En tu memoria mi amado hijo Adrián
Por
T N Sethumadhavan
La vida es una creación. ¿Pero simplemente estamos
desempeñando el papel que ya ha sido creado para nosotros, o podemos crear
nuestras propias páginas en cualquier capítulo de la vida? ¿Podemos determinar
nuestro destino o el destino nos determina? Las opiniones difieren. Sin
embargo, la pregunta sigue siendo: ¿cuánto podemos controlar realmente en
nuestras vidas?
El único tema que casi todas las
religiones proclaman se cristaliza en estas palabras: "La voluntad divina
es mejor" (ishvarechcha gariasi) para los
hindúes; "Hágase tu voluntad" para los cristianos; "Si Dios
quiere" (Inshallah) para los musulmanes, o para ponerlo en las
palabras del Buda: "Los acontecimientos suceden, las acciones se llevan a
cabo, pero no hay ningún hacedor individual".
Uno de los mayores y eternos debates de la historia de
la humanidad es el papel que juega el destino en la vida de los seres humanos.
Hubo un tiempo en que era casi un hecho aceptado de la vida que cada uno de los
acontecimientos estaba gobernado por el destino de los seres humanos. Con el
advenimiento de la ciencia moderna y el desarrollo tecnológico la importancia
del papel del destino como un concepto ha sido erosionado y hoy es considerado
como una fe ciega sin ninguna racionalidad detrás de ello. La mayoría de las
llamadas personas exitosas y progresistas no se adhieren a la supremacía del
destino y enfatizan el libre albedrío del hombre en la formación de su propia
vida.
Diferentes
puntos de vista
Hay tres principales corrientes de pensamiento sobre
el tema que estamos discutiendo.
1. La opinión más frecuente parece ser la que dice que
no hay nada llamado destino o fatalidad. Esta línea de pensamiento dice que los
seres humanos tienen la opción de tomar decisiones utilizando su libre albedrío.
Todos nuestros éxitos, fracasos y acciones se rigen por las decisiones que
tomamos. Si tomamos las decisiones correctas y actuamos en consecuencia, nadie
nos puede impedir que logremos lo que queremos. Si fallamos, debe ser debido a
algo que ha ido mal debido a nuestras propias deficiencias.
En esta línea de pensamiento, el destino es
considerado una superstición en el peor de los casos y en el mejor de los casos
se puede considerar como un sistema de defensa psicológica para hacer frente a
los fracasos en la vida, ya que nunca estamos dispuestos a aceptar que somos
nosotros los responsables del fracaso debido a una mala planificación, a la
falta de esfuerzo en la dirección correcta o al fracaso absoluto en juzgar
correctamente las realidades.
Esta teoría deja muchas preguntas de la vida sin
respuesta. Por ejemplo, no responde a la cuestión de las diferencias entre
personas diferentes en el momento de su nacimiento. ¿Por qué uno nace de padres
ricos y otro de pobres? ¿Por qué algunos niños nacen saludables y otros
enfermos o lisiados de alguna manera? Y otras preguntas similares.
2. La segunda escuela de pensamiento dice que somos
libres para dar el primer paso, pero tan pronto como lo damos, nuestro segundo
paso se convierte en inevitable y predecible. Nos vemos obligados por las
diferentes leyes de la vida que gobiernan el resultado de un acto.
Por ejemplo, digamos que vamos a plantar
un árbol. Mientras no lo hayamos hecho, tenemos muchas opciones. Podemos elegir
no plantar la semilla en absoluto. Podemos elegir el tipo de árbol que deseamos
que crezca, etc. Pero una vez que hemos tomado esa decisión y actuado sobre
ella, nuestra libertad se ve limitada por muchas causas. Si plantamos un mango,
entonces no importa lo que hagamos, no podemos obtener otra fruta que el mango
de ese árbol. No podemos garantizar que la semilla que acabamos de plantar
crezca hasta convertirse en un gran árbol sano. También puede suceder que el
árbol crezca, dé fruto, pero no podamos probar ni un solo fruto debido a varias
razones. En otras palabras, nuestra libertad se limita a las acciones que
tomamos pero no al resultado de esas acciones. Esto es lógico porque el
resultado de cualquier acto depende de muchos otros factores sobre los que no
tenemos control. Es por eso que incluso los mejores planes de las personas más
poderosas e inteligentes terminan en un completo fracaso y caos total. Este
concepto se llama "Ley del Karma". La palabra karma significa: kar = acciones, ma = mi, es
decir, "Mis acciones".
