Honro tu memoria mi amado hijo Adrián.
Hoy me gustaría hablaros de vosotros y
del lado menos dañino de lo que estáis viviendo. Todo duelo es un estado altamente desgarrador,
un desencadenante de momentos cargados de vivencias que van directamente a lo
más profundo de nuestro sentir y que parece que van a poder con nosotros, dándonos
la sensación de que ya nunca más saldremos.
Son momentos en que el mundo se torna al revés y no hay nada
absolutamente nada familiar que pueda servir de base sólido para que se pueda
vivir ese excesivo desbarajuste que parece instalarse en todo lugar, de una
forma menos tremenda. Los que estáis
aquí hoy sabéis exactamente lo que estoy describiendo y algunos de vosotros posiblemente estéis viviéndolo de pleno.
La palabra duelo viene de dolor, pero
también tiene mucho que ver con ese otro duelo a vida o muerte porque de pronto
uno es puesto en el extremo estado de tener que salvar la propia existencia y
lo tiene que hacer cuando el resultado poco le importa. La muerte física de un ser querido es el reto
máximo que cualquier ser humano va a tener que enfrentar. Existe un antes y un después tan definitivo
que el que lo está pasando posiblemente no pueda ni reconocerse ni reconocer en
que se ha convertido su entorno que ha cambiado de un segundo a otro en todos los
sentidos de la palabra. Lo que está
pasando podría ser el desafío mayor que hasta entonces había conocido y se tendrá
que enfrentar y vivir y salir con vida, sin el apoyo de la única persona necesaria,
ya que la situación de pérdida y duelo se ha producido en torno a su ausencia.
Son circunstancias en las que cada uno
va a tener que llevar su estado de dolor crítico como mejor puede aunque
perezca lo contrario y tenga la sensación de estar haciéndolo lo peor posible. Yo siempre parto de la constatación que todo duelo
está bien hecho pase lo que pase ya que es una de las pocas experiencias en las
que no se puede fingir y en la que los acontecimientos se viven desde la
necesidad extrema sin poder ser dirigidos ni sostenidos cómo a la persona le
gustaría.
Es una experiencia de vida y muerte
incomparable a todo lo que se ha superado hasta ahora ya que la ida de esa
persona tan importante para el equilibrio ha abierto la puerta a todos los
interrogantes posibles y no parecen haber respuestas.
Pero ¿existe algo vivible en este
estado tan aparentemente falto de todo lo bueno que puede haber?
Hoy quiero destacar el símbolo por
excelencia que nace al final de lo que podría parecer en un principio la crisis
más insuperable posible. Hoy quiero
llevar un poco de luz a los que estéis imposibilitados de ver más allá de
vuestro desconsuelo y una constatación a los que sentís que el túnel largo,
estrecho y oscuro tiene que llevar a ese amanecer que os merecéis simplemente
por ser seres que amáis más allá de toda prueba vital. También quiero significar a los que ya habéis
dejado la oscuridad siendo muy conscientes de que es sólo un polo del juego
interminable de luces y sombras que forman parte imprescindible de vida y
muerte.
La oruga en la os convertisteis el día
en que vuestro ser querido se fue de vuestro lado de forma física tiene como
final a un ser volador capaz de levantarse por encima de lo que era su mundo arrasado
e inservivble y alcanzar una perspectiva que jamás había tenido antes; levantarse
por encima de todo lo que ha muerto para descubrir lo que significa vida;
levantarse más allá de las alturas que ya había logrado anteriormente y a
través de esa ascensión descubrir lo que jamás había conocido. Ahora sí, ahora ya ha pasado por la condición
imprescindible que era conocer la otra cara de la vida, ahora ya conoce
demasiado bien a la muerte ya que ha pasado por la suya.
¿Por qué os digo esto? No quiero recalcar lo tremendamente mal que
lo estáis pasando o recordároslo si ya lo habéis pasado. Lo que si quiero es que seáis conscientes de
lo que realmente significa esta experiencia para darle la verdadera importancia
que tiene. Destacar lo heroico es
potenciarlo, es elevar lo que está pasando a la altura que haga falta ya que
grandes acontecimientos requieren grandes actuaciones y saber que estamos allí
nos permite estarlo de una forma buena para nosotros porque el duelo suele destacar
el miedo y no la capacidad de superarlo.
Pero vuestra pérdida os ha convertido
en superadores desde el primer momento que tuvisteis que enfrentaros a la
verdad más cruel que existe. Cruel
porque la muerte es lo único definitivo que existe en este mundo. Significa el final de todo lo que se conocía
hasta entonces y desata un sinfín de interrogantes que tumban con su
urgencia. Hace unos días me preguntaron
que qué era lo que facilitaba ese final tan exultante, tan potenciador que
simbolizamos a través de la mariposa. Evidentemente de lo peor que puede pasar
y muy a pesar nuestro van a emerger los recursos y las herramientas necesarios
para poder manteneros mínimamente con vida y esos van a ser tan grandes como la
inmensidad del dolor precipitado por vuestra pérdida. De algo grande la contrapartida será
igualmente grande. Tiene que ser así.
Y aquí hoy algunos de los que estáis ya
sois ejemplo por excelencia de que lo que habéis pasado puede dar como fruto
final algo mucho mayor de lo que jamás se había imaginado. Esa mariposa que ha conquistado el vuelo para
poder unirse con su ser querido en el amor se ha multiplicada ya que ahora es
el resultado no sólo de su propia individualidad crecida sino de la unión de
esas energías que habían sido compartidas en vida y que ahora al dejar atrás el
peso de la necesidad de lo físico ya son una parte esencial de la persona que
se ha convertido no sólo en testigo y testimonio sino en el producto por
excelencia de una unión en el amor.
Anji Carmelo
Anji Carmelo
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