Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤
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martes, 3 de abril de 2018

Trastornos físicos durante el proceso de duelo

No podemos separar el cuerpo de la mente, no son entes divididos que vayan cada uno por su lado. Los seres humanos somos un todo y no podemos atender una parte de nosotros mientras descuidamos la otra. A nivel fisiológico, el duelo supone un estresor a largo plazo, de modo que el proceso psicológico va a venir acompañado de sintomatología y sensaciones a nivel físico, que debemos atender como parte de la atención global que merece el duelo.
En otra entrada de este blog nos referíamos a los trastornos de sueño que puede traer consigo el duelo. Otras complicaciones físicas están relacionadas con la comida, tanto por la aparición de pérdida de apetito como por el aumento de peso. Es muy frecuente que se produzcan pérdidas de peso significativas sin que el doliente haya hecho nada para causarlos, ya que el propio proceso de elaboración del duelo requiere una energía interna tremenda que consume recursos.

Cambios bruscos de peso durante el duelo

Los aumentos o descensos bruscos de peso durante un proceso de duelo pueden estar provocados fundamentalmente por dos motivos:
  • – Por un lado, tras el duro golpe que implica una muerte, puede desarrollarse un desajuste fisiológico que explique los cambios significativos de peso. Cuando tanto el aumento como la pérdida se produce de manera brusca, es recomendable pedir opinión médica.
  • – Por otro lado, puede que la comida esté siendo utilizada como regulador de la emoción. La comida puede usarse como regulador del estado de ánimo, recurriendo a ella en momentos de más ansiedad, o ante alguna emoción en concreto. De la misma manera, durante el proceso de duelo –y sobre todo al principio– no se suele cuidar la alimentación, por lo que es fácil que se tienda a malcomer y a tener horarios muy irregulares, lo que también contribuye al descontrol del peso.

Síntomas físicos del duelo

Durante el duelo, también es frecuente que el doliente experimente un conjunto de sensaciones poco específicas, como dolores difusos, sensación de tensión y agotamiento, dolores de cabeza, complicaciones gástricas… todas ellas relacionadas con el esfuerzo que está haciendo el organismo para afrontar la situación y que son sensaciones normales en la descripción diagnóstica del duelo.
Eso no quiere decir que deban desatenderse o que no haya que hacerles caso. El doliente debe procurarse autocuidado sin alarmarse, dando a esas sensaciones el significado que tienen: son avisos de nuestro cuerpo de que está sucediendo algo complicado de procesar. Y, por lo tanto, debemos atenderlo con cuidado y cariño.

Complicaciones físicas graves del proceso de duelo

Las complicaciones físicas del duelo también pueden ser intensas y complejas. Por ejemplo, pueden darse procesos de ansiedad que incluyan ataques de pánico, mareos y fuertes somatizaciones físicas. La somatización se hace patente cuando no está habiendo una atención adecuada al proceso interno, tanto emocional como cognitivo. Es el recurso que tiene nuestro organismo para llamar la atención de lo que está ocurriendo y no estamos atendiendo. Por este motivo, deberíamos estar más agradecidos que enfurecidos con nuestro cuerpo cuando se resiente, ya que nos esta advirtiendo y, por lo tanto, haciendo un favor.
En el duelo existen muchas situaciones que nos conducen a no atender adecuadamente el propio proceso: el miedo de las personas al contacto con el dolor (lo que les impulsa a evitarlo y a llenar su vida de actividades), reprimir según qué emociones, centrarse más en el proceso de la familia que en el propio, o el miedo a la muerte que se hace real cuando alguien cercano fallece… Todo esto hace que aumente la probabilidad de que el cuerpo se queje.

Escuchar al cuerpo durante el duelo

El duelo, como proceso holístico, incluye subprocesos a todos los niveles: emocional, cognitivo, físico… por lo que no debe extrañarnos que el cuerpo también “tenga voz” durante la elaboración del duelo. Se trata de encontrar la manera de escucharlo y atenderlo.
Por un lado, resulta fundamental el autocuidado más básico en cuanto a necesidades de descanso, alimentación, apoyo y consuelo. Por otro lado, hay que ir escuchando las señales físicas como otra fuente de información del proceso: ¿Estoy atendiendo mi proceso de duelo? ¿Me estoy atendiendo y escuchando? Son preguntas que puede plantearse el doliente, que le ayuden a parar, observarse y escucharse de forma global.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:

Superar el duelo: ¿Dónde está mi ilusión?

