Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤ Honrando la memoria de mi hijo: recordando su vida y su luz.❤ Perder a un hijo es una de las experiencias más dolorosas que una madre pueden enfrentar. Es un dolor desgarrador, que deja un vacío en el corazón que nunca se podrá llenar. Sin embargo, a pesar de esta gran pérdida, siempre habrá una forma de honrar su memoria y mantener vivo su legado.❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤

martes, 25 de septiembre de 2018

Etapas del duelo



Emociones encontradas
Como la lista de las cinco etapas varía un poco dependiendo de la fuente, decidieron examinar incredulidad, anhelo, rabia, depresión y aceptación.
Durante tres años recogieron información para el Estudio del Duelo de Yale. En total, 233 personas fueron entrevistadas aproximadamente seis, 11 y 19 meses después de que un ser amado (usualmente el/la esposo/a) había muerto.
Aquellos cuyos familiares habían tenido una muerte violenta o estaban sufriendo lo que se conoce como duelo complicado fueron excluidos.
El panorama resultante fue más complejo que lo que las cinco etapas dejan ver.
Los investigadores encontraron que la aceptación era la emoción más fuerte en general mientras que la incredulidad era muy baja.
La siguiente emoción en términos de intensidad era el anhelo, y la depresión era más evidente que la rabia en todas las etapas.
Además, las emociones no remplazaban una a la otra en una secuencia ordenada; el punto más alto de cualquiera de esas emociones sí llegaba en la secuencia correcta, pero una persona en la tercera fase, por ejemplo, sentía más aceptación que rabia.
Después de seis meses, los investigadores notaron que todas las emociones negativas empezaban a declinar, pero eso no quiere decir que la gente ya había superado las secuelas de la tragedia.
Es común extrañar profundamente a los muertos durante muchos años, pero la mayoría de gente lo sobrelleva.
Hay que tener en cuenta además que por razones éticas los investigadores sólo empezaban las entrevistas un mes después de la muerte del ser querido, así que no tenían datos de esas primeras semanas, que pueden incluir emociones conflictivas.
El tiempo cura
Un estudio (3) publicado unos años más tarde incluyó la reacción a las muertes violentas, pero en este caso quienes estaban en duelo eran estudiantes universitarios, así que la mayoría había perdido familiares menos cercanos que la pareja.
Nuevamente, las fases no se sucedían con precisión, aunque los investigadores encontraron que la angustia era más alta antes y la aceptación llegaba más tarde.
Pero a diferencia del otro estudio, no le hicieron seguimiento a la gente a través del tiempo. Capturaron un momento, así que no podían saber si los individuos estaban pasando por las etapas. Sólo podían afirmar que quienes habían sufrido la pérdida hace seis meses tendían a ser diferentes a los que lo habían experimentado hacía un año.
Otro estudio confirmó que la gente mayor no responde de una manera establecida. George Bonanno, de la Universidad de Columbia, le hizo seguimiento a individuos antes de la pérdida, inscribiendo a parejas de edad avanzada en el estudio y luego revisando los obituarios en el diario local.
Encontró que un 45% genuinamente no experimentaron angustia severa tras la muerte de su esposo/a, ni tampoco al pasar el tiempo: 10% de los/las viudos/as incluso mostraron señales de mejoría en su estado de salud.
El estudio de Bonanno, publicado el año pasado (4), confirma que no existe un patrón establecido.



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