(Conferencia realizada en el II Congreso Holístico
Internacional, realizado en la ciudad de Sao Paulo, Brasil.)
(La Dra. Kübler-Ross es Médica
Psiquiatra. Docente. Investigadora. Pionera de la tanatología a nivel mundial.
Doctora Honoris Causa de 28 Universidades. Autora de varias obras de su especialidad.)
Traducción de Nydia Élida Lorenzo.
Mi trabajo comenzó cuando
tenía diecinueve años, en un campo de concentración, donde tuve ocasión de ver
las cámaras de gas en que habían muerto los niños. Cuando una joven suiza, que
fue criada en una sociedad que no tuvo guerras durante setecientos años, que
nunca enfrentó situaciones terribles en la vida, que no conoce el desempleo, ni
la pobreza, ni las villas de emergencia, ni ninguna cosa que resultara difícil,
es colocada en un lugar de Alemania, Polonia o la Europa devastada por la
guerra, sufre un shock cultural terrible. Ver esos campos de concentración, fue
el momento más importante de mi vida.
Cierto día, encontrándome
allá, una joven judía que me estaba observando, me preguntó: -¿Qué estás
haciendo aquí? Yo le dije, muy impulsivamente, sin pensar, porque cuando
hablamos visceralmente decimos la verdad, pero cuando lo hacemos con la cabeza,
decimos cualquier cosa: -Necesito entender cómo los hombres y las mujeres como
tú y yo, pueden matar a novecientas sesenta mil criaturas inocentes”. Me miró
muy seriamente, y me dijo: -Tú también serías capaz de hacer lo mismo. Yo quise
decirle: -¡Eh! No, ¡yo nunca podría hacer eso! ¡Soy más pestalozziana que
cualquier otra cosa!. Pestalozzi fue un prócer suizo que trabajó mucho por los
niños. Y ella me dijo muy seriamente: -Tenemos un Hitler escondido en cada uno
de nosotros. Si tienes el coraje de mirar a tu propio Hitler, entonces te
convertirás en una Madre Teresa de Calcuta. Yo pensé que ella habría pasado mucho
tiempo en un campo de concentración y que estaba mentalmente un poco enferma.
Pocas semanas después de salir de Polonia, para tomar algún transporte que me
llevara gratuitamente a Alemania, y regresar a mi casa, después de no haber
comido durante tres días y tres noches; de repente pensé, que si un niño pasase
ante mí con un pedazo de pan en la mano, yo le robaría ese pan. Entonces,
comprendí que ella tenía razón. Los indios americanos decían: “No hables de un
ser humano si no has andado dentro de sus zapatos kilómetros y kilómetros”.
Este fue el inicio de mis trabajos sobre la vida y la muerte.
Siempre digo, un poco en
broma, pero también, bastante seriamente, que las únicas personas honestas que
aún quedan en el mundo, son los pacientes psicóticos, los niños y las personas
que están al borde de la muerte. Siempre dicen la verdad. Todos los demás son
inauténticos, y realmente, necesitamos aprender a ser nuevamente honestos. Y
cuando digo honestidad, hablo de honestidad consigo mismo. No se puede dar a los
demás lo que no se tiene.
Cuando fui a Estados Unidos,
vi como se descuidaba a los pacientes moribundos, cómo eran objeto de mentiras
y cómo, con todas las disculpas posibles, no se les dice la verdad porque no lo
van a soportar o porque los puede desquiciar. Fue ahí, entonces, donde encontré
mi verdadero trabajo: pedirle a los moribundos ?que al final de sus vidas son
muy honestos otra vez-, que nos enseñen cómo trabajar con ellos, sea usted
médico, capellán, sacerdote, rabino, asistente social, enfermera, vecino o
miembro de la familia. A continuación, voy a resumir brevemente lo que
aprendimos con ellos.
Pensamos que el ser humano
está constituido por cuatro cuadrantes: el físico, el emotivo, el intelectual y
el espiritual.
El
Cuadrante Físico.