Una preocupación habitual que manifiestan las personas que están atravesando un proceso de duelo tiene que ver con la pérdida de la ilusión y de las ganas de emprender proyectos o actividades, o simplemente fantasear con ellas. Muchos dolientes temen que ya nunca volverán a sentir esta emoción y que van a estancarse en esa sensación de bloqueo o de tristeza que todo lo cubre.
La ilusión va asociada a volver a estar presente en la vida, a interesarse y participar de nuevo como agente activo, pasando del modo automático al consciente. Por eso, la tristeza profunda que trae el duelo en sus momentos más agudos es difícil de combinar con la ilusión, ya que son dos fuerzas contrarias y la tristeza nos lleva hacia dentro: al recuerdo, al repaso, al llanto, al recogimiento.

Las fuerzas que dirigen el duelo

El duelo mezcla muchas emociones: no sólo está presente la tristeza, también el miedola irala culpa. Todas ellas demandan una gran energía. A los dolientes les sorprende el cansancio que sienten, pero es que este trabajo emocional es agotadorEste conjunto de emociones que requieren tanto y que dirigen el foco de nuestra atención hacia dentro, durante mucho tiempo son las que llevan el ritmo y la dirección del proceso.
La ilusión, por el contrario, es una emoción expansiva cuya fuerza se centra en el presente y que permite mirar hacia el futuro. Así, entra en contradicción con la dirección de la tristeza y de otras emociones habituales en el duelo cuando éstas se encuentran en su intensidad máxima.

Las emociones en el duelo

Tras la pérdida de un ser querido, lo que vamos sumando es, por un lado, la tristeza, que nos hace mirar hacia dentro y buscar la sensación de un lugar seguro; por otro lado, aparece el miedo, la inseguridad, que por un tiempo limita nuestra seguridad para dirigirnos hacia lo nuevo. Parece que la propia confusión (o la incertidumbre, que es otra de las caras del miedo) que define el proceso del duelo es suficiente reto.
A su vez, con frecuencia también suelen estar presentes la ira y la culpa, que mantienen al doliente con la atención puesta en el pasado. Hasta que el doliente no puede entregar todas estas emociones (llorarlas, procesarlas, elaborarlas, aceptarlas, ventilarlas, hablarlas, simbolizarlas…) y soltarlas, parece que conectar con la ilusión es difícil o incluso imposible para algunas personas.
Por supuesto, el duelo no es un proceso tan literal ni está organizado en fases, o linealmente: en el duelo todo se mezcla. Pero debemos sentir cierto equilibrio interno para que la ilusión, que es la energía de mirar al futuro con decisión y con intención de participar en él, no suponga una lucha más, sino que pase a formar parte del proceso de forma natural.

La influencia del entorno en el doliente

A veces, la exigencia del entorno y la autoexigencia de la propia persona en duelo hacen que el doliente demande y se obligue a atraer una ilusión que de momento no puede estar presente. Nos resulta difícil confiar en nosotros mismos, en el proceso, así como concedernos tiempo para elaborar las emociones y las experiencias vividas.
Es como si el proceso de duelo obligara al doliente a ir en contra de lo socialmente establecido: ir hacia dentro. Porque la verdad es que sólo cuando el doliente se toma el tiempo y el permiso de profundizar en su interior puede llegar a aceptar y a encontrarse de nuevo con una serenidad suficiente que le permita conectar con la ilusión.

El duelo y la culpa

En otros casos, las pequeñas ilusiones son rechazadas bajo una culpa que parece decirle al doliente que no tiene permiso para sentirse bienEn el día a día, en las pequeñas cosas, es donde quizá nos jugamos lo más importante. Como psicóloga, considera que ni la ilusión ni la aceptación se ganan en grandes batallas ni en grandes momentos, sino que es algo que tiene que ver con el día a día, pero que viene de una intención consciente, originada en valores profundos.
Cuando el doliente se abre a poder aceptar pequeñas ilusiones o proyectos, se produce el mismo efecto que cuando lanzamos una piedra al agua: se generan unas ondas que abarcan mucho más que el espacio que ha cubierto la piedra. Esas pequeñas ilusiones o pequeños momentos de inmersión en la vida que ponemos en el día a día suponen un efecto de intención mayor. Es como si, en esos pequeños momentos, aunque no lo parezca, estuviéramos respondiendo poco a poco a las grandes preguntas de la vida, a esas que quedan en interrogante cuando fallece alguien que queremos.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda gratuita, no dude en consultar nuestra página web:

