Por muchos siglos se nos ha dicho y se he
mantenido esa creencia de que el suicida va derecho al infierno, que no tiene
salvación y por tanto, toda esperanza muere para el alma irremediablemente
al cometer ese acto.
Ni sí, ni no. Lo
primero que debemos tener en cuenta es que el Alma es inmortal
y con libre albedrío, está en constante expansión y experiencia,
sumergida en una dualidad que debería integrar, para así poder trascender la
llamada Rueda del Samsara y que por fin cesen los ciclos
de reencarnaciones.
PROCESO
PEDAGÓGICO Y EL DRAMA DE LA REENCARNACIÓN
Algunos
místicos creen que la reencarnación no es más que una manera pedagógica que
tiene el Ser consciente para crecer, aprender y por tanto evolucionar. Otras
fuentes advierten que es una forma de quedar atrapados por eternidades en esta
Rueda del Samsara y por tanto, una auténtica trampa para alimentar energías y
entidades oscuras en otros planos dimensiones del bajo astral.
De
todas maneras lo cierto es que es un hecho, diversas culturas y religiones en
todo el mundo la sostienen como parte esencial de
su doctrina milenaria.
En
nuestro mundo occidental se destaca el trabajo realizado por el conocido
médico norteamericano
Brian Weiss que afirma de su existencia, él era
un hombre científico interesado en solucionar los problemas mentales de sus
pacientes y que jamás se había preocupado por temas como la
reencarnación.
Para ayudar mejor a
sus pacientes, este psiquiatra decidió usar en terapia la hipnosis, un método
muy alejado de lo que vemos en televisión y que usan los grandes profesionales
con sus pacientes. La finalidad de la hipnosis es que el sujeto se relaje
completamente y sea capaz de recordar cosas de su pasado que le han
traumatizado (no entraré en más detalles sobre esto).
Durante
una de esas hipnosis, una paciente comenzó a recordar cosas de otra época, de
otra vida. Weiss quedó muy sorprendido por esto y continuó investigando a
la paciente, la cual describía con todo detalle sus vidas anteriores. En
hipnosis es imposible mentir, por lo que todo lo que decía era comprobablemente
cierto.
Siendo así, se abría una puerta a lo desconocido: las vidas pasadas y, por consiguiente, la reencarnación. Continuó investigando con más pacientes y explorando los mejores métodos para conseguir que recordasen sus vidas pasadas. Cuando había confirmado esto recibió de nuevo otra sorpresa.
Durante
la regresión de una de sus pacientes, esta cambió la voz y comenzó a hablar en otro
tono, con más sabiduría y dulzura. Se trataba, como Weiss comprobaría después,
de un Maestro. Un Maestro que aprovechó la hipnosis de la paciente para
comunicarse con el psiquiatra a través de ella. Pero antes de seguir, debemos
explicar qué es un Maestro o Guía.
La
reencarnación implica mucho más que la simple decisión de vivir otra existencia
física. En ese período intermedio del que estoy hablando, hay, pues, que
considerar varios asuntos.
Cuando
la mayoría de la gente piensa en la reencarnación, la considera una progresión
lineal en la que el alma se va perfeccionando en cada vida sucesiva, lo cual es
una explicación muy simple. Hay un número interminable de variaciones sobre ese
tema, variaciones individuales. El proceso de la reencarnación se usa de muchas
maneras, por lo tanto, y en ese tiempo de descanso los individuos deben decidir
cuál será la manera en que la reencarnación resultaría más efectiva.
Puede que en una vida el intelecto haya tenido expresamente un papel preponderante y esos poderes de la mente hayan llegado tan lejos como el individuo haya podido llevarlos. Esas cualidades son entonces estudiadas a fondo por la totalidad de la personalidad, la cual sopesa cuidadosamente tanto los aspectos benéficos como los perjudiciales del intelecto. A través de la experiencia en otra vida, ese mismo individuo puede especializarse en el desarrollo emocional, y dejar voluntariamente a un lado sus cualidades intelectuales.
