Mi hijo Adrián, mi Ángel de Amor y Luz
Elisabeth Kübler-Ross identificó cinco etapas del duelo de los padres cuando uno de sus hijos muere -extensivas a otras pérdidas afectivas y materiales-:
1)
Negación y aislamiento: la
negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e
impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será
sustituida por una aceptación parcial: “no podemos mirar al sol todo el
tiempo”.
2)
Ira: la
negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen
todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los
que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún
injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable.
Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y
quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no
reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del
doliente.
3)
Negociación: ante
la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con
Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la
traumática vivencia.
4)
Depresión: cuando
no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros
síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en
general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que
es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por
el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades,
que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo
y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor,
le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte
sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se
necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se
transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su
lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean
para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan
mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición
y lo que esperan de ellos quienes los rodean.
5)
Aceptación: quien
ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos
-su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida
del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad.
No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un
principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta
paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de
hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo.
Esperanza: es la que sostiene y da
fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de
que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún
espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una
misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.
Fundación Elisabeth
Kübler-Ross http://www.ekrfoundation.org/
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