lunes, 2 de abril de 2018

Cinco preguntas acerca del tabú en torno a la muerte


Está demostrado que las cosas que podemos anticipar nos resultan más fáciles de asimilar que aquellas que no podemos. De forma paradójica -y a pesar de que es la única certeza de la vida- a los seres humanos nos cuesta hablar de la muerte y prepararnos para abordar los temas que nos preocupan con respecto al fin de la vida.
A continuación, abordaremos algunas cuestiones en torno al tabú que existe sobre la muerte en la sociedad actual, así como de sus causas, sus efectos y cómo hacerle frente.

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte? ¿Se trata de un tabú?

No hay un único factor que permita explicar por completo la dificultad que tenemos para hablar de la muerte, sino que existen varias razones para ello:
Razones sociológicas, como el aumento de la esperanza de vida, el avance de los tratamientos médicos, la tecnificación de la muerte, que alejan la realidad de la muerte de nosotros (la muerte les sucede a “otros”).
Razones culturales: En determinadas culturas, la muerte está más presente y forma parte de lo cotidiano: se representa, se admite e incluso se celebra. Esto tiene que ver con un sentido de la trascendencia que, en Occidente y sobre todo en Europa, hemos ido perdiendo.
Razones psicológicas: Nuestra propia muerte se nos hace irrepresentable. Esto es algo que tiene mucho que ver con el miedo a lo desconocido. Sin duda en nuestra sociedad existe un claro tabú que aleja la muerte de nuestras vidas, la encierra en los hospitales y la traslada de las casas a los tanatorios. Nuestra sociedad es prisionera de la inmediatez: se basa en una cultura hedonista que busca la recompensa sin esfuerzo y que huye del sufrimiento, en una fantasía que presupone que, si no hablamos de ello, no sucederá.

¿Hay que prepararse para hablar de la muerte?

Ciertamente no existe una única clave que garantice todas las condiciones necesarias para hacernos la muerte más llevadera, pero sí sabemos que la muerte es la única constante en nuestras vidas. Es una experiencia universal, nos va a ocurrir a todos.
Hablar más de ella puede prepararnos para que nos resulte más sencillo, puede “limar” el miedo que le tenemos, porque todo lo que podemos anticipar nos resulta menos traumático, dejando al margen el hecho de que la pérdida siempre conlleva dolor.

¿Debemos naturalizar la muerte?

En general conviene huir de las fórmulas genéricas, por lo que naturalizar la muerte no tiene por qué ser una “obligación”. Sí es cierto, sin embargo, que a medida que acercamos la realidad de la muerte y le perdemos el miedo, nuestra vida se hace más plena. No tener miedo a la muerte nos permite vivir la vida con más intensidad. Sin embargo, eso es algo que cada persona debe de hacer a su propio ritmo, sin forzar, en el momento en que cada uno pueda.
Además, tan malo es estar en un extremo como en el otro. Nuestra sociedad actual se ha alejado de la muerte como si pudiera sortearla y eso es malo porque nos cuesta afrontarla cuando finalmente llega. En los dos polos del continuo vida/muerte, estar demasiado “pegados” a la muerte -y aquí nos referimos del morbo o a poner excesiva atención en la muerte- puede impedirnos vivir la vida o estar en contacto con ella.

¿Somos conscientes de que vamos a morir?

A un nivel muy inconsciente todos los seres humanos sabemos que vamos a morir. Pero el ser humano se acerca a lo que le produce placer y se aleja de lo que le produce dolor de una manera casi instintiva. Por eso, relegamos lo relativo a la muerte hasta que nos vemos obligados a hacerle frente y, en ese momento, cuando la muerte es inminente, no podemos dosificar el modo en el que nos acercamos a ella.
Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dudes en consultar nuestra página web:

domingo, 1 de abril de 2018

Aprendizajes sobre el duelo (I)

