Hoy me gustaría hablaros de vosotros
y del lado menos dañino de lo que estáis viviendo. Todo duelo es un estado altamente desgarrador,
un desencadenante de momentos cargados de vivencias que van directamente a lo
más profundo de nuestro sentir y que parece que van a poder con nosotros, dándonos
la sensación de que ya nunca más saldremos.
Son momentos en que el mundo se torna al revés y no hay nada
absolutamente nada familiar que pueda servir de base sólido para que se pueda
vivir ese excesivo desbarajuste que parece instalarse en todo lugar, de una
forma menos tremenda. Los que estáis
aquí hoy sabéis exactamente lo que estoy describiendo y algunos de vosotros posiblemente estéis viviéndolo de pleno.
La palabra duelo viene de
dolor, pero también tiene mucho que ver con ese otro duelo a vida o muerte porque
de pronto uno es puesto en el extremo estado de tener que salvar la propia
existencia y lo tiene que hacer cuando el resultado poco le importa. La muerte física de un ser querido es el reto
máximo que cualquier ser humano va a tener que enfrentar. Existe un antes y un después tan definitivo
que el que lo está pasando posiblemente no pueda ni reconocerse ni reconocer en
que se ha convertido su entorno que ha cambiado de un segundo a otro en todos los
sentidos de la palabra. Lo que está
pasando podría ser el desafío mayor que hasta entonces había conocido y se tendrá
que enfrentar y vivir y salir con vida, sin el apoyo de la única persona necesaria,
ya que la situación de pérdida y duelo se ha producido en torno a su ausencia.
Son circunstancias en las que
cada uno va a tener que llevar su estado de dolor crítico como mejor puede
aunque perezca lo contrario y tenga la sensación de estar haciéndolo lo peor
posible. Yo siempre parto de la
constatación que todo duelo está bien hecho pase lo que pase ya que es una de
las pocas experiencias en las que no se puede fingir y en la que los
acontecimientos se viven desde la necesidad extrema sin poder ser dirigidos ni sostenidos
cómo a la persona le gustaría.
Es una experiencia de vida y
muerte incomparable a todo lo que se ha superado hasta ahora ya que la ida de
esa persona tan importante para el equilibrio ha abierto la puerta a todos los
interrogantes posibles y no parecen haber respuestas.
Pero ¿existe algo vivible en
este estado tan aparentemente falto de todo lo bueno que puede haber?
Hoy quiero destacar el
símbolo por excelencia que nace al final de lo que podría parecer en un
principio la crisis más insuperable posible.
Hoy quiero llevar un poco de luz a los que estéis imposibilitados de ver
más allá de vuestro desconsuelo y una constatación a los que sentís que el
túnel largo, estrecho y oscuro tiene que llevar a ese amanecer que os merecéis
simplemente por ser seres que amáis más allá de toda prueba vital. También quiero significar a los que ya habéis
dejado la oscuridad siendo muy conscientes de que es sólo un polo del juego
interminable de luces y sombras que forman parte imprescindible de vida y
muerte.
La oruga en la os
convertisteis el día en que vuestro ser querido se fue de vuestro lado de forma
física tiene como final a un ser volador capaz de levantarse por encima de lo
que era su mundo arrasado e inservivble y alcanzar una perspectiva que jamás
había tenido antes; levantarse por encima de todo lo que ha muerto para
descubrir lo que significa vida; levantarse más allá de las alturas que ya
había logrado anteriormente y a través de esa ascensión descubrir lo que jamás
había conocido. Ahora sí, ahora ya ha
pasado por la condición imprescindible que era conocer la otra cara de la vida,
ahora ya conoce demasiado bien a la muerte ya que ha pasado por la suya.
¿Por qué os digo esto? No quiero recalcar lo tremendamente mal que
lo estáis pasando o recordároslo si ya lo habéis pasado. Lo que si quiero es que seáis conscientes de
lo que realmente significa esta experiencia para darle la verdadera importancia
que tiene. Destacar lo heroico es
potenciarlo, es elevar lo que está pasando a la altura que haga falta ya que
grandes acontecimientos requieren grandes actuaciones y saber que estamos allí
nos permite estarlo de una forma buena para nosotros porque el duelo suele destacar
el miedo y no la capacidad de superarlo.
Pero vuestra pérdida os ha
convertido en superadores desde el primer momento que tuvisteis que enfrentaros
a la verdad más cruel que existe. Cruel
porque la muerte es lo único definitivo que existe en este mundo. Significa el final de todo lo que se conocía
hasta entonces y desata un sinfín de interrogantes que tumban con su
urgencia. Hace unos días me preguntaron
que qué era lo que facilitaba ese final tan exultante, tan potenciador que
simbolizamos a través de la mariposa.
Evidentemente de lo peor que puede pasar
y muy a pesar nuestro van a emerger los recursos y las herramientas necesarios
para poder manteneros mínimamente con vida y esos van a ser tan grandes como la
inmensidad del dolor precipitado por vuestra pérdida. De algo grande la contrapartida será
igualmente grande. Tiene que ser así.
Y
aquí hoy algunos de los que estáis ya sois ejemplo por excelencia de que lo que
habéis pasado puede dar como fruto final algo mucho mayor de lo que jamás se
había imaginado. Esa mariposa que ha
conquistado el vuelo para poder unirse con su ser querido en el amor se ha
multiplicada ya que ahora es el resultado no sólo de su propia individualidad
crecida sino de la unión de esas energías que habían sido compartidas en vida y
que ahora al dejar atrás el peso de la necesidad de lo físico ya son una parte
esencial de la persona que se ha convertido no sólo en testigo y testimonio
sino en el producto por excelencia de una unión en el amor.
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