Karma es un término general para los
procesos por los cuales las impresiones se forman e imprimen en el campo de la
mente para dar ciertos frutos en una estricta aplicación de la ley de causa y
efecto. La teoría del Karma común en muchas religiones orientales indica que
hay un sistema de contabilidad universal en el cual cada individuo debe
experimentar las consecuencias de todas sus acciones (Karmas). Ninguno de nosotros, no importa lo rico,
poderoso o influyente que sea en el mundo, puede evitar enfrentarse a estas
consecuencias. Nuestras vidas y nuestro destino son creados por la suma total
de estas consecuencias, buenas y malas. La personalidad con la que hemos
nacido, la forma en que miramos, los padres de los que hemos nacido, la
religión y el país al que pertenecemos, nuestras relaciones, han sido creados
por las consecuencias de las acciones realizadas en alguna vida pasada.
El Karma se manifiesta a través de
los samskaras (vasanas) o
impresiones acumuladas en nosotros. Cada pensamiento, palabra y obra crea
un samskara o impresión que nos altera y finalmente
cambia nuestro destino. Como nuestros pensamientos crean nuestras vidas, el
karma comienza con los pensamientos. Los buenos pensamientos generan buen karma
mientras que los malos pensamientos o negativos cosechan mal karma. El karma
bueno o malo está determinado por nuestra motivación. El mismo acto puede
generar karma bueno o malo dependiendo de la razón por la que lo estamos
haciendo. Dar comida a un mendigo por compasión o dársela para deshacernos de
comida vieja, tendrá consecuencias diferentes.
En las filosofías orientales como el
hinduismo o el budismo, el concepto de reencarnación ocupa un lugar
preeminente. Dice que todos seguimos tomando nacimiento tras nacimiento. Este
ciclo de nacimiento y muerte ha continuado desde la eternidad y continuará
repitiéndose hasta que un ser humano alcance la "iluminación", que es
el objetivo último de la vida (purushartha). Este
estado de iluminación ha sido descrito de manera diferente por diferentes
sabios. Algunos lo han llamado Auto-Realización, otros lo han llamado
Auto-Actualización. También se conoce como alcanzar Moksha, el Nirvana o
Kaivalya. Sólo cuando uno lo logra, uno puede deshacerse de los grilletes que
le atan a este ciclo implacable de nacimiento y muerte.
Por lo tanto, el karma va de la mano con la
reencarnación, ya que el renacimiento es el medio para agotar todas las
consecuencias de nuestro karma. Nuestro presente ha sido creado por nuestro
pasado y nuestro futuro está tomando forma a través de cada momento que vivimos
― a través de cada pensamiento, palabra y acción.
El Bhagavad Gita ha
venido defendiendo el nishkama karma ―la acción sin deseos― desde tiempos
inmemoriales. Dice: "Tu elección está en la acción solamente, nunca en el
resultado de ella. No seas el autor del resultado de la acción. No dejes que tu
apego sea la inacción." (2-47)
La teoría de la reencarnación también
afirma que las consecuencias de las acciones (Karma Phala) no
necesariamente deben ser experimentadas en la vida presente; pueden ser transferidas
a vidas futuras. Debido a esto, se han postulado varias subdivisiones del
Karma. La clasificación siguiente es común a muchas escuelas de pensamiento
hindúes.
·
Sanchita
Karma. El almacén que acumula los resultados
finales kármicos sin agotar de nacimientos anteriores.
·
Prarabdha
Karma. Esa parte del Sanchita Karma que
empezó a dar sus frutos y debe ser resuelto en la vida presente. Prarabdha se
traduce a menudo como destino.
·
Agami
Karma. Las consecuencias del nuevo Karma que
es generado en la vida presente a causa de las acciones actuales y que es
arrastrado a vidas futuras.
Esta teoría implica que todos los acontecimientos
están predestinados. No hay nada llamado libre albedrío. Todos somos como
instrumentos en algún gran diseño y nada más. Todos nuestros pensamientos y
acciones están predestinados.