Un proceso tan duro como el duelo conduce al ser humano a lo más profundo de su existencia, y es ahí -en ese espacio donde nos adentramos con miedo a destruirnos y que sólo parece contener una nube de desconocimiento- es donde encontramos las certezas y aprendizajes más valiosos.
Sin duda este tema da para escribir muchas páginas, por este motivo, este es el primero de una serie de artículos que elaboraremos sobre estos “lotos” que se pueden encontrar en la andadura del camino del duelo: tanto los que me han transmitido, como aquellos de los que también he aprendido como testigo y han ido formando parte de lo que sé.
A lo largo de mi carrera profesional como psicóloga que acompaña a personas en duelo he aprendido muchas cosas, algunas de ellas importantes para desentrañar este proceso. Me parece oportuno ponerlas al servicio de todo aquel que esté interesado en incorporar conocimientos sobre este tema, sobre todo para que otros profesionales puedan aprovecharlos, para difundirlos y que su efecto pueda multiplicarse y beneficiar a más personas.
Por otro lado, lo que sé no me pertenece: le pertenece a mis pacientes, que confiaron en vivir su experiencia junto a mí, me confiaron sus temores y sus inquietudes, me dejaron ser testigo de sus vivencias y acompañarlas. Hoy esas vivencias me han permitido llegar a algunas conclusiones y esas conclusiones se han transformado en aprendizajes. Estos son sólo algunos de ellos:

No hay que resistirse a las fuerzas que intervienen en el duelo

De los aprendizajes más importantes, este lo considero el principal. En el duelo intervienen fuerzas y hay que saber aprovechar la inercia de dichas fuerzas y no resistirse. Por un lado, el duelo como proceso genera una fuerza que es casi animal, es salvaje y arrolladora. Esta fuerza invita a sumergirse en las emociones que trae el proceso: la tristezael miedola soledad o el vacío. Estas emociones pueden ser incómodas de vivir, pero no son dañinas, sino que conforman el camino de baldosas amarillas que nos conduce al final del proceso.
Al tiempo que aparece esta fuerza, también lo hace otra fuerza que tiene la misma intensidad pero va en sentido contrario: es la fuerza de la sociedad, esos mensajes que invitan a retirarse del duelo, a sortearlo; que proponen que no pensemos en ello o que no estemos tristesSe trata de anular la tensión que genera esta lucha entre dos fuerzas opuestas y elegir una. El duelo como proceso conlleva una violencia a la que es difícil sustraerse, es como tratar de esquivar un tornado o un huracán.

Hay que expresar el dolor del duelo

Normalmente esa fuerza generada por la sociedad, por nuestro entorno, por nuestros vecinos, familiares o amigos, va dirigida a evitar que expresemos el dolorA veces nos llegan a decir que estamos locos, que es exagerado, que estamos enfermos, frente a los consejos o recomendaciones de los psicólogos encaminados a permitir la expresión emocional. Para legitimar todos los sentimientos, sean cuales sean, el entorno recurre al argumento de que eso puede conducir irremediablemente a la depresión y que estar triste o tan triste es patológico.
En ocasiones se puede razonar con las personas del entorno que lanzan esos mensajes, para hacerles entender cuál es la realidad del duelo. Otras veces es como darse cabezazos contra una pared. Para todos esos casos en los que parece difícil o imposible que nos entiendan, el consejo es no resistirse. Esto no significa discutir o tratar de imponernos, sino pararse a escucharnos de verdad, a escuchar esa voz interna, de intuición, que se encuentra  más allá de los pensamientos habituales y del ruido interno y que, de alguna manera, sabe lo que nos conviene.

Extremar el autocuidado durante el duelo

El duelo requiere reposo, descansar, cargar las pilas y reponer energías, por eso es fundamental aprovechar las corrientes o las fuerzas que generan estos movimientos. Conviene cuidar el descanso, la alimentación, en definitiva, reponer energías, esfuerzos, para poder afrontar el trabajo del duelo. El ser humano no sólo se nutre de alimento, sino también de aire libre y sensaciones. Procurarse sensaciones que traigan sosiego y aire libre es beneficioso porque ayuda a mantener cierto equilibrio.
Con frecuencia los dolientes nos hablan del tremendo cansancio que les acompaña: de los olvidos, del esfuerzo que supone el día a día… y es que no somos conscientes del trabajo que implica el duelo a todos los niveles. Es importante cuidar el cuerpo,ya que a través de él mismo estamos cuidando partes de nosotros a las que no tenemos un acceso directo.
Para saber más sobre el duelo, os recomendamos la lectura de nuestra Guía de Duelo Adulto, que ofrece pautas para detectar y atender el duelo complicado. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:

martes, 13 de febrero de 2018

Área solidaria



ÁREA SOLIDARIA

Podemos dar, pedir, retener, incluso quitar. Sin embargo, si te detienes un momento y eres honesto, seguramente verás que de estas cuatro posibilidades, la de dar es la única que está relacionada con la felicidad, la alegría y la abundancia.

