Estos dos libros abordan la relación entre padres e hijos a la luz de Un curso de milagros, vínculo en el que todos participamos, porque, aunque no seamos padres, todos somos hijos. Se trata de la relación clave que más marca nuestra vida, por lo que es esencial armonizarla.
Como describe el autor, sabemos que hemos alcanzado la madurez espiritual cuando ya no pensamos en nuestros padres como autoridades, sino como hermanos que caminan con nosotros en el sendero de vuelta a casa.
Todos podemos vernos reflejados en los casos prácticos que aquí se describen, y escuchar el consejo certero de Ken en muy diversas circunstancias. Sus palabras nos ofrecen guía y consuelo. Podemos afirmar sin lugar a dudas que por su profundidad y lucidez estamos ante una obra maestra de la psicología contemporánea.
Estos dos libros se centran en lo que significa ser padres e hijos de mentalidad correcta. En el primer caso se trata de mantenerse fiel a la cambiante función de ser padre y, al mismo tiempo, respetar la mente del hijo para que elija sus experiencias de vida y decida si quiere percibirlas a través de los ojos del ego o del Espíritu Santo. El papel de hijo se expresa en la lúcida declaración de Freud:
Cuando el individuo se libera de la autoridad de sus padres, incurre en una de las consecuencias más necesarias, aunque también una de las más dolorosas que el curso de su desarrollo le acarrea.
En otras palabras, sabemos que hemos alcanzado la madurez espiritual cuando ya no pensamos en nuestros padres como autoridades —a nivel del contenido—, sino como un hermano y una hermana que caminan con nosotros en el sendero que nos lleva a casa. Así, ambas formas de esta relación primaria pueden, si así lo elegimos, ser ejemplo del mensaje de perdón de Jesús: no considerar que los intereses de otro sean ajenos a los nuestros.
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