Perder a mi hijo " físicamente" es una experiencia que me acompañará toda la vida, la manera en que consiga interiorizar su pérdida determinará esta dolorosa, triste y desconocida forma de volver a vivir sin el...
He descubierto que una manera de ayudarme, en este proceso, es ayudando a otros que han sufrido o están sufriendo como yo.
Intento ayudar. Unirnos en un mismo dolor y quizás encontrando un consuelo común. Quizá nos identifiquemos más y compartamos más vivencias con aquellos de entre nosotros cuyos hijos fallecidos tenían una edad similar, o se han ido de una misma o parecida forma,
Siento que es diferente perder un hijo no nacido vivo, de días o meses, que un hijo adolescente o adulto. Y es diferente, no por los sentimientos en sí , sino por lo vivido con mi hijo o lo que ha quedado por vivir con el (los recuerdos que nos ha regalado su vida o los que ya nunca tendremos).Cada uno de las madres o padres, tenemos “nuestros tiempos” y este camino está lleno del recuerdo de nuestros hijos y, en él, caminamos y revivimos cada día con la esperanza de vivir con todo lo que aprendimos junto a el.
El impacto emocional que causa la muerte de un hijo en los primeros momentos te hace sentir como en otro lugar viviendo un dolor enorme,desgarrador...alejada o ajena a la realidad que tienes alrededor, viviendo la pérdida tan intensamente que las sensaciones son desgarradoras, dolorosas, de estado de shock emocional.
Tenía la sensación de que era como vivir un horror, de que no había pasado...de que mi hijo volviera en cualquier momento... una película donde no te terminas de enterar de lo que está ocurriendo, donde el tiempo se paraliza y cobra otra dimensión. En esos primeros días de un dolor inaguantable, que no sabes como no se paro tu corazón....o no has explotado en mil pedazos,,,porque lo que sentí entonces es que mi CORAZÓN SE ROMPIÓ, DINAMITO Y SE FUE CON EL.... mi cabeza iba a mil y a la vez todo se detuvo...Era unas sensaciones que ahora 4 años después, duele como entonces y ahora puedo "definir" de alguna forma el dolor, mi sensación era que mi propio cuerpo, queriéndome defender, creaba un anestésico para ayudarme a estar, como autómata, pero al fin y al cabo a “estar”y “pasar” ese difícil tirón tan desgarrador. No podía caminar...daba unos pasos y tenia que sentarme, mi cuerpo se quedo en los huesos...
Sensaciones como la impotencia, la desesperación, un dolor infinito, la sensación de fracaso, la culpa... son algunas cosas, que se vive.
Pasados esos primeros momentos, días e incluso semanas, o meses, en los que nos hemos sentido hundidos por el dolor y paralizados, nos encontramos con que la vida sigue y nosotros tenemos que seguir en nuestra nueva realidad y comenzamos así el difícil camino del duelo.
Nada de lo que sentimos es bueno o malo, simplemente es lo que hemos sentido, esta experiencia te ayude a identificar y dar nombre a lo que sientes.
Pasado un tiempo de impacto emocional, de dolor, de negación... nos vamos encontrando poco a poco con nosotros mismos y con lo vivido. Entonces, las sensaciones que tenemos van cambiando y, aunque muchas emociones continúan, vamos siendo conscientes. Comenzamos a vivir la realidad de la pérdida y a sentir la ausencia que ha dejado nuestro hijo en el día a día.
Empiezas a repetir por momentos “pues sí, ha pasado...” y el dolor se transforma en otro dolor diferente, menos desgarrador... pero profundamente intenso.
Al principio de este camino duele todo, “En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo),psicológico, y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un hijo, duele el pasado, el presente y especialmente el futuro.
Toda la vida, en su conjunto, duele”.Desolación y tristeza Cuando vuelves al día a día y caes en la cuenta de lo ocurrido, nuestro corazón empieza a comprender lo que la razón ya sabía y nos sentimos tremenda mente desolados, echamos de menos,echamos mucho de menos a nuestro hijo. En ese echar de menos, nuestros sentidos necesitan tocar, oler, ver, escuchar... nos han arrancado lo que más queremos y esa ausencia nos produce mucha angustia y tristeza.
