Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤

jueves, 8 de junio de 2017

¿Qué es el budismo y en que creen los budistas?

Pregunta: "¿Qué es el budismo y en que creen los budistas?"

Respuesta: 
El budismo es una de las principales religiones del mundo en términos de adeptos, distribución geográfica, e influencia socio-cultural. Mientras que por mucho tiempo ha sido una religión “oriental,” ha estado cobrando una creciente popularidad e influencia también sobre el mundo occidental. Es una religión única en el mundo por derecho propio, aunque tiene mucho en común con el hinduismo en que las dos pueden ser llamadas religiones “orientales,” que creen en el karma (causa y efecto éticos), māyā (la ilusoria naturaleza del mundo), y samsara (el ciclo de la reencarnación) entre otras cosas. Los budistas creen que la última meta en la vida es alcanzar la “iluminación” como ellos perciben su existencia.

Su fundador Siddhārtha Gautama nació dentro de la realeza en la India cerca de 600 años antes de Cristo. Según la historia, él vivió una vida de lujos y aún se casó y tuvo hijos teniendo muy poco contacto con el mundo exterior. Sus padres intentaron alejarlo de la influencia de la religión y de cualquier exposición al dolor y al sufrimiento. Sin embargo no pasó mucho tiempo, antes que su frágil refugio fuera penetrado y pudo entrever a un hombre viejo, uno enfermo y un cadáver. Su cuarta visión fue la de un pacífico monje ascético (quien se negaba al lujo y la comodidad). Viendo su apacible carácter, decidió convertirse él mismo en asceta. Abandonó su vida de riqueza e influencia y buscó la iluminación a través de la austeridad. Él era muy hábil en esta suerte de auto-mortificación e intensa meditación. Fue un líder entre sus semejantes. Eventualmente dejó que sus esfuerzos culminaran en un gesto final. Él se “consintió” a sí mismo con un plato de arroz y luego se sentó bajo una higuera (también llamada el árbol bodhi) para meditar hasta que alcanzara la “iluminación” o muriera en el intento. A pesar de su congoja y tentaciones, para la mañana siguiente, él ya había alcanzado la iluminación, por lo que fue conocido como “el iluminado” o el “Buda.” Basándose en su nuevo logro, comenzó a enseñar a sus compañeros monjes, entre quienes ya había ganado gran influencia. Cinco de sus compañeros se convirtieron en los primeros de sus discípulos. 

¿Qué había descubierto Gautama? Que la iluminación yace en el “camino medio”, ni en lujosas complacencias, ni en la auto-mortificación. Más aún, él descubrió lo que sería conocido como las “Cuatro Nobles Verdades” – (1) vivir es sufrir (Dukha), (2) el sufrimiento es causado por el deseo (Tanha, o “atadura”), (3) uno puede eliminar el sufrimiento mediante la eliminación de todas las ataduras, y (4) esto se alcanza siguiendo el óctuplo noble sendero. El “óctuple sendero” consiste en tener una correcta: 1) comprensión, 2) pensamiento, 3) palabra, 4) acción, 5) ocupación (siendo un monje), 6) esfuerzo (recanalizar los malos instintos y alimentar los buenos), 7) atención (meditación), y (8) concentración (enfoque). Las enseñanzas budistas fueron reunidas en la Tripitaka o “tres canastas.” [Win Corduan, Neighboring Faiths (IVP; 1998) :220-224].

Tras estas enseñanzas distintivas, hay enseñanzas comunes con el hinduismo, llamadas Reencarnación, Karma, Maya, y una tendencia a comprender la realidad como Panteísmo en su orientación. El budismo también ofrece una elaborada teología de deidades y seres exaltados. Sin embargo, al igual que el hinduismo, el budismo puede ser difícil de precisar considerando su opinión sobre Dios. Algunas corrientes del budismo podrían legítimamente ser llamadas ateístas, mientras que otras pudieran ser panteístas, y aún otras teístas, tales como el Budismo de la Tierra Pura. Sin embargo, el budismo clásico, tiende a guardar silencio acerca de la realidad de un ser superior y por lo tanto es considerado ateísta.

