemos con estos conceptos y ver
claramente que nuestra mente funciona también así.
El personaje es la parte de tu mente
sometida a los programas. Está tan fuertemente condicionado por su pasado y sus
interpretaciones de la realidad, que muchas veces, al vernos totalmente metidos
en ese personaje que interpretamos, nos da la impresión de que es imposible
escapar de la película que se rueda en la propia mente. Es por esto, que hoy
día se contempla el crecimiento humano como una verdadera liberación de la
mente, la desprogramación de todos los patrones que limitan nuestra libertad.
El más importante de estos patrones, debido a las ramificaciones de dolor que
produce, es la culpa.
Error, sufrimiento y culpa
Pongamos por ejemplo, que has hecho
algo de lo que te consideras culpable. Este es el nivel más sencillo de
culpabilidad. A este nivel es muy difícil que alguien se de cuenta de cómo
opera el virus mental. Uno dice “lo que he hecho ha estado mal, y por eso me
siento culpable”. Y ya está. Está tan socializado que nadie encuentra nada raro
en ello. Normalmente, al “hacer algo mal” lo llamamos error, y se caracteriza
porque produce algún tipo de sufrimiento, molestia, carencia u ofensa a
alguien. Por lo tanto ya tenemos entrelazados los conceptos de
error-sufrimiento-culpa.
Pero sin embargo, ha habido una
variación importantísima de conciencia en la percepción de la situación entre
el momento del suceso [“el error”] y el momento en que te sientes culpable.
Cuando hiciste lo que ahora te parece un error, en ese mismo momento, no te
pareció un error. Todos tus programas mentales, tu sentir de ese momento
–consecuencia de tu modelo mental-, tus miedos y deseos, tu personaje eligió
hacer lo que hizo desde su interpretación del momento. Y no encontraste nada
mejor que hacer, ya sea porque no viste correctamente la dimensión del asunto,
ya sea porque no estabas bien informado, porque seguías un consejo o una orden
desacertada, o simplemente porque tenías miedo o deseabas algo con
ansiedad... No pudiste hacer otra cosa, porque no la hiciste.
Puede ser que fuera el miedo el que
te impulsase a hacerlo, o bien la falta de información, el desconocimiento o la
inexperiencia, cualquiera de los habituales aprisionamientos mentales. Todo
ello son formas de inconsciencia, con lo que llegamos a una conclusión clara:
el error sucede siempre debido a la inconsciencia. De modo que en el momento de
la acción no podías hacer otra cosa más que la que hiciste. Si no veías, es
decir, si no eras consciente, ni siquiera tenías la libertad de elegir.
Todo error es producto de la inconsciencia. Sin
conciencia no hay libertad.
En este punto podemos observar los
argumentos de la culpa: “Debiste haber pensado mas en ello” “Debiste haber
calculado las consecuencias” “Debiste haber mirado el asunto desde otros puntos
de vista”. Es decir, la culpa dice que, cuando no eras consciente, debiste
“haber sido consciente”. Y por tanto, te hace sentir que eres incorrecto o
erróneo, que eres malo. El ego, mediante su programa culpa, juega con el
tiempo. Antepone lo que ahora ves a lo que antes no veía, y dice, “Lo has hecho
mal. Deberías haberlo hecho bien. Por eso eres "malo”.
or supuesto, no puedes sujetar a una
persona por las solapas y decirle “hazte consciente” mientras le zarandeas. La
consciencia surge desde tu darte cuenta, que es un gesto de apertura mental de
índole personal y profunda trascendencia. No sabemos exactamente por qué ni
cuando ocurre. Cuando lo ves, lo ves. Esta fuera de lo razonable “exigir”
consciencia de algo a alguien. No se puede exigir que veas lo que no ves. La
culpa es un virus mental generado por el mismísimo sistema de pensamiento del
ego.
Exactamente en este punto, el patrón
de la culpa te hace sentir terriblemente mal. La culpa te dice que no es que el
suceso haya sido un error y ya está, sino que hay algo en ti que es permanente
y esencialmente malo. Esta sensación de verse a sí mismo como algo malo o sucio
es tan insoportable, que el mismo programa del ego o del personaje, elabora
salidas que parecen ayudarte.