Puede que en una vida el intelecto haya tenido expresamente un papel preponderante y esos poderes de la mente hayan llegado tan lejos como el individuo haya podido llevarlos. Esas cualidades son entonces estudiadas a fondo por la totalidad de la personalidad, la cual sopesa cuidadosamente tanto los aspectos benéficos como los perjudiciales del intelecto. A través de la experiencia en otra vida, ese mismo individuo puede especializarse en el desarrollo emocional, y dejar voluntariamente a un lado sus cualidades intelectuales.
Algunos
escogerán progresar a un ritmo más fácil y de una manera más equilibrada.
Ayudarán a mantener todas las partes de la personalidad trabajando a la vez,
por así decirlo, e incluso volverán a encontrarse una y otra vez con personas
que han conocido en otras vidas. Resolverán sus problemas con un ritmo más
suave, en lugar de hacerlo de una manera «explosiva». Medirán sus pasos, como
hacen los bailarines.
Durante
ese tiempo de descanso y elección, se dan todo tipo de consejos. Algunas
personalidades llegan a reencarnarse antes de lo aconsejado y lo hacen por
muchas razones. Suele ser algo desafortunado a corto plazo, ya que la
planificación necesaria no ha tenido lugar; pero a largo plazo se pueden
aprender grandes lecciones de ese «error». No hay un tiempo programado, pero a
pesar de ello es muy poco frecuente que un individuo espere más de tres siglos
entre una y otra vida, ya que eso crearía dificultades en la orientación, y
debilitaría enormemente los lazos emocionales con la Tierra.
Dicho
lo anterior, cuando el ser físico comete el acto del suicidio, se encuentra de
inmediato en el lugar de sus terrores, son los infras o infiernos que él mismo
ha construido y alimentado, dado sus sistemas de creencias, él
mismo se castigará y él mismo decidirá cuándo abandonar esos "valles de
lágrimas"o lugares de desolación, hechura de sus
egos distorsionados.
Producto de su
imaginación y poder creador, la ignorancia de lo que se es en la totalidad, en
la carencia y olvido es lo que le ha llevado a esas desesperaciones
sin límites, una falta de conocimiento y amor por él mismo y el resto de la
humanidad.
Son
desde luego, experiencias que tendrán como resultado final
una solución siempre satisfactoria y nada de condenaciones
eternas como nos han contado. El ser físico, como decía, al morir
a causa del suicidio, desciende por así decirlo a esos valles de
muerte, donde recreará las situaciones más insospechadas, se verá por tanto, en
un estado de permanente repetición de aquello que menos quería ver, sentir o
padecer.
Las
ilustraciones de la Edad Media advierten sobre el fuego del infierno con sus
demonios y cientos de sabandijas que llegan para el castigo eterno, pero en
realidad todo ello son mitologías sembradas a causa del
miedo que han infundido los controladores de las conciencias a través de los
tiempos.
Solo aquí tendríamos
una verdad y es que si nuestra entidad viajera al abandonar el cuerpo físico y
con una creencia de implantes infernales, ha alimentado ideas de culpas y
pecados, desde luego que se verá catapultada a experimentar todo tipo de
castigos y fatalidades en el "más allá".
Somos creadores y solo vemos afuera lo que sentimos y creemos dentro.
La
creencia en el cielo y el infierno, en ciertas condiciones, puede ser
igualmente perjudicial. Algunos se niegan a aceptar la idea del trabajo, el
desarrollo y sus retos posteriores, y creen en cambio que la situación
convencional del cielo es la única posibilidad que existe.
Durante algún tiempo
pueden realmente habitar un entorno así, hasta que, por propia experiencia,
aprendan que la existencia exige el desarrollo, y que un cielo tal sería
estéril, aburrido y verdaderamente «mortal». Entonces están preparados para el
tiempo de la elección.