El budismo actual es muy diverso. Está más o menos dividido en dos grandes ramas de Theravada (pequeños vasos) y Mahayana (grandes vasos). El Theravada es la forma monástica en la que se reserva la iluminación última y el nirvana para los monjes, mientras que el budismo Mahayana, extiende sus metas de iluminación también a los laicos, esto es a los que no son monjes. Bajo estas categorías se pueden encontrar numerosas ramas, incluyendo el Tiantai, Vajrayāna, Nichiren, Shingon, Tierra Pura, Zen y Ryobu entre otros. Por tanto, es importante para los extraños que buscan entender el budismo, que no pretendan conocer todos los detalles de una escuela del budismo en particular, cuando todo lo que han estudiado es el clásico budismo histórico. [Corduan, 230].

Es importante estar conscientes de que Buda nunca se consideró a sí mismo como un dios, o un ser divino de cualquier tipo. Más bien, él se consideró a sí mismo como un ‘señalador de camino’ para otros. Sólo después de su muerte, él fue exaltado al nivel de un dios por algunos de sus seguidores, aunque no todos sus seguidores lo vieron de esa manera. Sin embargo con el cristianismo, está claramente establecido en la Biblia que Jesús es el Hijo de Dios (Mateo 3:17) - “Y hubo una voz de los cielos, que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” y que Él y Dios son uno (Juan 10:30) - “Yo y el Padre uno somos.” Uno no puede considerarse realmente un cristiano sin profesar la fe en Jesús como Dios.

Jesús enseñó que Él es el camino, y no simplemente uno que muestra el camino, como lo confirma Juan 14:6, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Para cuando Gautama murió, el budismo había adquirido una mayor influencia en la India. Trescientos años después de su muerte, el budismo se había extendido tanto, que abarcaba casi toda el Asia. Las escrituras y los dichos atribuidos a Buda, fueron escritos cerca de cuatrocientos años después de su muerte. Este período posterior entre su muerte y los escritos o comentarios conteniendo sus mensajes, ocasionó que surgieran muchos desafíos de estudiosos, sobre la autenticidad y confiabilidad de los escritos budistas. 

El Buda vivió y murió mucho antes del tiempo de Jesús. Sus viajes nunca lo llevaron más allá de doscientos kilómetros de su hogar. La Biblia y su mensaje parecen no haber sido conocidos por Buda, y de hecho, él nunca habló de Dios, o Jesús; consecuentemente, los budistas generalmente no hablan de Dios como lo hacen los cristianos. En su forma clásica, el budismo no habla de ningún Dios personal o Ser Divino. 

El pecado es mayormente entendido como ignorancia. Y donde fue entendido lo consideraron como un “error moral,” el contexto dentro del cual el “bien” y el “mal” son entendidos, es inmoral. El karma es entendido como un balance natural y no es impuesto personalmente. La naturaleza no es moral; por lo tanto el karma no es un código moral, y a última instancia, el pecado no es moral. Por lo tanto podemos decir, de acuerdo al pensamiento budista, que nuestro error no es a última instancia moral, puesto que ultimadamente es sólo un error impersonal y no una violación interpersonal. La consecuencia de este pensamiento es devastadora. Para el budista, el pecado es más semejante a un error que a una transgresión contra la naturaleza de un Dios omnipotente. Este entendimiento del pecado no está de acuerdo con la conciencia moral innata de que el hombre está condenado por su pecado ante un Dios santo (Romanos 1-2). 

Puesto que el pecado es un error impersonal y corregible, no está de acuerdo con la doctrina de la depravación, que es una doctrina básica del cristianismo. La Biblia nos dice que el pecado del hombre es un problema de eterna e infinita consecuencia. La opinión del budista sobre el pecado difiere grandemente. Por lo tanto no hay necesidad de un Salvador que rescate a la gente de sus pecados condenables. Para el cristiano, Jesús es el único medio de rescate de la condenación eterna por nuestros pecados personales (e imputados). Para el budista sólo hay una vida ética y el valerse de la meditación hacia seres exaltados para la esperanza de alcanzar tal vez la iluminación y eventualmente el nirvana. Pero lo más probable, es que uno tendría que pasar a través de un número de reencarnaciones para pagar la vasta acumulación de deuda del karma. Para los verdaderos seguidores del budismo, la religión es una filosofía de moralidad y ética, encapsulado dentro de una vida de renunciación al egocentrismo. Uno puede apelar a incontables Bodhisattvas (“Budas en proceso”) o Budas (Gautama es visto después como uno entre muchos Budas) [Ibid.,229]. Pero la realidad última es impersonal y no relacional, por lo que no es amorosa. No sólo Dios es visto como algo ilusorio, sino que al disolver el pecado en un error no moral y al rechazar toda la realidad material como māyā (“ilusión”) aún nosotros mismos perdemos nuestro “ser.” La personalidad misma se convierte en una ilusión. 

