Khalil Gibran escribió “Madre, es la palabra más bella pronunciada por el ser humano”.
Es cierto, no existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Enumerar todas las cualidades, valores y virtudes que tienen las madres sería sumamente difícil.
Es cierto, no existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Enumerar todas las cualidades, valores y virtudes que tienen las madres sería sumamente difícil.
Por eso de entre tantas cualidades como su enorme capacidad de perdón, su fortaleza ante la adversidad y la sabiduría que manifiestan ante las crisis, hoy quiero enfatizar dos virtudes más que las hacen grandes: Su capacidad de adaptación y su amor desmedido y desinteresado.
“En cierta ocasión preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido; aquel a quien más profundamente amaba. Y ella, dejando entrever una sonrisa, respondió:
“Mi hijo predilecto, es aquél a quien me dedico en cuerpo y alma;
es mi hijo enfermo, hasta que sane; el que partió, hasta que vuelva;
el que está cansado, hasta que descanse;
el que tiene hambre, hasta que pueda alimentarse;
el sediento, hasta que beba;
el que está estudiando, hasta que alcance su meta;
el que no encuentra trabajo, hasta que se emplee;
el enamorado, hasta que se case;
el casado, hasta que tenga hijos;
el que es padre, hasta que pueda hablar como ahora yo hablo;
el que prometió, hasta que cumpla;
el que debe, hasta que pague;
el que llora, hasta que sonría;
y el que me abandonó... hasta que regrese.”
Los padres quieren a sus hijos en plenitud, aunque de manera distinta en cada época y momento, según sus necesidades.
Leí una frase que dice: “Cuando se es madre, nunca se está sola en sus pensamientos. Una madre siempre deber pensar por doble: una vez por ella y otra por su hijo”.
Bendiciones
Bendiciones
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