Con demasiada
frecuencia, el problema causado por la adicción, se enfoca solo hacia los
estragos que causa sobre las esposas, esposos e hijos del adicto, sin tomar en
cuenta el inmenso sufrimiento y confusión que hace caer también sobre los
acongojados padres.
En realidad, para
ellos existe una angustia y un sentido de impotencia tan profunda y especial,
que su problema es aún más difícil de resolver. Cuando el marido y padre adicto
descuida, abandona a su familia, tenemos entre manos una situación desastrosa
muy evidente, para la que existe ya juicios establecidos y controles sociales
bastante bien organizados, a través de agencias particulares o públicas.
¿Pero, que se puede
hacer para consolar y traer comprensión a la madre que de buenas a primeras, se
percata que el ser de sus entrañas ha atravesado, casi sin sentir, esa
invisible línea divisora que separa el bebedor social sano del adicto y
alcohólico desesperadamente enfermo?
¿Cuando se
presenta cómo le será posible ayudar al hijo querido a retomar a la salud y
felicidad? ¿Que lo podemos decir?
La relación de
padres e hijos es un lazo emocional enormemente profundo.
Son ellos que trajeron
al pequeño ser al mundo, los que cuidaron sus primeros pasos inciertos; los que
amaron, protegieron y guiaron sus valores su felicidad y prosperidad. Cada retoño
de su unión es parte inseparable de su vida.
Ahora que es adulto,
no tienen ya ellos el derecho de controlarlo. Pero el patrón de la costumbre es
muy difícil de romper; el impuso de los padres de seguir tratándolo como si aún
fuera un niño…
Sin embargo, a pesar
de que “acude a mamá” cuando se encuentra en un callejón sin salida, tratar de
dirigirlo es sencillamente imposible.
Se rebela ante su
autoridad, ignora sus súplicas y sus regaños. Muy a menudo, es el padre, quien
guiado por su cariño y orgullo, lo protege demasiado, nulificando así las
posibilidades de su recuperación. Una y otra vez, los padres perdonan y
protegen y se hacen la ilusión de que así lo están ayudando.
Es natural que los
padres del adicto estén siempre a la defensiva cuando se trata de sus consumos,
por ser la vida de sus hijos parte intrínseca de la suya, no pueden evitar el
sentimiento que parte de la culpa es suya. Se refleja esto en el grito
conmovedor:
¿Dónde falle? ¿Cómo
pude haberlo evitado? ¿Algo hice mal y este es el resultado?
Es sumamente difícil
para un padre enfrentarse a la triste realidad que la criatura adorada se
encuentra ahora dominada por la destructiva enfermedad del alcoholismo y la
drogadicción. El amor de los padres tiende siempre a verla como la niña, o
niño, que una vez fue.
Si este es su caso, trate de darse cuenta cabal de
ACEPTAR EL HECHO, que su hijo está enfermo. Los médicos,
psicólogos, trabajadores sociales, y otros profesionales que han dedicado su
vida entera a ayudar a los adictos, reconocen la adicción como una verdadera
enfermedad, tan real como la diabetes o la tuberculosis.
Es una enfermedad
crónica que puede ser controlada pero no curada. La única esperanza del adicto
para encontrar una vida útil y satisfactoria, es que deje de consumir para
siempre. El menor sorbo de licor es lo suficiente para reavivar, en toda su
intensidad, la infernal llamada del alcoholismo y drogadicción.
Si la hija o hijo
adicto vive en casa, es muy probable que la experiencia de convivir con su
comportamiento adictivo día tras día, le haya enfermado a Ud. Espiritualmente.
Porque a diario, vive alerta a los inciertos pasos de sus idas y venidas; a la
llave que se eterniza encontrar su destino para abrir la puerta, al mensaje que
puede traer la noticia de un accidente o una tragedia. Todo esto acaba por
llenarle de un continuo temor y le hace perderlas esperanzas.
Si el hijo es casado y
tiene familia y casa, vive usted preocupado por el afecto que sus acciones
tiene sobre la esposa y los nietos. Tal vez se ha visto obligado a asumir la
responsabilidad de mantenerlos, aun a costo de gran sacrificio personal. Esto equivale
INDIRECTAMENTE, a relevarlo de una responsabilidad que propiamente es de
.él.
Muchos padres llegan
al extremo de culpar al cónyuge por la adicción de su hijo. No importa cuáles
sean las circunstancias de ese hogar, jamás se le puede echar la culpa al
esposo o esposa. El adicto consume porque esta enfermo.
La única manera que Ud. Puede ayudar a este adicto
compulsivo es enfrentándose a las siguientes realidades:
Es imposible que el
controle sus consumos o dosis por un acto de voluntad
Es posible que lo
obligue a controlarlos, y sea con consejos o con regaños, tratándolo bien o
tratándolo mal.
Lo mejor que puede
hacer es darse cuenta y aceptar que Ud. No tiene derecho de criticar, regañar o
exigir la sobriedad de este ser adulto por ser su hijo, más que si fuera un
extraño. La única manera en que lo puede ayudar es convencerse que tiene que
otorgar la completa libertad de sus propias acciones.
Mientras persista en
sacarlo de apuros, un y otra vez, le está negando el derecho que él tiene a la
libertad de sus propias acciones.
Si Ud. sigue
protegiéndolo, si sigue resolviendo sus problemas causados por sus consumos,
Ud. le está haciendo un gran daño.
