Existen circunstancias en torno a algunos fallecimientos que impiden a los dolientes celebrar un ritual de despedida como un funeral o un entierro. Estas circunstancias pueden darse, por ejemplo, cuando el doliente se encuentra en un país diferente al del difunto, cuando fallece un bebé intra-útero o durante el parto, o simplemente cuando el doliente tiene la necesidad de hacer un ritual especial de despedida, ya sea en el momento del fallecimiento o más adelante.
Los ritos de despedida y la aceptación
Los rituales de despedida tienen una gran importancia en el proceso de elaboración y aceptación de una pérdida. En nuestra cultura, debido a la tendencia que existe a encubrir todo lo relacionado con la muerte, solemos minusvalorar la importancia de estos ritos. Pero, si bien siempre hay que adaptarlos a las preferencias, tradiciones y necesidades de cada familia, no hay que despreciarlos de antemano como algo morboso o innecesario.
Por un lado, estos ritos dan la oportunidad al doliente de hacer más real la pérdida y, por otro, cumplen una función social, permitiendo compartir el dolor. A menudo escuchamos en terapia que las personas que no han tenido la oportunidad de estar presentes en el fallecimiento, y no han podido acudir al entierro o al funeral de la persona fallecida, sienten más complicado el proceso de aceptación.
Es como si la mente necesitara ver y participar de esta experiencia para marcar el inicio del duelo. En la lucha por que todo se mantenga igual, necesitamos evidencias que, aunque son dolorosas, también son necesarias y nos permiten poner en marcha procesos. De lo contrario, la mente se aferra a fantasías de continuidad.
Los duelos “desautorizados”
Hay otros casos en los que directamente no hay posibilidad de hacer un entierro o un funeral, o en los que el doliente no puede acudir por la circunstancia que sea. Generalmente tienen que ver con los llamados “duelos desautorizados”, que abordaremos en profundidad en próximos artículos.
Cuando hablamos de duelos desautorizados nos referimos a aquellos duelos a los que no se les da permiso a nivel social para que se desarrollen, por ejemplo: el duelo perinatal, el duelo por una persona muy mayor, el duelo por una relación no declarada, el duelo por un sobrino… Son ejemplos de procesos que el entorno tiende a minimizar o que incluso no se pueden manifestar.
El poder simbólico de los ritos
También hay momentos del proceso de duelo que requieren ser marcados con un hito. A veces necesitamos símbolos para delimitar los momentos de cambio, logro o superación; o bien esperar a estar preparados para poder despedirnos de verdad de quien ha fallecido.
La despedida no es un acto que implique olvido, ni que deba ser impuesto ni por uno mismo o por los demás. Implica un acto de profunda aceptación de lo que ha ocurrido. Constituye un símbolo que recoge el hecho de ser consciente de la muerte del ser querido y que no sólo es aceptado a nivel racional, sino también a nivel emocional.
Por todos estos motivos, además de las necesidades personales concretas de cada doliente, plantear algún tipo de rito de despedida simbólico, puede suponer un avance en la elaboración del duelo. Por supuesto, no es obligatorio ni necesario para elaborar el duelo, pero sí es interesante que el doliente lo tenga en cuenta y se pare a mirar cómo encaja en su proceso, porque puede que en su caso concreto suponga una ayuda. Esta valoración de idoneidad sólo la puede hacer el doliente. Cada uno de nosotros somos dueños y conocedores de nuestros propios procesos y por lo tanto, sólo cada uno podemos ser los que tomemos una decisión de este estilo.
Cómo hacer una despedida simbólica
Elaborar una despedida simbólica no tiene un guión o unas pautas prefijadas, pero sí es conveniente elegirlo y planificarlo desde el corazón. No puede ser algo forzado, debe surgir desde la autenticidad de quien lo organiza y, si es entre toda la familia, que sea consensuado. Hay muchos ejemplos de despedidas simbólicas: acudir a un lugar que sea representativo de quien ha fallecido y leer o dejar algún pequeño símbolo conmemorativo, plantar un árbol, una suelta de globos, realizar un pequeño viaje, o marcarse un reto, etc.
Puede ser útil hacerse un par de preguntas antes de planificarlo si no tenemos claro qué hacer: ¿Qué es lo que quiero simbolizar/despedir/marcar? ¿De qué manera podría plasmarlo? Muchas veces no tiene por qué ser algo complicado o enrevesado, puede ser algo más sencillo, del día a día. Lo fundamental es que tenga un significado sentido para quien lo realiza. Es entonces cuando resultará terapéutico.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:
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