3. La tercera escuela sostiene que tanto
el destino como el libre albedrío trabajan juntos en las actividades humanas.
Dice que el libre albedrío no es exclusivo sino que está incluido en el
destino. La filosofía hindú no acepta enteramente ninguna teoría, a saber,
destino o libre albedrío. Si el destino es el único factor decisivo, ¿cómo es
posible entonces que las semillas para los futuros nacimientos puedan sembrarse
en el presente nacimiento, que depende del libre albedrío? Si no se toma
ninguna iniciativa en la vida y todo se deja al destino es un mero escape de la
responsabilidad de realizar nuestros propios deberes y es fatalismo. El Bhagavad
Gita reitera que nadie puede permanecer sin realizar acciones, ni
siquiera por un segundo. Por otro lado, si el libre albedrío absoluto va a ser
el factor determinante, ¿por qué muchos de nuestros esfuerzos resultan en
fracasos a pesar de los esfuerzos sinceros y honestos mientras muchas otras
acciones tienen éxito donde no se hacen esfuerzos sinceros?
Esto nos lleva a la siguiente pregunta ¿cuál es este
destino y puede ser alterado por la pura fuerza del libre albedrío humano?
Para encontrar una respuesta a esta
pregunta debemos comenzar con la premisa de que hay algún propósito en la
creación del universo y que todo dentro de él trabaja de acuerdo con una
secuencia preestablecida en la que no hay caos y el hombre es sólo un pequeño
componente de toda la maravilla. El propósito de la vida humana en este esquema
de cosas es hacer que el hombre sea perfecto y así liberarse del ciclo de
repetidos nacimientos y muertes (moksha).
La
opinión de los sabios y las escrituras:
Bhagavan Ramana Maharshi
Sri Ramana
Maharshi acepaba la validez de las leyes del Karma, pero dijo
que sólo eran aplicables mientras una persona se imaginaba que estaba separada
del Ser. En este nivel (el nivel del ajnani o del
ignorante), dijo que los individuos pasarían por una serie de actividades y
experiencias pre-ordenadas, todas las cuales son las consecuencias de actos y
pensamientos anteriores. Dijo que cada acto y experiencia en la vida de una
persona está determinada al nacer y que la única libertad que tiene es darse
cuenta de que no hay nadie actuando ni nadie experimentando. Sin embargo, una
vez que uno realiza el Ser (o Sí mismo), no queda nadie que experimente las
consecuencias de las acciones y por lo tanto toda la estructura de las leyes
kármicas se vuelve redundante.
Sri Ramana Maharshi dejó claro que si el
agente, de quien depende el Karma, es decir el ego, que subsiste entre el
cuerpo y el Sí mismo, se funde en su fuente y pierde su forma, ¿cómo puede
sobrevivir el Karma, que depende de él ? Él dice que cuando no hay
"yo" no hay Karma. La esencia del Karma es conocer la verdad de uno
mismo indagando "¿Quién soy yo, el hacedor, que empieza a hacer Karmas?" A menos que el hacedor de Karmas, el ego, sea aniquilado a través de la
indagación, no se puede lograr la paz perfecta de la felicidad suprema, que es
el resultado del Karma Yoga.
A la pregunta "¿Existe tal cosa
como el libre albedrío?" Sri Ramana Maharshi reponde con la pregunta: ¿De
quién es el albedrío? Siempre que exista el sentido de "hacedor",
existe el sentido del disfrute y de la voluntad (o albedrío) individual. Pero
si se pierde este sentido a través de la práctica de la auto-indagación (Vichara) y uno se vuelve auto-realizado, la voluntad
divina actuará y guiará el curso de los acontecimientos. Él aclara que el libre
albedrío se mantiene sólo en asociación con la individualidad. Todas las
Escrituras se basan en esta idea y por lo tanto nos aconsejan dirigir el libre
albedrío hacia metas correctas.
A la pregunta "Si lo que está destinado a suceder
sucederá ¿hay alguna utilidad en la oración o el esfuerzo o debemos permanecer
inactivos?" Ramana Maharshi dice: Sólo hay dos modos de vencer al destino
o quedar al margen de él. Uno es investigar a quién pertenece ese destino y
descubrir que el único limitado por el destino es el ego y no el Sí mismo, y
que el ego es inexistente.