Si queremos crear una
generación que no necesite de conferencias sobre el morir y la muerte, que
respete a la madre naturaleza y que no sea destructiva, una generación completa
que no tenga miedos ni negativismos, crearíamos una generación en la que, durante
el primer año de vida y preferentemente, durante el último año también,
mimarían a los bebés y cuidarían exclusivamente el cuadrante físico. Se
ocuparían de tocar, besar y abrazar a los niños. Las sociedades antiguas y
primitivas sabían eso. Todas ellas cargaban a sus niños colgados de sí; y
tenían un contacto físico total con ellos. Hoy en día, cuando las madres les
dan una mamadera a sus hijos, no quieren ni tocarlos, los ponen en la cuna o
ponen una almohada debajo de la mamadera para sostenerla y así, tener más
tiempo para ver televisión. Pero después de quince años, sus propias vidas,
serán una novela de televisión, cuando esos adolescentes se conviertan en
suicidas, alcohólicos o tengan alguna otra forma negativa de conducta. Y ellos
serán los responsables de eso.
No sé si ustedes vieron un
video sobre cuidados a los niños enfermos de sida, en Rumania. Nadie quiere
tocarlos. Mueren como moscas. Yo cuido a tres mil bebés de sida en Estados
Unidos, mientras que los demás se mueren de miedo por tener que tocarlos. Estos
niños también van a morir, porque si usted no es tocado, ni besado, ni
abrazado, es como una casa sin cimientos. Lo que estoy diciendo sobre el
cuadrante físico en el primer año, es muy importante también para todas las
personas al final de la vida.
Las personas ancianas también
necesitan ser tocadas, besadas y abrazadas, y mi gran sueño es transformar
todos los hogares y asilos de ancianos de Estados Unidos y convertirlos en
centros E. T. ¿Conocen la película E. T.) ¿Hay alguien que no haya visto ese
film? ¿Quién no lo vio? Es obligatorio. Deberían alquilar el video y verlo. Es
una película sobre el amor incondicional. Los asilos que preveo en los Estados
Unidos, se llamarán Centros de E. T. Tenemos que transformar nuestros asilos en
centros de amor y cariño, donde la única remuneración que se reciba, sea la de
mimar a un niño hasta que muera. No comprándole juguetes, sino poniéndolo en el
regazo, contándole cuentos de hadas, o aquellos que hayan conocido cuando
ustedes eran niños; acariciándolos, tocándolos, cantando con ellos, contándoles
historias del pasado, que algunos llaman “de los buenos tiempos”. Y esos niños
comenzarán sus vidas aprendiendo un amor sin condiciones, por parte de las
personas ancianas. Lo que ellos hacen por los ancianos para prevenir la vejez,
la amargura y la senilidad prematura, es tocarle las arrugas. A ellos les
encantan las arrugas, y si los ancianos tienen barba que pinché las manos, les
gusta más aún. Esto es un beneficio mutuo. Hay que saltar una generación: los
padres ya no saben más que es el amor. Los ancianos saben y se acuerdan.
Si usted cuida personas que se
están muriendo, si usted ve pacientes de sida o de cáncer, o si es médico y
trabaja en un hospital, necesita tener en cuenta lo primero, las necesidades
del cuadrante físico. No se preocupe por lo espiritual o por lo emotivo. Si un
paciente tiene mucho dolor no puede escuchar una oración. Deseo que entiendan
lo que estoy diciendo. Es muy importante que mantengan a los pacientes de
cáncer sin dolor. En Estados Unidos les damos MST no inyectable. Se puede
mantener a un paciente de cáncer sin dolor. El motivo por el cual no damos
medicación por inyección es porque si se les da por ese medio, no sienten
dolor, pero quedan completamente inconscientes, y están tan sedados que no
pueden terminar sus cuestiones inconclusas. Y a ninguno de nosotros nos
gustaría vivir estando inconscientes. La muerte es una experiencia en la que
uno tiene que participar. Si no se tiene dolor, se puede hacer eso. Esto es lo
único que voy a decir sobre el cuadrante físico.
Fuente: https://hermandadblanca.org/muerte-transicion-y-vida-por-elizabeth-kubler-ross/
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