Cuando vemos a un niño que está
aprendiendo a andar, le miramos con una percepción de inocencia. Esto
significa, que aunque el niño se caiga hasta 1.800 veces antes de dominar su
caminar, en ninguna de esas caídas le consideramos “malo”. Nunca le decimos
“déjalo, chaval, no sirves para esto, no tienes solución”. Todo lo contrario,
sabemos que tras ese penoso esfuerzo todos aprendemos a andar, asumimos que el
error es parte del proceso de aprendizaje, y por ello, nunca culpabilizamos a
un niño por cometer un error. Siempre percibimos el éxito potencial más allá
del error presente.
Sin embargo, a cualquier persona que
esté cerca de nosotros, por mucho que la queramos, acabaremos culpabilizándola
de cualquier cosa que nos duela, que nos ofenda, en definitiva, que
interpretemos como un error [recuerda la relación que hace tu mente: error –
dolor – culpa]. Cuando sentimos el dolor, tu ego automáticamente te dará la
orden de proyectar su causa afuera.
Proyección de la culpa
Imagina que te encuentras realizando
un trabajo casero, tal como por ejemplo, tender una colada. La cosa no es lo
más divertido del mundo, y de repente se desencadena algo en tu mente que no te
hace sentir muy bien. Sientes que tú no deberías estar haciendo esto, de algún
modo se trata de una leve irritación o mejor dicho, una resistencia a lo que
estás haciendo. Percibes que sufres, aunque sea muy levemente. Algo en ti sabe
que si hay sufrimiento hay error. Inmediatamente y sin darte cuenta, buscas al
culpable.
Entonces nace una idea en tu mente. “Este trabajo
debería estar haciéndolo mi marido, porque él nunca hace nada por la casa”. Ya
está. Algo en ti cree en esta idea, y a partir de ahí se genera aún más dolor.
No solo sufres por el hecho de resistirte a hacer el trabajo, sino que además
te sientes atacada. Este nuevo pensamiento justifica el que empieces a elaborar
tus propios pensamientos de ataque hacia tu marido. ¡Necesitas defenderte para
poder hacer algo con respecto a tu sufrimiento! ¡Esto hay que arreglarlo! En
poco tiempo te encuentras odiándolo, y la culpa se hará reproche. La guerra está
servida. Tu marido buscará los modos de defenderse para no sentirse erróneo
ante tus ataques.
Lo que aquí
ha ocurrido es un proceso llamado proyección de la culpa. Existe un patrón
instalado en el sistema operativo de nuestro ego, que se dispara a la menor
señal de sufrimiento y nos induce a buscar la causa ahí fuera. Entonces
proyectamos nuestra energía negativa contra esa causa externa, para de ese modo
intentar solucionar nuestro pesar. De este modo generamos todo tipo de ataques
mentales como el que he descrito.
Estos
ataques mentales, convenientemente repetidos y con una constante inversión
emocional, producen de hecho todos los conflictos, todas las luchas, todas las
guerras que la humanidad vive. De los ataques mentales surgen los maltratos
emocionales y como consecuencia los maltratos físicos. Después, solo falta
esperar la cadena de venganza.
La culpa da sentido al ataque
El proceso
muy rara vez es descubierto por la consciencia: la culpa ha operado sin ser
vista, ha producido una guerra grande o pequeña al viejo estilo de los
servicios secretos internacionales como la CIA.
Siguiendo
con el ejemplo de la colada, la persona que repentinamente experimenta
resistencia al trabajo que está realizando, ha perdido la presencia, la
aceptación de su circunstancia presente. Esa resistencia psicológica al
momento, estrictamente interna, es la causa verdadera e inatendida del
sufrimiento. La resistencia, a su vez, ha surgido del dolor psicológico
inconsciente.
Si deseas
ser responsable de tu dolor, y no estás agusto con lo que haces, o cambias tu
percepción, o bien dejas de hacerlo. Sin embargo, con la mente bien entrenada
desde muy pequeños en la culpa, la reacción que surge ante el dolor es buscar
al culpable ahí fuera. Así podremos “hacer algo”: atacar.