Una vez descubierto esto, descubres también, que dar puede tomar muchas formas y que de todas ellas la que sale de lo más profundo del corazón es la que no requiere esfuerzo alguno. Esta es la verdadera naturaleza de la vida.

Fuente: http://sergitorres.es/es/area-solidaria/

jueves, 7 de septiembre de 2017

La elaboración del duelo ante una pérdida: un proceso necesario y sano


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sano

Definición
El duelo es un proceso psicológico en el cual se produce la adaptación tras una pérdida significativa, como por ejemplo pérdida de una persona querida, de un puesto de trabajo, de una mascota… Es una reacción normal y todo ser humano debe hacer este proceso para poder superar la pérdida y retomar la vida cotidiana previa a la pérdida. Esta situación conlleva también cambios a nivel físico, comportamental y en la forma de pensar. Es un proceso muy doloroso y que se prolonga en el tiempo (normalmente, entre uno y tres años), pero la duración exacta depende de múltiples factores. En los casos del duelo por pérdida de un ser querido, influyen la edad de fallecido, cuál haya sido la causa de la muerte, si se ha producido una despedida o no antes de la muerte…
Fases del Duelo
  1. Fase de negación: Actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Es una defensa que se utiliza para tratar de sobrellevar el dolor que se siente ante una noticia tan difícil de asumir.
  2. Fase de enfado o ira: En esta fase aparece la rabia y el resentimiento por no poder entender el porqué de la pérdida. Se intentan buscar causas y de quién es la culpa. Es difícil la convivencia con la persona que se encuentra en esta fase, porque todo son quejas y hay muchas manifestaciones de ira.
  3. Fase de negociación: Se trata de llegar a un acuerdo con uno mismo o con el entorno para comprender la pérdida que se ha producido. Es un momento de intentar buscar una solución a lo ocurrido, aunque se sabe que es inevitable e irreversible.
  4. Fase de dolor emocional: En este momento, la persona siente una profunda tristeza por la pérdida, ya que empieza a ser consciente de la realidad ocurrida. En muchos casos, aparece síntomas depresivos, sentimientos de angustia e ideas recurrentes negativas. Esta etapa es temporal y los síntomas remiten con el tiempo. Sirve como preparación para la aceptación. No es positivo intentar animar a la persona para que no pase por esta tristeza y este dolor: necesita sentirlo y poder expresarlo abiertamente.
  5. Fase de aceptación: Se acepta que la pérdida no se puede evitar y que es irremediable. Se comienza a ver la realidad desde otra perspectiva que aporta paz a la persona, pero no es una etapa feliz. La persona se encuentra débil y cansado por todo el proceso por el que ha pasado.
Cómo resolver un duelo
Para poder superar un duelo, en muchos casos será necesaria la psicoterapia (especialmente, en aquellos casos en que el duelo se enquiste y la persona no lo pueda resolver por sí misma). Esa terapia debe estar acompañada por la práctica habitual de algún tipo de ejercicio físico y un cambio de las rutinas del día a día, pero es importante tratar de establecer nuevas rutinas y hábitos para facilitar la adaptación. Durante el proceso terapéutico, habrá que ayudar al paciente a expresar emociones (sobre todo las de dolor, tristeza, rabia y enfado) y trabajar la relación con el objeto de la pérdida para poder elaborar adecuadamente y superar la sensación de conflicto que se haya podido experimentar tras la pérdida. Habrá que trabajar con el doliente para que pueda encontrar sustitutivos del disfrute y pueda rehacer su vida adaptándose a la nueva situación lo antes posible y con la mayor normalidad posible. Hay que buscar razones para seguir adelante con la vida. Es bueno tener un espacio para recordar el objeto perdido, ya que eso ayuda a asumir la pérdida.
Es importante tener en cuenta que el proceso de elaboración requiere tiempo: no es un tiempo fijo que sea el mismo para todos, sino que cada persona necesita un tiempo diferente para poder superar la pérdida. Para superar este proceso, es muy positivo tener apoyos sociales que nos acompañen en este camino y que escuchen y apoyen.
Tipos de Duelo
Diferentes autores han hecho diferentes clasificaciones en cuantos a los tipos de duelo que existen. A continuación, se describe una de todas esas tipologías:
