Honro tu memoria mi amado hijo Adrián.
Decía el célebre psiquiatra Sigmund Freud que los
motivos que nos conducen a querer a un animal tanto y con tanta intensidad
se comprenden si atendemos a que su amor es un afecto sin
ambivalencia.
La relación que tenemos con ellos está liberada de los
insoportables conflictos de la cultura. También acertaba Freud cuando
decía que “los perros no tienen la personalidad dividida, la maldad del
hombre civilizado ni la venganza del hombre contra la sociedad por las
restricciones que ella impone”.
No en vano Freud afirmaba, con certeza, que un perro tiene la belleza de una existencia completa en sí misma y
que, a pesar de todas las divergencias en cuanto a desarrollo orgánico, existe
el sentimiento de una afinidad íntima, de una solidaridad indiscutible.
Es una estafa a la
vida que un perro viva una media de 12 años
Se dice, con gran sentimiento, que es una estafa a la
vida que un perro o un gato vivan una media de 12 años. Esto se dice por la
intensidad del dolor de perder la posibilidad de seguir
compartiendo la vida con un ser de cuatro patas.
Porque al querer a un animal todo
el tiempo que pasamos en su compañía sabe a poco.Porque lo cierto es
que a su lado, cuando nos paramos a contemplarlos con la mirada de la ternura y
el amor, nos damos cuenta de que “el tiempo vuela”.Mucho más
agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover la cola
de placer o ladrar expresando displacer. Nos recuerda a los héroes de la
Historia, y será por eso que a muchos se los bautiza con el nombre de alguno de
esos héroes”.
-Sigmund Freud-
Esa sensación de tempus fugit la percibimos cuando, con cada caricia, sentimos
su corazón revolotear dentro del nuestro. Sin embargo, el contraste aparece
cuando, con cada saludo y con cada tiempo compartido, sentimos que ese amor es
infinito.
Sus superpoderes, armas de bondad masiva
Pensamos, con ternura, que nuestros amados animales cuentan con infinidad de superpoderes que
los hacen especiales y que nos colman de motivos que nos
conducen a quererlos con tanta intensidad. Por eso, cuando hacemos una lista
mental de todo lo que nos sorprende de ellos, no podemos dejar de sonreír.
Al querer a un animal nos resulta sorprendente y
enternecedor su capacidad para predecir el futuro o para sentirnos cuando
llegamos a casa, su poder de “ultramirada” a través de la que consiguen lo que se propongan, su empatía y
su capacidad de sintonizar con nuestro estado emocional y proporcionarnos
consuelo y energía…
Todas las personas que compartimos la vida con animales, expresamos con
orgullo sus habilidades y su capacidad para expresar la adoración que sienten
por nosotros.
Asimismo, lo
cierto es que hay pocas cosas comparables al dolor que se siente al dejarlos
solos en casa al irnos a trabajar. Sus
ojos suplicantes nos llenan de pena pero su alegría a la vuelta nos inunda de
felicidad.
Los animales son, sin duda, los mejores terapeutas para
muchas personas. Su nobleza y su bondad no conocen límites. Por
eso, hasta que no se ama a un animal, una parte del alma está dormida. Hay en
nuestro alma una parte reservada para querer a un animal, para disfrutar de su
amor incondicional y sus lecciones.
Porque cuando tienes un perro o un gato, la afirmación
de “nunca nadie te va a querer más de lo que te quieras tú”, se hace irreal e
insignificante. Porque los animales son
los verdaderos maestros en esto del amor y porque cada segundo a su lado es un
regalo de valor incalculable. Porque querer a un animal es una
de las experiencias más maravillosas del mundo. Quien lo probó, lo sabe.
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