Otros pueden insistir en que, debido a sus transgresiones, serán enviados al infierno, y la fuerza de esta creencia es tal, que durante algún tiempo pueden encontrar realmente esas condiciones. Sin embargo, en ambos casos, siempre hay maestros disponibles, que tratan de ayudar para acabar con estas falsas creencias.
En el caso del infierno, los individuos de alguna manera entran en razón más rápidamente, ya que sus propios miedos hacen funcionar dentro de ellos la respuesta liberadora. En otras palabras, su necesidad abre más rápidamente las puertas internas del conocimiento. Por consiguiente, ese estado no dura normalmente tanto como el estado de cielo.
Aun así, ambos estados demoran el tiempo de la elección y de la siguiente existencia. Hay aquí un punto que me gustaría mencionar: en todos los casos, el individuo crea su propia experiencia. Digo esto de nuevo incluso a riesgo de repetirme, ya que éste es un hecho básico de toda conciencia y existencia. No hay «lugares», situaciones o condiciones especiales después de la muerte en los que una personalidad deba tener alguna experiencia.
Los suicidas, por ejemplo, no tienen impuesto ningún «castigo» particular, ni su condición es peor a priori: se los trata como a cualquiera. Sin embargo, cualquier problema no enfrentado en una vida, debe ser enfrentado en otra; pero esto no se aplica sólo a los suicidas.
Un suicida puede provocar su propia muerte debido a que rechaza las específicas condiciones de existencia que él mismo ha escogido. Si es éste el caso, entonces, por supuesto, tendrá que aprender de otro modo. No obstante, muchos otros escogen rechazar la experiencia mientras están en el sistema físico, y cometen un suicidio casi igualmente eficaz mientras están vivos físicamente.
Otros pueden insistir en que, debido a sus transgresiones, serán enviados al infierno, y la fuerza de esta creencia es tal, que durante algún tiempo pueden encontrar realmente esas condiciones. Sin embargo, en ambos casos, siempre hay maestros disponibles, que tratan de ayudar para acabar con estas falsas creencias.
En el caso del infierno, los individuos de alguna manera entran en razón más rápidamente, ya que sus propios miedos hacen funcionar dentro de ellos la respuesta liberadora. En otras palabras, su necesidad abre más rápidamente las puertas internas del conocimiento. Por consiguiente, ese estado no dura normalmente tanto como el estado de cielo.
Aun así, ambos estados demoran el tiempo de la elección y de la siguiente existencia. Hay aquí un punto que me gustaría mencionar: en todos los casos, el individuo crea su propia experiencia. Digo esto de nuevo incluso a riesgo de repetirme, ya que éste es un hecho básico de toda conciencia y existencia. No hay «lugares», situaciones o condiciones especiales después de la muerte en los que una personalidad deba tener alguna experiencia.
Los suicidas, por ejemplo, no tienen impuesto ningún «castigo» particular, ni su condición es peor a priori: se los trata como a cualquiera. Sin embargo, cualquier problema no enfrentado en una vida, debe ser enfrentado en otra; pero esto no se aplica sólo a los suicidas.
Un suicida puede provocar su propia muerte debido a que rechaza las específicas condiciones de existencia que él mismo ha escogido. Si es éste el caso, entonces, por supuesto, tendrá que aprender de otro modo. No obstante, muchos otros escogen rechazar la experiencia mientras están en el sistema físico, y cometen un suicidio casi igualmente eficaz mientras están vivos físicamente.
Las
condiciones conectadas al acto del suicidio también son importantes, así como
la realidad interna y comprensión del individuo. Menciono esto aquí, porque
muchas filosofías enseñan que los suicidas se enfrentan a un sino especial,
casi vengativo, y no es éste el caso. Sin embargo, si una persona se mata
creyendo que ese acto va a anular su conciencia para siempre, esa idea falsa
puede retrasar gravemente su progreso, ya que éste se verá intensificado aún
más por la culpa.