"El destino es el resultado de la
acción pasada, concierne al cuerpo. Deje que el cuerpo actúe como le convenga,
¿por qué se interesa por él? ¿Por qué le presta atención? Si algo sucede,
sucede como resultado de acciones pasadas, de la voluntad divina y otros
factores". Esta idea está incrustada en el término común "namaste" que usamos en nuestras
interacciones sociales cotidianas. Esta palabra puede ser dividida en na+ma+te+astu significando así "Yo no
soy" (na ma) "Tú eres" (te astu)
implicando una completa eliminación de la noción de "Yo-idad" y
"Mio-dad" y rendirse a "Tú ― El Señor Supremo".
"El otro modo es aniquilar al ego por una
completa entrega al Señor, realizada personalmente por medio de esta continua
repetición: "No yo, sino Tú, Señor". De ese modo, liquidas todo
sentimiento de "yo" y "mío", y dejas que el Señor haga lo
que quiera contigo. La entrega no puede considerarse completa mientras el
devoto reclame al Señor esto o aquello. La verdadera entrega es amor a Dios,
sólo por amor y nada más, ni siquiera por el deseo de liberación. En otras
palabras, para vencer al destino, se requiere la negación absoluta del ego, y
esa negación puedes conseguirla por medio del Jnana Marga (auto-indagación) o
por medio del Bhakti Marga (sendero de devoción)."
La súplica del elefante en Gajendra Moksha y de
Draupadi cuando estaba siendo humillada en la corte abierta de Duryodhana en
presencia de su esposo y otros ancianos son ilustraciones de entrega absoluta
al Señor.
Sri Ramakrishna Paramahamsa
Sri Ramakrishna también
se hace eco de un pensamiento similar. Cuando su discípulo le preguntó si somos
realmente libres para hacer lo que nos plazca, él respondió: "Todo depende
de la voluntad de Dios, el mundo es Su obra, ha creado todas estas cosas
diferentes ― grandes y pequeñas, fuertes y débiles, buenas y malas, virtuosas y
viciosas ... Esto es todo Su maya, Su deporte ... Debes haber observado que
todos los árboles de un jardín no son del mismo tipo."
"Mientras un hombre no haya realizado a Dios, él
piensa que es libre. Es Dios mismo quien evita el error en el hombre. De lo
contrario el pecado se habría multiplicado. El hombre no habría tenido miedo
del pecado y no habría sido castigado por eso."
"¿Pero conoce usted la actitud de
alguien que ha realizado a Dios? Tal persona siente: Yo soy la máquina y Tú, Oh
Señor, eres el Operador. Yo soy la casa y Tú eres el Morador. Yo soy el carro y
Tú eres el Conductor. Yo me muevo cuando Tú me mueves. Yo hablo cuando Tú me
haces hablar. El deseo de argumentar (que es muy poderoso en el estado de ajnana) desaparece cuando un hombre alcanza la
sabiduría."
El Bhagavad Gita
El Canto Celestial nos dice: Las fuerzas de la
Naturaleza hacen todas las obras. Pero debido a la ilusión de la ignorancia las
personas asumen que ellas mismas son el hacedor. (3.27) El que conoce la verdad
sobre el rol de las fuerzas de la Naturaleza de hacer la obras no se apega a
ellas. Tal persona sabe que las fuerzas de la Naturaleza son las que realizan
su obra utilizando nuestros órganos como sus instrumentos. (3.28) El sabio que
conoce la verdad piensa: "No hago absolutamente nada". Al ver, oír,
tocar, oler, comer, caminar, dormir, respirar; y al hablar, dar, tomar, así
como al abrir y cerrar los ojos, el sabio cree que sólo los sentidos están
operando sobre sus objetos. El que percibe que todas las obras son hechas por
los poderes de la Naturaleza material comprende verdaderamente, y por lo tanto
no se considera a sí mismo como el hacedor. (13.29)
Así como la respiración, el parpadeo y los procesos
similares son automáticos y el hombre no reclama ninguna autoría para ellos,
siendo consciente de los procesos sólo cuando la enfermedad o causas similares
le afligen, de manera similar, todas sus actividades deben ser automáticas, sin
que se arrogue para sí mismo la autoría o la responsabilidad de las mismas. Un
hombre caritativo ni siquiera sabe que está haciendo actos de caridad, es su
naturaleza hacerlos, no puede evitarlo. Este desapego sólo puede provenir de un
esfuerzo incansable y de la gracia de Dios.
