En tu memoria mi amado hijo Adrián
En 1970, el Dr. Benjamin
Libet reconocido fisiólogo de la Universidad de California,
realizó un experimento que
originó un intenso debate acerca del problema del libre albedrío. Hasta el día
de hoy estas investigaciones son la piedra de tranca para los que defienden la
idea de que el hombre es dueño de sus acciones. El Dr. Libet conectó un
electrocardiograma (EEG) a un grupo de voluntarios solicitándoles que movieran
sus manos cuando ellos así lo desearan. Los EEG reportaron la activación en el
cerebro de conexiones asociadas con esos movimientos. La sorpresa que arrojó
este experimento fue que esas conexiones se registraron medio segundo “antes”
del momento en que el sujeto decidía conscientemente iniciar el movimiento.
Estudios
como estos se han repetido innumerables veces con los mismos resultados
poniendo en evidencia cómo la “decisión” de iniciar el movimiento es tomada por
el cerebro antes que nosotros la tomemos. Esto quiere decir que hay una
inversión en la percepción del movimiento y la decisión misma: primero aparece
la percepción del movimiento por parte del cerebro y luego la decisión, a
diferencia de lo que se suponía de que primero surge la decisión conciente por
parte del sujeto y luego la percepción del movimiento por el cerebro. Esto
implicaría que los procesos neurológicos inconscientes son anteriores y
preceden decisiones conscientes y totalmente espontáneas. Son éstos los que en
realidad “causarían” los actos a voluntad. La decisión vendría a ser por tanto
totalmente inconsciente a pesar de que nosotros creyéramos lo contrario.
Las
implicaciones filosóficas de estos experimentos son importantes. Si esto es así
como Libet demostró, si el cerebro ya ha tomado los pasos necesarios en iniciar
una acción “antes” de que nosotros siquiera estemos conscientes del deseo de
realizarla, los procesos inconscientes y no la conciencia, serían los
verdaderos iniciadores de los actos volitivos por lo que no podríamos hablar de
libre albedrío como tal.
Ante
la controversia que estas conclusiones trajeron a raíz de estos experimentos
Libet indicó que el único libre albedrío del que se pudiera hablar es el
de la capacidad que tenemos de “vetar” la decisión del cerebro. Hasta cierto
punto afirmó podemos evitar realizar la acción sugerida por el cerebro, por
ejemplo cuando vetamos nuestro deseo de comernos un dulce apetitoso.
El
problema con estas discusiones es que deben comenzar por clarificar cómo es o
quién es este sujeto que toma las decisiones o si se puede en primer lugar
hablar de un sujeto, de un “self” como tal. La idea del libre albedrío está
directamente vinculada a la noción de sujeto, si no puede hablarse de un “self”
no tiene sentido hablar de libre albedrío, no hay nadie que decida ni nada que
decidir.
De cualquier manera estos resultados son
un ataque contundente a la noción de libre albedrío. Los que defienden esta
postura sostienen que el libre albedrío no es más que una ilusión. Creemos que
decidimos cuando en realidad esta decisión ya fue tomada de antemano sin
nuestro consentimiento. Como sostiene el Dr. Wegner de la Universidad de
Harvard: “El libre albedrío es una ilusión, una ilusión muy
persistente”, sostiene, comparándola con el truco del mago que ha sido visto
una y otra vez. “A pesar de que sabemos que es un truco, caemos siempre en la
trampa y nos dejamos engañar”.
Una vez Isaac Bashevis
Singer comentando sobre el tema del libre albedrío dijo lo
siguiente:
“Claro
que creo en el libre albedrío. ¡No tengo otra opción!”
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