Marilyn Rossner, medium canadiense considerada como la mejor del mundo, vive una vida en mil colores. Los que viste por fuera, en su ropa siempre multicolor, y los que ve en el mundo exterior y en el aura que nos rodea a todos. Doctora en Educación especial y Máster en Psicoterapia y Psicología de la conducta es una eminencia en el campo educativo pero también es una eminencia en ese otro campo, menos “normal” que es la mediumnidad y la comunicación con el más allá.
De niña ya no era como las demás aunque ella no lo supiera. Con poco más de cuatro años, Marilyn tuvo su primera visión: Vio un grupo de niños de diferentes razas y culturas que, cogidos de las manos, cantaban todos a una ‘¡Jesús es nuestro señor!’.
Nacida y criada en una familia judío-ortodoxa de ascendencia polaca, aquella afirmación fue algo más que una sorpresa; pero mayor fue el desconcierto de sus padres cuando aquella niña, de solo seis años entonces, empezó a describir con intensa viveza las imágenes de sus familiares que habían muerto durante el holocausto de la Segunda Mundial y que ella, obviamente, nunca había visto ni siquiera en fotos. Sus padres, algo alarmados, la llevaron a ver al rabino que, según afirma Marilyn, “sabiamente” les aconsejó que cuidaran de esa niña que tenía un don especial, precioso y muy poco común.
Así creció Marilyn. Pensando que todos veían el mundo como ella. Que lo normal era ver espíritus, comunicarse con ellos, ver las auras de las personas, ser capaz de conocer su futuro.
Tenía ya 14 años cuando vio como una de sus compañeras del colegio se caía por una escalera y moría. Marilyn se lo contó a sus amigas de la clase. Cuando ocurrió el desgraciado accidente pasó lo inevitable: las otras niñas empezaron a tener miedo de ella. “Entonces fue cuando supe con certeza que no todos el mundo ‘veía’ como yo. Aquello fue un shock”.
P.- Usted ha dedicado una parte muy importante de su vida a difundir lo que para usted es una verdad indiscutible: que la vida existe después de la muerte.
R.- Desde que tengo memoria no he tenido la menor duda de que la muerte no existe, me refiero la muerte del espíritu porque la del cuerpo es inevitable. Siempre he sabido que el espíritu es eterno e inmortal. La muerte es el gran miedo de la humanidad así que lo que yo hago es traer esperanza y consuelo cuando puedo demostrar que el espíritu no muere nunca.
P.- ¿Nunca? ¿Eternamente vivo en el más allá?
R.- Efectivamente, eternamente vivo al otro lado, en una dimensión que, aunque nos rodea, es paralela a la nuestra, en una vibración mucho más sutil que la de nuestro cuerpo físico. Lo que sí es cierto es que el espíritu continúa evolucionando. Igual que el ser humano en su aspecto terrenal sigue creciendo y evolucionando a lo largo de toda la vida, el espíritu también lo hace.
P.- Seguimos aprendiendo entonces…
R.- Por supuesto. En el mundo espiritual nada es estático. Al otro lado llegamos con nuestros defectos y nuestras virtudes, con nuestro carácter… y allí nos quedaremos, aprendiendo y evolucionando hasta que decidimos ponernos de nuevo otro abrigo, otro cuerpo físico, porque sabemos que hay algo más que tenemos que hacer para lo cual nos es imprescindible volver a disponer de un cuerpo físico.
P.- Me está hablando de la reencarnación.
R.- Así es. Aunque sobre la reencarnación hay mucha gente, filosofías, religiones que tienen ideas muy dispares. ¿Sabía que hasta el Siglo IV la Iglesia Católica admitía la reencarnación? También hay muchos mitos sobre ello. Hay quien piensa que nos reencarnamos muy rápidamente si, por ejemplo, hemos dejado algo importante ‘a medias’. Lo que a mi me ha revelado el espíritu es diferente. Dios no nos obliga a volver a tener un cuerpo físico; solamente lo hacemos cuando sabemos que es imprescindible tener una ‘envoltura’ física para hacer aquello que sabemos que debemos de hacer. Es entonces cuando nuestro espíritu elige libremente volver a nacer.
P.- ¿Elegimos entonces la familia, el lugar, etc…?
R.- Elegimos la familia, la cultura, el lugar, ser ricos o pobres, de un color u otro, agraciados o no, con minusvalías o no… todo, lo elegimos todo, por eso siempre digo que cada uno de nosotros dispone en su interior de todo lo que necesita para llevar a cabo su misión, su meta.