De
nuevo, hay profesores disponibles para explicar la verdadera situación. Se usan
varias terapias. Por ejemplo, la personalidad puede ser conducida de nuevo a
los acontecimientos previos a la decisión, y se le permite cambiar su decisión.
Se le induce un efecto de amnesia, de manera que olvide el suicidio. Sólo más
tarde se informa al individuo de su acto, cuando es más capaz de enfrentarse a
él y de entenderlo.
Pese a todo, es evidente que estas
condiciones son impedimentos para el tiempo de elección. Ni que decir tiene que
la obsesión por las cuestiones terrenales también actúa de igual manera. En
tales casos, a menudo la personalidad insiste en enfocar sus capacidades
perceptivas y energías en la existencia física, como resultado de una negativa
psíquica a aceptar la muerte. El individuo conoce bastante bien que está
muerto, pero se niega a completar la separación psíquica.
Hay casos, por supuesto, en que los individuos afectados no son conscientes del hecho de la muerte: no es una cuestión de que se nieguen a aceptarla, sino de falta de percepción. Un individuo así estará también obsesionado por los asuntos terrenales, y errará probablemente desconcertado por toda su casa o sus al-rededores. En un caso como éste, evidentemente, el tiempo de la elección también se pospone.
Por consiguiente, el proceso de transición es sumamente variable, al igual que lo es el proceso de la vida física. Muchos de los impedimentos que he mencionado frenan el progreso no sólo después de la muerte, sino también en vuestra existencia física. Esto, ciertamente, debe tenerse en consideración. Una exagerada identificación con las características sexuales también puede retrasar el progreso.
Si
un individuo considera intensamente su identidad como masculina o femenina,
puede suceder que se niegue a aceptar el hecho de los cambios sexuales que
ocurren en las existencias de reencarnación. Además, este tipo de
identificación sexual impide el desarrollo de la personalidad durante la vida
física.
Aquellos que crean profundamente que la
realidad se crea a sí misma tendrán menos dificultades, y quienes hayan
aprendido a entender los mecanismos del estado de sueño y operar con ellos
tendrán enormes ventajas. La creencia en el demonio resulta muy desventajosa
después de la muerte, al igual que lo es durante la existencia física.
Una
teología de los opuestos es también perjudicial. Si creéis, por ejemplo, que todo
bien debe ser equilibrado con el mal, os forzaréis a un sistema de realidad que
es sumamente limitador, y que contiene en su interior las semillas de un gran
tormento.
Con
este artículo no estoy alentando al suicidio, así como tampoco diré que es el
fin del Alma, sino que siempre será otra forma para el aprendizaje, pues
todo son experiencias válidas para el Ser, aún el suicidio.
Nuestros
guías, que somos nosotros mismos, irán en algún momento en rescate de nuestra
Alma atribulada, de tal forma que no quedaremos atrapados.
Estos
guías o ángeles le advertirán de sus obstinaciones para así
conducirla a otros remansos y que se recupere para luego tener que
reencarnar nuevamente en otro cuerpo físico y en tercera dimensión, pero esta
vez con retos más acrecentados, karmas que doblarán la tarea de la vida
anterior. Aunque con más experiencia y sabiduría, la entidad viajera deberá así
repetir el "curso" y enfrentarse a las mismas pruebas que no pudo
superar ni soportar.
Es un eterno retorno, el de las Almas en constante encuentro, evolución y expansión para volver a comenzar, pero cada vez más despiertos, conscientes, más humildes, sabios y eternos amantes.
¡¡FELIZ VIAJE A LA FUENTE!!
Es un eterno retorno, el de las Almas en constante encuentro, evolución y expansión para volver a comenzar, pero cada vez más despiertos, conscientes, más humildes, sabios y eternos amantes.
¡¡FELIZ VIAJE A LA FUENTE!!
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