¿Por qué sufrimos? Esta es una pregunta
básica y habitual que todos nos hemos planteado en algún momento de nuestra
vida. En muchas ocasiones, conseguimos llegar a la causa superficial de nuestro
sufrimiento, de tal manera que podemos detectar que sufrimos por circunstancias
externas a nosotros tales como habernos quedado sin empleo, haber tenido una
ruptura sentimental, encontrarnos en una mala situación económica, haber
perdido a un ser querido, etc. esto es lo que vemos, y a esto achacamos nuestro
dolor. Parece lógico. Se han producido unas situaciones en mi vida que me han
creado sufrimiento. Sin embargo, no son las circunstancias externas las que
están debajo del auténtico sufrimiento.
Hace 2.500 años, el Buda explicó algo que
sigue plenamente vigente en la actualidad, no sólo desde un enfoque espiritual,
sino también desde el puramente psicológico: que el origen del sufrimiento se
encuentra, sencillamente, en el deseo: yo deseo algo y, al no obtenerlo, sufro.
Dentro del deseo se encuentra el apego, siendo esta una de las facetas que más
generan dolor: me apego a algo o a alguien y, cuando no lo tengo, sufro.
Una breve historia popular nos resume
esto de manera perfecta: “Un hombre que sufría fue
a buscar ayuda en el Buda. Al verlo, le dijo: “Yo quiero felicidad”. El Buda le
contestó: primero retira “Yo”, esto es el ego; después elimina “quiero”, porque
eso es deseo; observa, ahora sólo tienes Felicidad”. Vemos en
esta historia como el ego y el deseo son las nubes que nos bloquean la visión
de algo superior, de un estado interno de felicidad.
El sufrimiento existe, esto es innegable.
Cuando alguien está atravesando un momento doloroso, su dolor es real y poco le
importa el origen profundo del mismo. Sin embargo, si queremos entender la
causa principal de este para poder comenzar nuestro camino de liberación, es
necesario que demos un paso más, que profundicemos un poco más, de lo contrario
siempre nos encontraremos atados en una rueda de dolor, sufrimiento e
injusticia. Es necesario que prestemos atención a estas palabras del Buda: ego
y deseo/apego. Esta es la clave.
El
ego y el deseo en nuestra sociedad
Nuestra sociedad, generada por el sistema
capitalista, nos hace creer constantemente que somos personas incompletas, no
válidas por nosotros mismos, de manera que tengamos que adquirir en el exterior
“soluciones” para nuestros problemas. Puedes observarlo en cualquier anuncio
publicitario y en la ideología que hay detrás: si eres muy gordo, no vales; si
eres muy delgado, no vales; si no te maquillas, no vales; si no tienes un
coche, no vales; si no tienes hijos, no vales; si no vas de vacaciones, no
vales; si no asciendes en tu trabajo, no vales; si no eres joven, no vales; si
no tienes el último modelo de gafas de sol, no vales… Esto tiene sentido dentro
del sistema, ya que este se alimenta de nuestro consumo económico, y para
consumir irracionalmente necesitamos creernos incompletos, infelices,
inválidos. El sistema necesita personas con un ego inseguro, temeroso (con ego,
al fin y al cabo), al cual puedan venderle millones de productos que le
prometan hacerlo completo, válido. Y aquí está la trampa: cuando vivimos desde
el ego, este nunca estará completo ni seguro, porque el ego es, por definición,
incompleto, miedoso e inseguro.
Si nuestro sufrimiento procede
básicamente del ego, necesitamos entonces conocer a qué nos referimos cuando
hablamos de él. El ego es la identificación con el pensamiento y las emociones:
yo creo que soy mi pensamiento y mis emociones, de manera que estos dos
aspectos gobiernan mi vida; tú crees que eres el dueño de tus pensamientos y
tus emociones, sin embargo, estos han sido generados por la sociedad (padres,
compañeros, publicidad, sistema económico, etc.) y es esta la que te está
gobernando, a la que le has dado todo el poder. Fíjate en la locura: para que
el sistema funcione necesita que tú seas infeliz, ese es el “software” que te
han instalado desde tu nacimiento y con el que tú te has identificado
inconscientemente.
Tu pensamiento condicionado siempre te va
a decir que no eres suficiente (eso es lo que nos han enseñado) y tus emociones
(que responden a tu pensamiento) harán que este tenga una mayor potencia. Y
esto es la causa del sufrimiento: yo creo que soy mi ego, y este siempre tendrá
el deseo de incorporarse cosas externas que lo completen y lo definan para
sentirse válido, así como de mantenerse apegado a aquello que le hace sentir
completo, ya sean personas, objetos o lugares.
La
trampa de la felicidad
Visto todo lo anterior, podemos entender
entonces que la felicidad que perseguimos, generada por el sistema y basada en
el ego, es una trampa. Y es una trampa porque es externa: la auténtica
felicidad nunca puede hallarse en el exterior, en el ego, sino que reside en el
interior. Esto que suena a tópico por el mal uso que se la está haciendo desde
nuestra “cultura del envase”, es sin embargo el aspecto crucial, pues cambia
nuestro foco de atención del exterior al interior; en el exterior nunca
podremos ser completos, pero en el interior ya lo somos, aunque el ego no te
deje verlo todavía.
La propia palabra “felicidad” se ha
convertido en una trampa. Tanto se ha usado la palabra de modo erróneo y basada
en el ego que ha llegado a perder el sentido, de ahí que muchos autores han
preferido dejar de usarla y hablar en su lugar de algo más real: quietud,
serenidad. Eso es la felicidad real: una quietud interna y constante que
envuelve nuestra vida.
El
final del sufrimiento
La vida siempre nos generará, de un modo
u otro, sufrimiento. Sin embargo, cuando nos hemos hecho conscientes de los
aspectos clave de los que hemos hablado aquí (ego, deseo y apego) y los hemos
trabajado internamente, este sufrimiento será muy diferente al que se produce
de manera inconsciente. Al no identificarnos ya con el ego, conectamos con
nuestra verdadera esencia, con nuestro verdadero Ser interior, de modo que las
circunstancias externas no gobiernan nuestra vida, la sociedad y el sistema no
tienen el poder de arrastrarnos, una quietud interior nos ayuda a mantener la
perspectiva, a aumentar nuestro nivel de Libertad. Evidentemente, estamos muy
acostumbrados a que nuestra mente funcione de un modo erróneo, automático, de
manera que eliminar ese “software”, realizar este “desaprendizaje”, necesitará
tiempo, esfuerzo, orientación y compromiso, pero la buena noticia es que sí es
posible salir de esta corriente, que hay oportunidad, que podemos adentrarnos
en una nueva vida. Así comienza el final del sufrimiento,
sabiendo que la profundidad del sufrimiento radica en el ego, y
reconociendo que “nada real puede ser
amenazado”.
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