Cuando se le preguntó ¿cómo comenzó el mundo, qué o quién creó el universo?, se dice que el Buda guardó silencio porque en el budismo, no hay principio ni fin. En vez de ello hay círculos interminables de nacimiento y muerte. Uno podría preguntarse ¿qué clase de Ser nos crearía para vivir, soportar mucho dolor y sufrimiento, y luego morir, una y otra vez? Puede llevarle a uno a considerar, ¿cuál es el objeto, por qué molestarse? Los cristianos saben que Dios envió a Su Hijo a morir por nosotros, solo una vez, para que nosotros no tengamos que sufrir por una eternidad. Él envió a Su Hijo para hacernos saber que no estamos solos, y que somos amados. Los cristianos saben que hay más en la vida que sufrir, y morir (2 Timoteo 1:10 “…pero que ahora ha sido manifestada por al aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.” 

El budismo enseña que el nirvana es el estado más alto del ser, un estado de existencia pura. Y es alcanzado por medios relativos al individuo. El nirvana desafía la explicación racional y el orden lógico y por lo tanto no puede ser enseñado, sólo realizado. En contraste, Jesús fue muy específico. Él nos enseñó que nuestros cuerpos físicos mueren, pero nuestras almas ascienden para estar con Él en el cielo (Marcos 12:25) - “Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.” Para los budistas no hay un Padre misericordioso en el cielo, quien envió a Su Hijo a morir por nuestras almas, por nuestra salvación, para proporcionarnos el camino para alcanzar Su gloria. El Buda enseñó que la gente no tiene almas individuales porque el ser individual o ego es una ilusión.



¿Qué es el budismo y en que creen los budistas?



El Oro del Perdón

Aprender a perdonarse y a perdonar son pasos esenciales en el camino del crecimiento personal y en la curación psico-espiritual. 
 Es preciso hacer especial hincapié en el perdón a uno mismo, condición indispensable para que se dé el perdón auténtico hacia otras personas o situaciones de nuestra vida. Así nos lo recuerda el sabio sufí Hasdai Ben  Ha-Melekh:  “Si alguien es cruel consigo mismo, ¿cómo se puede esperar de él compasión por los demás?”
 Concederse el autoperdón requiere una profunda toma de conciencia. Es un proceso que está hondamente vinculado a creencias de culpa y condena procedentes de mitos familiares y socioculturales, tatuados en la sombra personal y en el inconsciente colectivo. Ellos son el timón de muchos de los comportamientos hacia nosotros mismos y hacia lo que nos rodea. 
 Si el juicio, el castigo, la condena o la exigencia han sido elementos muy presentes en la vida de la persona en el período de formación de su estructura de personalidad, se fortalece en su interior un juez condenatorio que va a configurar su forma de relacionarse con el mundo y consigo mismo.
 La rumiación continuada de la culpa no necesariamente nos libera de ella.  Puede volverse un discurso interno neurótico al que retornamos una y otra vez y en el que nos vemos atrapados y fustigados por el censor interno. 
 Ese sentimiento de autocondena, muy arraigado en la tradición judeo-cristiana, llega a convertirse en un guión de vida, porque se plasma y se repite a lo largo de la existencia.
 La persona encerrada en su culpabilidad, “replegada sobre sí misma”, como dijo Kierkegaard, es similar a un disco rayado que recae una vez y otra, atormentada por el remordimiento. Si no se rompe ese círculo cerrado de autoacusación, se corre el riesgo de generalizarse la creencia de que “he hecho algo malo” a  “yo soy algo malo”. Esto llevado a sus extremos desemboca en patologías en las que no solo la psique se ve afectada, sino también el cuerpo  –alteraciones del sueño, del apetito… incluso enfermar cuando la carga psico-emocional negativa merma de manera significativa la paz interna.    
 La vivencia de la culpa arrastra pesadumbre, angustia, preocupación y pérdida del momento presente: la persona revive de forma reiterada el pasado, aprisionada por su propio pesar acerca de los errores cometidos. 
  