Buscas entonces con los sentidos poder tener más cerca a tu hijo, y te aferras a cosas, olores, lugares...Para mi ha sido importante poder enfrentarme a estas sensaciones de búsqueda poco a poco, sin encontrarme con todas de golpe y sin que me las quiten todas de una vez. Necesito percibir porque la desolación si no, resulta muy angustiosa. Rabia, dolor e irritabilidad.
En este camino de la desolación, hay muchos momentos de incomprensión.
¡Qué difícil nos resulta que la vida de nuestro hijo se haya parado! ¿Por qué? En esa incomprensión, nos enfadamos y nos irritamos. Nos descubrimos impacientes e irritables con los que nos rodean: con nuestro entorno, con los allegados, en el trabajo... incluso con desconocidos. Y vernos así nos puede preocupar. Lo que ocurre es que estamos diferentes por lo ocurrido y necesitamos exteriorizar ese enfado y la rabia que nos produce.
Sensación de no poder hacer nada, de no querer hacer nada...solo llorar... momentos de desahogo que necesitamos, momentos en los que pararnos a llorar y sacar todo lo que estamos sintiendo. Todos los días ese dolor que te invade, las lagrimas brotan solas...y son necesarias, limpian...las heridas del alma y corazón.
Algunas veces nos damos cuenta de que para intentar combatir la tristeza, hemos llenado nuestros días de actividad, buscando continuamente quehaceres para no parar, para no sentir, como con la sensación de que, si paramos, tal vez no podamos volver a levantarnos;para no pensar, para no dar vueltas a tantos porqués o a tantos “y si hubiera hecho”, “si hubiera ido”, que nos agobian . Nos llenamos la mente y el cuerpo de actividad para escapar. Esto nos ayuda a mantenernos en la rutina, a cumplir con ciertas obligaciones, a tener la sensación de que puedo seguir adelante. Y en verdad, nos ayuda a continuar.
Es positivo tener un espacio donde llorar, gritar y desahogar toda la pena que tenemos. Muchos nos descubrimos en el coche, en la ducha, dando un paseo,. en lugares donde conectamos con nosotros mismos,con nuestra emoción y que nos ayudan a aliviar el peso de la pena.
Al igual que no es bueno forzarse o presionarse, tampoco es bueno no intentar hacer el esfuerzo. Podemos sentir la necesidad de retirar ciertas cosas al principio. Al principio la realidad es tan dolorosa, que no nos damos cuenta de que no son las cosas en sí, sino lo vivido lo que permanecerá en nuestro corazón. Lo que queremos y necesitamos es dar sentido a sus cosas. Podemos hacerlo aferrándonos a ellas o soltándolas con un motivo y así dar sentido a su recuerdo...
Los padres somos conscientes de que recoger sus cosas es un proceso doloroso, pero no queremos que decidan por nosotros
Con mayor motivo, resulta doloroso con ciertas cosas que son importantes para nosotros por los recuerdos que nos evocan, por lo que significan o por lo que nos desgarra el alejarnos de ella .
Al principio ayuda quedarnos con recuerdos que incorporamos a través de ciertos objetos que nos acercan y nos ofrecen algo palpable, como un dibujo.
Una separación absoluta, al principio, nos deja desnudos ante nuestro dolor. Son tan importantes las cosas personales de alguien que queremos y ha fallecido, el olor, el tacto... nos acercan al que ya no está y parece que la separación es menor.
A la larga quizás es positivo ir desprendiéndonos de lo físico, Cada cual lo vive de una forma, Pero nos quedamos con su Esencia, en un recuerdo convertido en algo no tangible y sí imborrable.
La esencia de lo que fue y es está en nuestro corazón, en nuestra Alma.
Te amo hijo mio Adrián. Mi amor puro y verdadero.
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