Cierto que no hacerlo
es, para los padres, muy difícil y muy doloroso “Es nuestra carne y hueso” gime
la madre, ¿Cómo podemos abandonarlo? Y ¿Quién velara por él si no lo hacemos
nosotros?
Pero la responsabilidad no es de Uds., a nadie le
corresponde la responsabilidad de los consumos de alcohol y drogas de otras
personas, más que a la persona misma.
No se avergüence ni se
sientan culpables los espectadores, sin ofrecer una palabra de consejo o
protesta, mientras la esposa pide ayuda profesional, aun cuando sea de la
policía. Revelar el problema, haciendo un lado todos los tapujos, muy a menudo
es la forma de inducir una crisis que impulsa al adicto a desear buscar ayuda
para sí mismo.
Es muy probable que
jamás se dirija a un Centro de Ayuda por complacerles a Uds., pero si ve en
peligro su propio hogar y teme perder a su esposa e hijos, entonces es muy
probable que dé el primer paso para recobrar la sobriedad.
Lo que Ud. se imagina
es su deber y su hondo cariño, sencillamente retrasa el día del “Juicio Final”
con el cual al fin y al cabo, tendrá que enfrentarse él solo.
Si verdaderamente lo ama,
su amor tiene que ser suficientemente grande para concederle la libertad de
buscar su propia salvación. No olvide que además de ser su hijo, primero es una
persona adulta y libre.
Si en vez de
protegerlo, obligarlo o intervenir, Ud. se limita a entregarle a él su
autonomía y confianza, le prestara la mejor ayuda para que encuentre el sendero
hacía la salud y la sobriedad. Con gran frecuencia, la mano que lo guiara por
ese sendero será la mano curativa de los profesionales.
También puede ayudarlo
adquiriendo conocimiento de todas las otras fuentes de ayuda, tales como los
centros de información adictiva, médicos y servicios sociales, entendidos en
esta enfermedad. De esta manera, el momento adecuado lo podrá dirigir a una de
ellas.
Este momento solo se
presenta cuando él cae en un profundo abismo de desesperación respecto a sus
borracheras y drogas, en el cual admite, de su propio fuero, que ya no las
puede controlar y declara que necesita y pide ayuda para hacerlo.
Si acepta ayuda,
alégrese. Porque el profesional puede hacer lo que ningún padre,
Ninguna madre o esposa
o hijos pueden. Los miembros de los centros de ayuda, comprenden su problema.
No trate de participar en su lucha hacia la sobriedad, no intervenga salvo con
las indicaciones que se le dan, déjele el campo abierto. Y no se aflija si
falla una, dos o más veces. Su terapeuta sabe cómo ayudarlo.
No importa cuál sea su
participación individual, demostrara su verdadero cariño y comprensión hacia su
hijo, soltando las riendas y no interviniendo.
Este es el verdadero
amor.
Aun, con las mejores
intenciones, cuando tolera, consiente y aguanta sin fin, en vez de hacerle un
bien, le causa un gran daño. Lo que es más el adicto muy a menudo, sabe
intuitivamente que Ud. le está haciendo un daño, lo consiente, protege o
interviene en su vida.
El día que, al fin,
impulsado por su propio e inaguantable sufrimiento, se rescate él mismo de las
pesadas cadenas de su adicción agradecerá el haber contribuido para que le
fuera posible encontrar las propias fuerzas y valor para dar ese primer paso.
Por eso “suelte las
riendas” y no siga retrasando el día feliz en el que él pueda comenzar a
rehabilitar su vida. Su necesidad suprema es libertada para encontrar, por si
mismo, el verdadero significado y propósito de su existencia.
Mientras tanto para
que Ud. no pierda el ánimo y encuentre una medida de tranquilidad únase y
asista a las reuniones de los grupos de familia que le queden cercanos.
Comparta con los otros miembros sus sentimientos y experiencias, que ellos le
comprenderán mejor que nadie, puesto que conviven con los mismos problemas. Al
mismo tiempo le ofrecerán valiosa ayuda, información y orientación, que le
permitirán recobrar las esperanzas y mantener el valor y las fuerzas necesarias
para enfrentarse a ese problema.
Los grupos de
familiares de adictos. Se reúnen para discutir sus problemas en común y
compartir sus experiencias, guiados por un profesional y con el buen criterio
que adquieren al informarse y aprender a tratar a sus hijos enfermos. De esta
manera, se ayudan a comprender entre si el Problema con que se enfrentan y les
es posible tratar de resolverlos constructivamente.
Cuando aprenden y aceptan que son impotentes ante la
adicción de sus seres queridos y que su cambio de actitud, con frecuencia
impulsa al adicto a buscar ayuda para sí mismo
El objetivo básico es
ofrecer consuelo y esperanza a los familiares y amigos de los enfermos adictos.
Autora: Victoria
Meléndez López Asociación: ESPERANZA Y VIDA
GRACIAS A TODAS ESAS
PERSONAS QUE HACEN POSIBLE ESTE TRABAJO…ES LA ESPERANZA DE LOS PADRES, MUJERES,
HOMBRES, HIJOS, HIJAS, MUCHOS ÁNIMOS PARA SEGUIR EN LA LUCHA DIARIA DE LAS
ADICIONES…MI MAS SINCERA ENHORABUENA A ESTA ASOCIACIÓN, Y TODOS LOS QUE
TRABAJAN CON ESTA ILUSIÓN.(ES ADMIRABLE)…
Mari-Carmen.