  • Duelo complicado: Se da cuando la pérdida es repentina y no esperada. Algunos ejemplos de este tipo de duelo es tras la pérdida de un niño, de una persona que ha padecido una larga enfermedad o en situaciones que de juzgan como evitables. El doliente padece síntomas de esta pérdida durante largo tiempo y existe riesgo real para la integridad y salud física de esa persona.
  • Duelo bloqueado: Sucede cuando no hay aceptación de le pérdida y se continúa la vida fingiendo que esa pérdida no ha ocurrido. Se evita la realización del duelo y se da un bloqueo a nivel emocional. Estas personas suelen tender a la acción para no tener que pensar y enfrentarse a lo sucedido. En muchos casos, este dolor sale de forma encubierta en males somáticos o psicológicos y afectan a las relaciones sociales de las personas inmersas en este tipo de duelo.
  • Duelo desautorizado: Este tipo de duelo sucede cuando ha ocurrido una pérdida que, por motivos sociales, no puede ser contada y reconocida de forma natural. Este tipo de duelos se producen, por ejemplo, en el caso de relaciones de parejas homosexuales, en los casos donde la persona perdida tenía amantes, en el aborto o temas relacionados con determinadas enfermedades que en algunas sociedades están estigmatizadas… Son duelos que se viven con mucho dolor y sufrimiento porque no se pueden ver apoyados por los amigos ni la gente que tienen alrededor.
  • Duelo patológico: Se produce cuando, tras la pérdida, la persona interrumpe su vida ordinaria (a nivel personal, relacional, en el trabajo…) por el gran sufrimiento que está padeciendo. Se convierte en algo patológico cuando está situación se prolonga en el tiempo y no remite.
Duelo en diferentes situaciones vitales
Duelo en el anciano: Normalmente, las personas mayores tienen dificultades para adaptarse a las pérdidas, y, por ello, suelen ser duelos más duraderos en el tiempo y se convierten en el tema principal de la vida de estas personas. Es muy frecuente, que el anciano que sufre una pérdida se vuelva más dependiente e incluso deja de realizar algunas de las funciones que antes realizaba con autonomía e independencia. En algunos casos, necesitan una persona que haga de “sustituto” del objeto perdido.
Duelo en la mujer: Las mujeres suelen tener más facilidad para hablar de las emociones y expresar el dolor sufrido por la pérdida. Tienen una necesidad mayor de hablar de lo ocurrido. Tienden a no querer salir de casa,  a bajar el ritmo vital y de trabajo y a perder el interés por lo sexual. Normalmente, se apoyan en gente fuera del núcleo familiar con más frecuencia que los hombres. Su emoción más frecuente en esta situación es la tristeza.
Duelo en el hombre: Los hombres, ante una pérdida, muestran más su lado racional que su parte más afectiva y sentimental. Ellos tienden a la acción y a la búsqueda de la solución de problemas, más que a la expresión de emociones. No quieren mostrar sus sentimientos a los demás, ni hablar de ellos, y las emociones que aparecen con mayor frecuencia son la rabia, el enfado y la culpa.
Duelo traumático: Son los que se suceden tras la pérdida repentina y sin previo aviso de un objeto, de un niño o de una persona con la que se tuviese una relación conflictiva y con enfado o excesiva dependencia. Estas personas, suelen sumirse en una profunda soledad y pierden seguridad confianza en ellos mismos y en el entorno. Tienden a buscar el objeto de la pérdida y a echarlo de menos con mucha intensidad.
Duelo en la viudez: A nivel estadístico está comprobado que, con mayor frecuencia, los viudos vuelven a casarse mientras que las viudas permanecen solas a nivel de pareja. Esto puede explicarse por el hecho de que las mujeres llevan mejor la pérdida de su pareja de lo que lo hacen los hombres y se adaptan mejor a la nueva vida sin la presencia de su marido.  Tanto en los hombres como en las mujeres, en la viudez aparecen sentimientos de gran soledad y aislamiento puesto que se pierde relación con los apoyos sociales por falta de ganas. En muchos casos, aparecen trastornos psicológicos como la depresión o 
la ansiedad e incluso trastornos físicos (con componentes somáticos).
Duelo en el anciano/a que se queda viudo/a: Los ancianos que se ven en esta situación, sienten una sensación de enorme vacío por la pérdida del ser querido con quien han compartido muchos años de su vida, pero se acepta como algo más natural que en gente joven debido a la edad avanzada. En esta situación, el papel de los hijos (si se tienen) es muy importante para ayudar y acompañar a su padre o madre en esta etapa tan dura.
Bibliografía