P.- Y los pobres de necesidad, los niños de la calle, ¿también eligen?
R.- También. Como usted sabe, durante muchos años trabajé en India con la Madre Teresa de Calcuta y, a su muerte, inicié mi propia misión humanitaria en Sudáfrica, uno de los países africanos en los que más fuerte ha golpeado esa terrible enfermedad que es el Sida. Allí los niños padecen unas terribles minusvalías, los tiran literalmente a la basura… Esos niños me han demostrado que han nacido así para abrirnos los ojos al auténtico amor, al amor universal. Se han sacrificado eligiendo esas vidas para podamos conocer y sentir el amor. La verdad es que he conocido gente con la que, por diversas razones, he sentido una conexión muy especial. La Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan Pablo II, el Dalai Lama… pero aquellos que me han tocado en lo más profundo de mi ser han sido desde luego los niños de la calle, las sonrisas en las caras de los niños que exhalaban su último suspiro.
P.- Tengo entendido que, efectivamente, todo el dinero que llega a sus manos se va para sus queridos niños de Sudáfrica.
R.- ¡Hasta el último euro! Después, claro, de pagar los gastos que tenemos todos los mortales y mantener mi Centro en Canadá (www.iiihs.org) aunque en lo demás la verdad es que gasto poco!
P.- Es usted vegetariana.
R.- Estricta. Una de mis primeras visiones fue la del yogui y maestro hindú Sivananda y en ella me decía que yo no debía comer nada que procediera de ningún animal. Eso lo llevo a rajatabla. Además procuro tomar las frutas y verduras frescas en crudo y las proteínas de soja que ¡por supuesto! no esté genéticamente modificada.
P.- Usted afirma que ve el aura de las personas.
R.- Siempre lo he visto. El aura es el campo energético que nos rodea y que varía con el estado de ánimo del momento, por ejemplo, en él es donde puedo ver las enfermedades, entre otras cosas.
P.- Usted cómo se definiría como medium, clarividente….
R.- Todas las antiguas religiones, incluida el Cristianismo, nos han enseñando que los espíritus positivos de seres queridos, pueden, en ocasiones, mandar mensajes a través de personas con una sensibilidad especial, para inspirar, guiar y ayudar a aquellos que están todavía en el cuerpo físico. La mayoría de médiums utilizamos nuestros dones de clarividencia, telepatía o trance, se puede denominar de diversas formas aunque el resultado es siempre el mismo. El objetivo es establecer un contacto natural entre los dos mundos, el del plano terrestre y el mundo de los espíritus en una dimensión superior…
P.- En el año 1977 usted predijo aquel terrible accidente entre dos aviones en el aeropuerto tiñerfeño de Los Rodeos en el que murieron casi 600 personas…
R.- Desgraciadamente, así es como fui conocida en España. Pero aquello me dejó definitivamente claro que hay cosas que son inevitables. Aquello fue una premonición, no se podía parar. Para mi fue impresionante. Estuve días llamando a todas las compañías aéreas que operaban allí pero, claro, ¡pensaron que estaba loca!.
P.- Hace dos años en el Foro Internacional de las Ciencias Ocultas en Príncipe Pío (Madrid) también predijo la caída de siete regímenes en el mundo árabe…
R.- Y así está siendo, porque la llamada ‘primavera árabe’ todavía no ha acabado…
P.- En sus seminarios, además de entregar al público los mensajes de sus seres queridos, lo más importante para usted es que los asistentes sepan que todos podemos hacer lo que hace usted.
R.- Es que todos hemos nacido con el este don. El único problema es que por cuestiones sociales y educativas nos obligan desde pequeños a suprimirlo. Seguro que todos los lectores de su revista tienen o han tenido –a lo mejor ellos mismos- un niño alrededor que juega con su amigo invisible, o que afirma ver a su abuela muerta. En ese caso, deben creerle. Hasta los 6 o 7 años, los niños están abiertos al mundo espiritual, somos los adultos los que suprimimos esos dones por diferentes convencionalismos.
Ella tuvo la suerte de tener unos padres que entendieron que su don era tan maravilloso que merecía la pena alentarlo y ahora, viviendo entre dos mundos, nos regala a todos con la maravillosa experiencia de la comunicación espiritual.
P. Nieto