Quiero resaltar dos realidades, la primera es la innegable permanencia de nuestros seres queridos en este universo sin fin a quienes hemos venido significando a través del símbolo de la mariposa desde que Elisabeth Kübler Ross nos entregó la posibilidad de hacerlo y la otra es la necesidad que tenemos todos de conquistar y ser mariposa para que allá donde vayamos podamos elevar el nivel y la consciencia y contribuir a crear ese mundo mejor en el que soñamos todos.
Pero ahora toca reconocer y rendir homenaje. Quiero destacar a todas esas mariposas que están enriqueciendo el paisaje humanitario de nuestro mundo hoy y que han inspirado este nuevo libro De Oruga a Mariposa. Desde que se modificó la tradición del luto, que en muchos casos duraba toda la vida, se abrió una pequeña rendija por donde poco a poco se pudo empezar a considerar la posibilidad de no tener que sufrir indefinidamente. Era una oportunidad pequeña y remota, pero importante, ya que hacía factible el poder resurgir de las cenizas del sufrimiento como el ave fénix y participar una vez más en la vida expresando y materializando todo lo que la pérdida y el proceso de duelo resultante habían forjado.
Estamos en ello. Incluso hemos abierto todas las ventanas para que no sólo entrara aire transformador sino para que de alguna manera, se pudiera compartir esa nueva forma de hacer vida, más personal, más sentida y con más sentido.
La pérdida de lo que más se quería y que por supuesto se sigue queriendo, nos arranca y aparta de la superficialidad de la vida porque de pronto descubrimos que allí ya no se encuentra nuestro ser querido. Tenemos que redescubrirlo en profundidades y alturas antes desconocidas. Y es precisamente eso lo que nos regala cada madre, padre, marido, mujer, hijo, abuela, amiga que ha plantado cara a la oscuridad para recoger la luz que escondía. Primero ha transformado su sufrimiento, se ha nutrido y luego ha salido hacia el exterior en vuelo libre, batiendo sus alas y alcanzando nuevas alturas para regalar una nueva visión y una nueva manera de hacer vida, llevándola consigo y sembrándola sin parar allá donde se encuentre.
Conozco muchas mariposas. Unas cuantas han podido plasmar su testimonio en este nuevo libro y les estoy altamente agradecida, no sólo por su haber querido compartir que para mí ha sido un gran regalo sino también por haberse convertido en auténticas referentes de una nueva manera de hacer vida. Su inspiración es su propia vida y su legado la constatación de que el amor es el puente que nos une a todos aquí… ahora, y allá… siempre. Gracias por estar conmigo hoy, gracias a todos por vuestro apoyo y compañía.
Y escuchar bien… porque el aleteo de todas estas mariposas aquí en la tierra está creando un huracán de amor en el universo.
Anji Carmelo
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