 La culpa es una poderosa herramienta que usa el ego para mantenernos anclados al pasado. Es una voz interior que se nutre de juicios e interpretaciones sobre las experiencias vividas,  un veneno que daña la autoestima y la autoconfianza. 
 En otras tradiciones, como por ejemplo el budismo, el concepto de culpa no tiene la misma significación ni ha calado tan hondo como en occidente. El reconocimiento y la integración de la realidad oscura de la persona, no alimenta el ideal autoexigente y perfeccionista y facilita el autoperdón. El aforismo budista anónimo refleja bellamente cómo se contempla la sombra y la luz en el ser humano: “Hasta una gota de agua sucia puede reflejar la luna”.
  En las enseñanzas budistas se da el paso del “yo engañado” al “yo despierto” y de este al “no yo”.  Se trata de salir de todo lo que sea encerramiento en uno mismo, lo que llevaría a la liberación del sufrimiento.
 Una vía de sanación: el perdón. Con él se restablece la paz.
 ¿Cómo hacerlo? Dirigir la luz de la conciencia hacia esos constructos mentales negativos. Observar cómo nos tiranizan. Desidentificarse de sus contenidos.  Perdonar al niño que llevamos dentro. No permitir que el pasado siga controlando el presente y el futuro.
Liberarse del dominio del crítico interno. Empezar a contemplar con generosidad los errores cometidos y hacerse responsable de ellos, aceptándolos  como parte del aprendizaje de ser persona. Es un largo y hermoso camino.

Iniciar el sendero del perdón es fluir con la vida. Es darle un latigazo al ego y no seguir alimentando los juicios, los ataques y las proyecciones. Es dejar de regar las semillas del miedo que eclipsan la irrupción del amor.
 Cuando somos capaces de perdonarnos soltamos un gran lastre. Nos reconocemos como seres merecedores de amor y perdón. Permitimos que emerja la compasión, se diluye la separatidad, posibilitándonos vivenciar la unidad con otros seres.  

Sólo entonces podemos realmente perdonar, desde el corazón, a nuestros semejantes.

Teca Barreiro, diciembre de 2010

http://www.maestroeckhart.org/content/el-oro-del-perd%C3%B3n

El Maestro Eckhart: Textos fundamentales

Todas las miradas que nacen desde el silencio hacia la profundidad del Ser son nuestras maestras.
Este es un espacio donde se ofrecerán aquellos textos que son punto de inflexión en nuestro camino cotidiano.

sábado, 3 de junio de 2017

Más allá del sufrimiento por J. Krishnamurti



J. Krishnamurti

Voy a explicar lo que es la consciencia, pero a medida que lo vaya haciendo no sigan únicamente las palabras, sino más bien observen el proceso de su propio pensar y, entonces, descubrirán por sí mismos lo que es la consciencia sin necesidad de leer ninguno de los relatos contradictorios que los diferentes expertos han dado, ¿de acuerdo? Porque si expongo algo y se limitan a escuchar la descripción, eso tendrá muy poco valor, pero si a través de la descripción experimentan su propia consciencia, su propio proceso de pensamiento, entonces lo que escuchen tendrá una enorme trascendencia, no mañana ni algún otro día que tengan tiempo para pensarlo, lo cual es absurdo porque simplemente lo están aplazando. Si a través de la descripción pueden experimentar el verdadero estado de su propia consciencia mientras están aquí sentados en silencio, en ese momento verán que la mente es capaz de liberarse a sí misma de su enorme condicionamiento heredado, de todas las acumulaciones y los edictos de la sociedad, y es capaz de ir más allá de su propia identidad. De modo que valdrá la pena si lo experimentan.

Estamos intentando descubrir por nosotros mismos qué es la consciencia y si es posible que la mente se libere del sufrimiento; no se trata de cambiar el modelo del sufrimiento ni de adornar la cárcel del sufrimiento, sino de liberarse por completo de la semilla, de la raíz del sufrimiento. Cuando lo investiguemos, veremos la diferencia entre mejorar y la revolución psicológica, que es necesaria si queremos poner un fin definitivo al sufrimiento. No se trata de modificar la conducta de nuestra consciencia ni de intentar hacer nada al respecto, simplemente observemos.