En otras palabras, todo el sufrimiento que experimentas procede del interior de
tu mente. Un guión de culpabilización te impulsará a atacar mentalmente a
personas o circunstancias externas con el fin de librarte de tu propio dolor. Y
aunque esto nunca haya funcionado para sanar el dolor, sino que precisamente ha
producido una cadena constante de conflictos, ataque, defensa y sufrimiento, el
programa sigue vigente en la mente humana gracias a permanecer inobservado. La
culpa es el agente secreto del ego.
El perdón es
la sanación de la culpa, y comienza por darnos cuenta de que realmente, la
misma idea de la culpa es una locura. A partir de ahí, el trabajo pasa por
hacernos conscientes de nuestro dolor inconsciente según surge, y resolverlo
responsablemente con herramientas liberadoras en lugar de dejarnos llevar por
el programa estándar de culpabilización y ataque que nos sume en el victimismo.
Ahora viene
lo más impresionante de todo. ¿Sabes de donde procede el dolor inconsciente?
Agárrate bien. Se trata de culpa inconsciente. Un ancestral sentimiento de ser
erróneo, una identificación subconsciente con el error.
La culpa
tiene dos variantes, la culpa consciente, que ya hemos visto cuando yo me
siento mal por haber cometido un error o bien cuando atribuyo el error a algo
externo, y la culpa inconsciente. Ambos son errores mentales, pero a niveles
muy distintos.
La culpa
inconsciente es de índole colectiva, ya que el inconsciente es colectivo como
tan bien supo describir al mundo el genial Jung. La culpa afecta a toda la
humanidad, y produce un sentimiento profundo y muy escondido de ser erróneo,
inadecuado, incorrecto. En occidente fue llamado “pecado original” y desde la
misma mente inconsciente, produjo toda la simbología de la expulsión del paraíso.
¡Imagínate! ¡Ser tan malos que hasta Dios, que se supone que es amor, nos echa
de su casa! Lejos de significar nada verdadero, este mito refleja una profunda
sensación de ser incorrectos, malos, inadecuados, como un “mal hijo”. En
oriente la culpa inconsciente ha tomado otra forma más sofisticada: se ha
llamado karma, e implica una cadena de causa y consecuencia que te aprisiona en
la rueda de la reencarnación. Finalmente también se trata de un sentimiento de
culpa, de identificación con el error, que te lleva de un modo a otro a
manifestar sufrimiento, carencia, vulnerabilidad, lo que de nuevo te lleva al
error, y por tanto, de vuelta a la culpa.
¡Existen
seis mil millones de almas que se sienten erróneas recreando inconscientemente
y cada día un mundo de culpa! Ahora puedes entender el valor global del trabajo
con el perdón. Realmente, el trabajo con el perdón es tan profundo que sana a
la mente colectiva.
Cuando la
culpa se manifiesta en la vida, ocurren sucesos en los que uno se llega a
sentir muy mal al verse a sí mismo identificado con el error, con lo malo o con
lo sucio. Puede ser que se manifieste como una angustiosa depresión, o también
puede que aflore como un sencillo malestar mientras hacemos la colada.
En cualquiera de los casos, la culpa es el origen del sufrimiento, y el sistema
como nuestro ego pretende gestionarla, proyectándola al exterior, es el modo
perfecto mediante el cual el ataque, el miedo y sufrimiento se convierte en el
modo habitual de relacionarnos entre los humanos.
Ni tu ni nadie
es algo “malo” o “inadecuado”. ¡Somos Vida pura! Sin embargo, todos colaboramos
al recrear sufrimiento en nuestro entorno porque constantemente nos estamos
proyectando unos a otros la idea “eres malo” mediante el mecanismo de la culpa.
¿Cómo vamos a llegar a experimentar lo que realmente somos si seguimos
sometidos a semejante programa?
El perdón es
el proceso interno y personal que sitúa toda tu atención en lo importante:
deshacer la culpa para encontrar la verdadera paz interna y la liberación de tu
mente. Es un proceso de ampliación de la consciencia que te permite mirar los
modos en los que la culpa opera en ti, para así poder ver que en realidad, la
culpa es locura, nunca ha existido en realidad. Al desaparecer ese virus de tu
mente, verás y sentirás qué es lo que tú y cada ser humano es realmente.
Jorge Lomar
info@jorgelomar.com
Escritor, facilitador y terapeuta. Co-fundador de la Escuela del Perdón.
www.escueladelperdon.org - Tel.: 912979871