El Gita pone énfasis en que la obra es una función de
la naturaleza y depende de la gracia de Dios para su éxito. Dice: "Voy a
declararte, ¡oh Armipotente Arjuna!, aquellos cinco factores que según la
filosofía Sankhya requiere el cumplimiento de toda acción. La sede (el cuerpo)
de la acción, el hacedor (ego), los diversos órganos de los sentidos de
percepción, las diferentes funciones de los órganos de las acciones y también
las Deidades presidenciales. Cualquier acción que un hombre realiza mediante su
cuerpo, palabra y mente, ya sea correcta o lo contrario, estas cinco son sus
causas." (18.13-15)
El concepto de obra se analiza en estos versículos.
Cuando se le dijo que la acción puede hacerse sin deseos egocéntricos y sin
apego a sus frutos la pregunta que le sigue es qué es lo que constituye la
acción o la obra.
Sri Krishna dice que hay cinco aspectos de la acción o
cinco divisiones de la obra. Los cinco componentes de la acción son:
1.
El cuerpo ―Adhishthaanam― el
portal para la entrada y existencia de los estímulos.
2.
El ego ―Karta― que busca el
cumplimiento de la acción a través del cuerpo.
3.
Los órganos de percepción ―Karanam― a través de los cuales la personalidad
interior entra en contacto con el campo del disfrute y la satisfacción.
4.
Los órganos de acción y
5.
Las deidades presidenciales de los
órganos de percepción que los hacen funcionar correctamente.
Las deidades representan el factor no humano que
interfiere y elimina el esfuerzo humano. En todas las acciones humanas hay un
elemento impredecible que comúnmente se llama suerte o factor X en el lenguaje
moderno o tradicionalmente como destino o fatalidad o la fuerza acumulada por
los actos de las vidas pasadas. Se llama aquí daiva. La tarea del hombre es
sólo plantar la semilla, pero recoger la cosecha está en manos diferentes a las
suyas.
El Ramayana de Valmiki
Encontramos más o menos las mismas ideas
también en el Ramayana de Valmiki. (2/22/13-24) Cuando Sri
Rama fue desterrado al bosque Lakshmana se enojó mucho cor Kaikeyi y comenzó a
reprenderla fuertemente. Sri Rama pacificaba a Lakshmana diciéndole que Kaikeyi
no era responsable de su destierro y echó toda la culpa a su propio destino. La
disertación de Sri Rama aquí sobre el rol de la Voluntad Divina en las vidas
humanas son gemas del proceso de pensamiento valmikiano y una obra maestra del
Vedanta.
Él dice: "Oh Lakshmana, con mi partida al bosque
vestido con la corteza de los árboles y la piel de ciervo, con mechones de
cabellos enmarañados, la mente de Kaikeyi se quedará en reposo. Seguramente no
ofendería a la Providencia el pasar por alto Su propósito, puesto que ha sido
Ella la que que ha plantado en la mente de Kaikeyi esta idea de enviarme al
exilio a través de las maquinaciones de Manthara. Por consiguiente voy a entrar
en el bosque, que no haya retraso en esto."
"Sólo la intervención divina debe ser considerada
como la responsable de enviarme al exilio, así como de quitarme el reino de
Ayodhya que se me ofreció. No ha sido más que por incitación de la Providencia,
¿cómo pudo la decisión de perseguirme y desterrarme en el bosque entrar en la
mente de Kaikeyi, mi propia madre? Oh hermano, sé consciente.
"Como tal no puedo mantener otra cosa que no sea la voluntad de la
Providencia la responsable de que ella prevaleciera ante el rey urgiéndole con
palabras mordaces para que detuviera mi instalación y me enviara al bosque.
¿Cómo si no podría ella, una princesa de actitud amable y poseedora de raras
cualidades de cabeza y de corazón, hablar como una mujer cruel en presencia de
su marido con palabras destinadas a atormentarme?"