Sin lugar a dudas, por poco observadores que seamos, por poco que nos demos cuenta de las cosas, todos vemos las actividades de la consciencia superficial. Vemos que la mente está muy activa en el nivel superficial, ocupada en adaptarse, en trabajar para asegurarse la subsistencia, en expresar ciertas tendencias, dones, talentos o en adquirir ciertos conocimientos técnicos; y la mayoría de nosotros nos contentamos con vivir en ese nivel superficial.

Por favor, no se limiten a escuchar lo que digo, obsérvense a sí mismos, observen su modo de pensar. Estoy describiendo lo que sucede superficialmente en nuestra vida cotidiana: las distracciones, las evasiones, el miedo súbito en algunos momentos, el adaptarse a la esposa, al esposo, a la familia, a la sociedad, a la tradición, etc.; la mayoría nos contentamos con esa superficialidad.

Ahora bien, ¿es posible ir más hondo y descubrir los motivos de ese conformismo superficial? De nuevo, por poco que observen todo este proceso, verán que depender de opiniones, de valores, de aceptar la autoridad, etc., todo eso nace de la propia perpetuación y búsqueda de seguridad. Si pueden ahondar aún más, encontrarán un gran trasfondo de instintos raciales, nacionales y grupales, todo lo que el ser humano ha acumulado en forma de luchas, conocimientos, esfuerzos, dogmas, y tradiciones como la hindú, la budista o la cristiana, el residuo de la supuesta educación recibida a lo largo de los siglos, todo lo cual ha condicionado la mente a cierto modelo heredado. Y si son capaces de profundizar aún más, descubrirán el deseo primario de ser, de triunfar, de devenir, que se expresa a sí mismo en la superficie adoptando diversas formas de actividad social, que generan profundos miedos y ansiedades. Resumiendo, todo este conjunto constituye nuestra consciencia; es decir, nuestro pensar se basa en esa necesidad imperiosa de ser, de llegar a ser, y sobre esta base descansan las numerosas capas de la tradición, la cultura, la educación, y el condicionamiento superficial de una sociedad concreta, todo eso nos obliga a ajustarnos a un determinado modelo que nos permita sobrevivir. Por supuesto, existen muchos otros detalles y sutilezas, pero en esencia eso es nuestra consciencia.

Por consiguiente, cualquier mejora que se haga en esa consciencia es un crecimiento personal, y el crecimiento personal perpetúa el sufrimiento, no termina con él. Si uno lo mira con detenimiento, es bastante obvio. Por tanto, si la mente quiere realmente dejar de sufrir, ¿qué debe hacer? No sé si alguna vez han reflexionado sobre esta cuestión, pero, por favor, háganlo ahora.

De alguna manera todos sufrimos, ¿no es cierto? Y lo hacemos no solo a causa de las enfermedades, de las dolencias físicas, sino también a causa de la soledad, de la pobreza de nuestro propio ser; sufrimos porque no recibimos el amor esperado, sufrimos cuando amamos a alguien y nuestro amor no es correspondido. Pensar en cualquier dirección es invitar al sufrimiento, por eso decidimos que es mejor no pensar y, en consecuencia, aceptamos una creencia y nos estancamos en esa creencia, a la cual llamamos religión.

Y bien, una vez que la mente se da cuenta de que es imposible dejar de sufrir mediante el crecimiento personal, mediante el progreso, lo cual es bastante obvio, ¿qué hará la mente, entonces? ¿Puede la mente ir más allá de esa consciencia, más allá de las diversas demandas y deseos contradictorios? Y ¿necesita tiempo para hacerlo? Por favor, sigan esto, no solo verbalmente, sino en lo profundo. Si necesitamos tiempo, entonces regresamos de nuevo a eso que representa progresar. ¿Se dan cuenta de esto? Dentro de la estructura de la consciencia, todo movimiento en cualquier dirección es una mejora personal, por tanto, perpetúa el sufrimiento. Podemos controlar el sufrimiento, disciplinarlo, reprimirlo, racionalizarlo, refinarlo al máximo, pero el potencial cualitativo del sufrimiento sigue estando presente. De modo que para dejar de sufrir debemos estar libres de ese potencial, libres del origen del "yo", del ego, de todo el proceso del devenir. Para ir más lejos, todo ese proceso debe terminar, pero si pregunta: «¿Cómo puedo hacerlo?», entonces ese "cómo" se convierte en un método, en una práctica, lo cual sigue siendo progreso, por tanto, no se trasciende nada, porque refinar la consciencia es sufrir. Espero que entiendan todo esto.

