Emociones
encontradas
Como la lista de las cinco etapas varía
un poco dependiendo de la fuente, decidieron examinar incredulidad, anhelo,
rabia, depresión y aceptación.
Durante tres años recogieron información
para el Estudio del Duelo de Yale. En total, 233 personas fueron entrevistadas
aproximadamente seis, 11 y 19 meses después de que un ser amado (usualmente
el/la esposo/a) había muerto.
Aquellos cuyos familiares habían tenido
una muerte violenta o estaban sufriendo lo que se conoce como duelo complicado
fueron excluidos.
El panorama resultante fue más complejo
que lo que las cinco etapas dejan ver.
Los investigadores encontraron que la
aceptación era la emoción más fuerte en general mientras que la incredulidad
era muy baja.
La siguiente emoción en términos de
intensidad era el anhelo, y la depresión era más evidente que la rabia en todas
las etapas.
Además, las emociones no remplazaban una
a la otra en una secuencia ordenada; el punto más alto de cualquiera de esas
emociones sí llegaba en la secuencia correcta, pero una persona en la tercera
fase, por ejemplo, sentía más aceptación que rabia.
Después de seis meses, los
investigadores notaron que todas las emociones negativas empezaban a declinar,
pero eso no quiere decir que la gente ya había superado las secuelas de la
tragedia.
Es común extrañar profundamente a los
muertos durante muchos años, pero la mayoría de gente lo sobrelleva.
Hay que tener en cuenta además que por
razones éticas los investigadores sólo empezaban las entrevistas un mes después
de la muerte del ser querido, así que no tenían datos de esas primeras semanas,
que pueden incluir emociones conflictivas.
El
tiempo cura
Un estudio (3) publicado unos años más
tarde incluyó la reacción a las muertes violentas, pero en este caso quienes
estaban en duelo eran estudiantes universitarios, así que la mayoría había
perdido familiares menos cercanos que la pareja.
Nuevamente, las fases no se sucedían con
precisión, aunque los investigadores encontraron que la angustia era más alta
antes y la aceptación llegaba más tarde.
Pero a diferencia del otro estudio, no
le hicieron seguimiento a la gente a través del tiempo. Capturaron un momento,
así que no podían saber si los individuos estaban pasando por las etapas. Sólo
podían afirmar que quienes habían sufrido la pérdida hace seis meses tendían a
ser diferentes a los que lo habían experimentado hacía un año.
Otro estudio confirmó que la gente mayor
no responde de una manera establecida. George Bonanno, de la Universidad de
Columbia, le hizo seguimiento a individuos antes de la pérdida, inscribiendo a
parejas de edad avanzada en el estudio y luego revisando los obituarios en el
diario local.
Encontró que un 45% genuinamente no
experimentaron angustia severa tras la muerte de su esposo/a, ni tampoco al
pasar el tiempo: 10% de los/las viudos/as incluso mostraron señales de mejoría
en su estado de salud.
El estudio de Bonanno, publicado el año
pasado (4), confirma que no existe un patrón establecido.
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