Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤ Honrando la memoria de mi hijo: recordando su vida y su luz.❤ Perder a un hijo es una de las experiencias más dolorosas que una madre pueden enfrentar. Es un dolor desgarrador, que deja un vacío en el corazón que nunca se podrá llenar. Sin embargo, a pesar de esta gran pérdida, siempre habrá una forma de honrar su memoria y mantener vivo su legado.❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤

domingo, 24 de febrero de 2019

La médica y psiquiatra suiza asegura que “la muerte no es un fin, sino un radiante comienzo”.


Honro tu memoria, mi amado hijo Adrián.
La doctora suiza Elizabeth Kübler-Ross se convirtió en una de las mayores expertas mundiales sobre la instancia de morir, al implementar modernos cuidados paliativos e investigar las experiencias cercanas a la muerte, espantando a sus colegas con una afirmación: existe vida después del fallecimiento.
Graduada en Psiquiatría en EEUU y con 23 doctorados honoríficos, se dedicó a estudiar miles de casos en todo el mundo de personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas otra vez a la vida.
“El primer caso que me asombró fue el de una paciente que estuvo clínicamente muerta en un hospital. Se vio deslizar fuera de su cuerpo y flotó por encima de su cama. Nos contaba, con humor, cómo miraba su cuerpo extendido, que le parecía pálido y feo. Estaba sorprendida, pero no asustada. Contó cómo vio llegar al equipo de reanimación y nos explicó quién llegó primero y quién último. No sólo escuchó cada palabra de la conversación, sino que pudo leer los pensamientos de cada uno. Tenía ganas de interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba bien, pero pronto comprendió que no la oían. Ella decidió detener sus esfuerzos y perdió su conciencia. Fue declarada muerta 45 minutos después de empezar la reanimación, y dio signos de vida después, viviendo todavía un año y medio más. Mucha gente abandona su cuerpo en una reanimación o intervención quirúrgica y observa dicha intervención”.
Todos pasamos por malos momentos. Solo puedo decir que hacerse la víctima no ayuda. Mi consejo a estas personas es que, sin presionarse, salgan de su papel de víctimas.
“Las personas fallecidas siguen oyendo”
Kübler-Ross añade que “otro caso dramático fue el de un hombre que perdió a sus suegros, a su mujer y a sus 8 hijos, carbonizados luego de que su furgoneta chocara con un camión. Cuando el hombre se enteró del accidente permaneció semanas en estado de shock, no volvió a trabajar, no hablaba con nadie, intentó refugiarse en el alcohol y las drogas, y terminó tirado en una cuneta, en el sentido literal de la palabra. El último recuerdo que tenía de esa vida que llevó durante 2 años fue que estaba acostado, borracho y drogado, sobre un camino sucio que bordeaba un bosque. Sólo tenía un pensamiento: no vivir más y reunirse con su familia. Tirado en ese camino, fue atropellado por un vehículo. En ese momento se encontró a sí mismo algunos metros por encima del lugar del accidente, mirando su cuerpo herido en la carretera. Entonces apareció su familia ante él, radiante de luminosidad y amor, con una feliz sonrisa en cada rostro. Se comunicaron con él sin hablar, por transmisión del pensamiento, y le hicieron saber la alegría que el reencuentro les proporcionaba. El hombre nos dijo que quedó tan turbado frente a la belleza de sus seres queridos y de la aceptación de ellos de su actual vida, que juró no seguirlos, sino volver a su cuerpo terrestre para comunicar al mundo lo vivido, y de ese modo reparar sus tentativas de suicidio. Enseguida se volvió a encontrar en el lugar del accidente y observó a distancia cómo llegaba la ambulancia y lo transportaban a un hospital. Cuando despertó, se juró a sí mismo compartir la experiencia con la mayor cantidad de gente posible”.
“Una persona incluso nos detalló el número de matrícula del coche que la atropelló. Otra enferma, que sólo podía desplazarse en silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de su experiencia cercana a la muerte, fue: «Doctora, ¡yo podía bailar de nuevo!». O una niña que a consecuencia de la quimioterapia perdió el pelo y me dijo después de una experiencia semejante: «Tenía de nuevo mis rizos». Parecía que se volvían perfectos.”
“Muchos de mis escépticos colegas me decían: «Se trata sólo de una proyección del deseo o de una fantasía por la falta de oxígeno». Les respondí que algunos pacientes que sufrían de ceguera total contaron con detalle no sólo el aspecto de la habitación en la que se encontraban, sino también quién entró primero en la sala para reanimarlos, y describieron con precisión el aspecto de todos los que estaban presentes”.
“Cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver”
La muerte no existe
Kübler-Ross aseguró que la muerte no existe en realidad, pues ésta sería no más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. “Ninguno de mis enfermos que vivió la experiencia del umbral de la muerte tuvo miedo a morir. Tuvimos el caso de una niña de 12 años que, estando clínicamente muerta, vio a su hermano a su lado, abrazándola. Después de contarle todo a su padre, le dijo: «Lo único que no comprendo es que yo no tengo un hermano». Su padre se puso a llorar y le reveló que, en efecto, ella había tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ese momento, por haber fallecido 3 meses antes de su nacimiento”.
“En colisiones frontales, donde algunos miembros de la familia morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales, viví experiencias únicas. Yo sabía con certeza que estos moribundos no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia habían muerto por el accidente. Uno de esos niños moribundos me dijo una vez: «Todo va bien. Mi madre y Pedro me están esperando ya». Yo ya sabía que su madre había muerto en el lugar del accidente, pero ignoraba que Pedro, su hermano, acababa de fallecer 10 minutos antes”.
La luz al final del túnel
Kübler-Ross explicó que, después del reencuentro con los seres queridos que ya partieron, se pasa por una fase de transición marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final. “Y esa luz era más blanca, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y se sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno pueda imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una experiencia así, puede mirar esta luz sólo muy brevemente. Cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a ella, se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se daban cuenta de que toda vuestra vida aquí abajo no es más que una. Y allí se alcanzaba el conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en su vida, cada acto y cada palabra. Interpretaron las consecuencias que resultaron de cada pensamiento, palabra y acto. Después de esa «revisión», ya no culpaban a Dios por sus destinos. Se dieron cuenta de que ellos mismos eran sus peores enemigos, y se reprocharon el haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer. Sabían ahora que cuando su casa ardió, que cuando su hijo falleció, cuando su marido fue herido o cuando sufrieron un ataque de apoplejía, todos estos golpes de la suerte representaron posibilidades para enriquecerse, para crecer”.
Hizo una recomendación a todos aquellos que tienen cerca a algún ser querido a punto de morir. “Deben saber que, aunque estén ya en coma profundo, oyen todo lo que les dicen, y en ningún caso es tarde para expresar «lo siento», «te amo» o alguna otra cosa. Nunca es tarde, aunque sea después de la muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo momento se pueden arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a años atrás.”
Kübler-Ross falleció en 2004. Sólo pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada. Había dicho: «La muerte de ningún modo me atemoriza; diría que me produce alegría de antemano. No hay nada que temer, pues es más bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia. Nuestra muerte no es la aniquilación total, sino que todavía nos esperan alegrías maravillosas”.


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