La mente piensa en términos de progreso, de mejora, de tiempo, y ¿es posible que esa mente, al ver que el llamado progreso perpetúa el sufrimiento, dejé de pensar así inmediatamente, no mañana o dentro de un tiempo? De no hacerlo, estaremos de vuelta a la rutina de siempre, a la vieja rueda del sufrimiento. Si el problema se plantea y se comprende con claridad, entonces uno encuentra la respuesta definitiva, empleo el término "definitivo" en su verdadero sentido. No existe otra respuesta a la pregunta.

O sea, nuestra consciencia está esforzándose todo el tiempo para adaptarse, modificarse, cambiarse, para asimilar, rechazar, valorar, condenar, justificar, pero cualquiera de esos movimientos de la consciencia sigue siendo parte del esquema del sufrimiento. Cualquier movimiento dentro de esa consciencia, ya sea en forma de sueños o del ejercicio de la voluntad, es un movimiento del "yo", y no importa si es en busca de lo más elevado o de lo más mundano, seguirá produciendo sufrimiento. Cuando la mente se da cuenta de esto, ¿qué sucede, entonces? ¿Entienden la pregunta? Cuando la mente ve la verdad de esto, no solo verbalmente, sino en su totalidad, ¿existe el problema? ¿Qué problema hay cuando observo una serpiente de cascabel sabiendo que es venenosa? De la misma manera, si puedo prestar toda mi atención a este proceso del sufrimiento, ¿no está, entonces, la mente más allá del sufrimiento?

Por favor, sigan esto con atención. Nuestras mentes están actualmente dominadas por el sufrimiento y por cómo dejar de sufrir, tratando de superarlo, de eliminarlo, de modificarlo, de refinarlo, o de escapar de él de diferentes maneras. Pero si me doy cuenta, no solo de modo superficial sino completamente, de que ese sufrimiento que domina la mente se debe a la actividad del "yo" que crea el sufrimiento, si realmente veo la verdad de esto, ¿no habrá trascendido la mente esa cosa que llamamos la propia consciencia?

Todo el problema de nombrar un sentimiento, de adjudicarle una palabra, es parte del problema de la consciencia. Tomemos por ejemplo la palabra "amor". ¡Cómo de inmediato sus mentes se alegran al escuchar esa palabra! Esa palabra tiene tanta trascendencia, tanta belleza, tanta dulzura, etc., todo lo contrario que la palabra "odio", que tiene otro significado diferente, algo que debemos evitar, descartar, ignorar, etc. De modo que tanto si somos o no conscientes, las palabras ejercen un gran impacto psicológico en la mente.

Ahora bien, ¿puede la mente estar libre de palabras? Si es así, y debe serlo porque de lo contrario usted no puede ir muy lejos, entonces la pregunta que surge es: ¿aparte de la experiencia existe un experimentador? Si aparte de la experiencia hay un experimentador, entonces la mente estará condicionada porque el experimentador siempre aceptará o rechazará la experiencia, interpretará cada experiencia según su agrado o desagrado, dependiendo del trasfondo que tenga su propio condicionamiento; si tiene una visión, seguramente creerá haber visto a Jesús, al Maestro, o Dios sabe qué más, cualquier tontería. Por tanto, mientras existe un experimentador, seguirá el sufrimiento, que es el proceso de identificación con la propia identidad de uno.

De manera que para ir más lejos, para trascender todo eso, se requiere una enorme atención, y esa atención total en la que no hay elección alguna, ningún deseo de llegar a ser algo, de cambiar, de alterar nada, libera la mente por completo del proceso de identificación con la propia identidad de uno, porque no hay ningún experimentador que acumule experiencias; tan solo entonces la mente puede decir que se ha liberado del sufrimiento. Así pues, acumular es la causa del sufrimiento. No morimos cada día a todas las cosas; no morimos a las innumerables tradiciones, a la familia, a nuestras propias experiencias, a nuestro deseo de hacer daño a otro. Uno debe liberarse de todo de instante en instante, de los múltiples recuerdos acumulados, pues solo entonces la mente se libera del "yo", que es la entidad que ha acumulado.





Extracto de la cuarta charla en oak grobe
14 de agosto de 1955
Fuente: J. krishnamurti. Tal como somos (Kairós, Abril 2013)