"Lo que no se puede prever es seguramente un
decreto de la providencia y no puede ser anulado por ninguno de entre los seres
creados. Por lo tanto, es evidente que por la voluntad de la Providencia o por
el destino lo inesperado me ha sucedido a mí tanto como a ella. Una vez más,
¿quién puede atreverse a desafiar al destino, del cual no se puede encontrar
otra indicación que las consecuencias del acto mismo? La alegría y el dolor, el
miedo y la ira, la ganancia y la pérdida, el nacimiento y la muerte, y cualquier
experiencia similar que llegan a un individuo en particular, es indudablemente
obra de Providencia."
"Fuertemente impulsados por el destino, incluso
los sabios que practican austeridades severas son extraviados dejando a un lado
la moderación y son arruinados por la lujuria y la ira. En realidad no es otra
cosa que un acto del destino que de forma inesperada y sin motivo ostensible
crea obstáculos a una acción iniciada con preparaciones hercúleas. Una vez más,
es de conocimiento común que se obtiene una ganancia inesperada de fortuna con
poco esfuerzo, prácticamente sin recursos. Ese es el destino."
Las discusiones anteriores revelarían que el universo
tiene un propósito, reglas y desafíos. Nadie está aquí por accidente; todos
estamos aquí para vivir el propósito de nuestra vida, aprender de la
experiencia y andar el camino. Ninguna vida es inútil, todo tiene que ver con
la progresión, el aprendizaje y la sucesión a un nivel superior ― algo que
incluso trasciende el tiempo de una vida física porque nuestra alma vuelve para
continuar la progresión.
Este es nuestro KARMA, el gran plan para nuestras
vidas ―los créditos y débitos, lo bueno y lo malo― el camino que debemos
recorrer.
Considera nuestro camino destinado como una ruta a
través de un laberinto. El laberinto representa todos los desafíos y
recompensas posibles, todos los altibajos y todas las personas que están
destinadas a entrar en nuestras vidas para traernos felicidad o conflicto.
Dentro de ese marco del laberinto tenemos libre albedrío.
En cualquier momento podemos girar a la izquierda o a la derecha, seguir recto
o regresar. Como seres humanos con frecuencia tenemos la ilusión de que la vida
es totalmente de libre albedrío. Después de todo podemos elegir qué vestir, a
dónde ir, con quién casarse y qué color queremos para nuestro vestido, etc.
Pero en muchas cosas no tenemos en el fondo ninguna elección. Nuestro
"libre albedrío" y el destino están fundamentalmente entrelazados por
el hecho de que nuestra existencia está dentro del marco predefinido del karma
―el laberinto― el entramado del camino desde el nacimiento hasta la muerte y
finalmente al renacimiento.
La pregunta de si el destino o el libre albedrío es
superior no puede ser contestada en un formato "o esto/o lo otro". No
es esto o aquello, sino ambos. Tenemos tanto la posibilidad del libre albedrío
como también la predeterminación al mismo tiempo. Esto se puede aclarar con una
ilustración.
Imagina un escenario donde un búfalo está atado por una cuerda larga a un poste
fijado al suelo en un campo abierto. Tiene la libertad de estar cerca del poste
o ir a toda la extensión de la cuerda o sólo ir hasta una cierta longitud de la
cuerda. Su libre albedrío se limita a la extensión de la longitud de la cuerda
y si es muy fuerte puede incluso romper la cuerda y escapar de la esclavitud.
En esta ilustración el búfalo que está
atado por la cuerda es el prarabdha karma; el
ir a toda la extensión de la cuerda o permanecer cerca del poste es su libre
albedrío; la ruptura de la cuerda por su esfuerzo y fuerza superiores es la
ruptura del prarabdha o la obtención de la
salvación o moksha (liberación) del samsara a través de la Sadhana.
¿No es entonces que toda la cuestión se
queda sin respuesta cuando nos preguntamos, Quién es el que ejerce el libre
albedrío? ¿El ser humano o el omnipotente Paramatman, el Sutradhar, el manejador de las cuerdas de nosotros los
títeres, que erróneamente damos por hecho que somos dueños de nuestras vidas?
El destino es como si fuera el balance de los activos (virtudes) y los pasivos
(pecados) de una persona sobre una serie de nacimientos pasados. Por lo tanto,
es imposible saberlo de antemano. Pero el objetivo del esfuerzo humano sólo
puede ser liberarlo de los lazos de su karma, induciendo en él la sabiduría y
la ecuanimidad.