Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤
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lunes, 2 de abril de 2018

Cinco preguntas acerca del tabú en torno a la muerte


Está demostrado que las cosas que podemos anticipar nos resultan más fáciles de asimilar que aquellas que no podemos. De forma paradójica -y a pesar de que es la única certeza de la vida- a los seres humanos nos cuesta hablar de la muerte y prepararnos para abordar los temas que nos preocupan con respecto al fin de la vida.
A continuación, abordaremos algunas cuestiones en torno al tabú que existe sobre la muerte en la sociedad actual, así como de sus causas, sus efectos y cómo hacerle frente.

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte? ¿Se trata de un tabú?

No hay un único factor que permita explicar por completo la dificultad que tenemos para hablar de la muerte, sino que existen varias razones para ello:
Razones sociológicas, como el aumento de la esperanza de vida, el avance de los tratamientos médicos, la tecnificación de la muerte, que alejan la realidad de la muerte de nosotros (la muerte les sucede a “otros”).
Razones culturales: En determinadas culturas, la muerte está más presente y forma parte de lo cotidiano: se representa, se admite e incluso se celebra. Esto tiene que ver con un sentido de la trascendencia que, en Occidente y sobre todo en Europa, hemos ido perdiendo.
Razones psicológicas: Nuestra propia muerte se nos hace irrepresentable. Esto es algo que tiene mucho que ver con el miedo a lo desconocido. Sin duda en nuestra sociedad existe un claro tabú que aleja la muerte de nuestras vidas, la encierra en los hospitales y la traslada de las casas a los tanatorios. Nuestra sociedad es prisionera de la inmediatez: se basa en una cultura hedonista que busca la recompensa sin esfuerzo y que huye del sufrimiento, en una fantasía que presupone que, si no hablamos de ello, no sucederá.

¿Hay que prepararse para hablar de la muerte?

Ciertamente no existe una única clave que garantice todas las condiciones necesarias para hacernos la muerte más llevadera, pero sí sabemos que la muerte es la única constante en nuestras vidas. Es una experiencia universal, nos va a ocurrir a todos.
Hablar más de ella puede prepararnos para que nos resulte más sencillo, puede “limar” el miedo que le tenemos, porque todo lo que podemos anticipar nos resulta menos traumático, dejando al margen el hecho de que la pérdida siempre conlleva dolor.

¿Debemos naturalizar la muerte?

En general conviene huir de las fórmulas genéricas, por lo que naturalizar la muerte no tiene por qué ser una “obligación”. Sí es cierto, sin embargo, que a medida que acercamos la realidad de la muerte y le perdemos el miedo, nuestra vida se hace más plena. No tener miedo a la muerte nos permite vivir la vida con más intensidad. Sin embargo, eso es algo que cada persona debe de hacer a su propio ritmo, sin forzar, en el momento en que cada uno pueda.
Además, tan malo es estar en un extremo como en el otro. Nuestra sociedad actual se ha alejado de la muerte como si pudiera sortearla y eso es malo porque nos cuesta afrontarla cuando finalmente llega. En los dos polos del continuo vida/muerte, estar demasiado “pegados” a la muerte -y aquí nos referimos del morbo o a poner excesiva atención en la muerte- puede impedirnos vivir la vida o estar en contacto con ella.

¿Somos conscientes de que vamos a morir?

A un nivel muy inconsciente todos los seres humanos sabemos que vamos a morir. Pero el ser humano se acerca a lo que le produce placer y se aleja de lo que le produce dolor de una manera casi instintiva. Por eso, relegamos lo relativo a la muerte hasta que nos vemos obligados a hacerle frente y, en ese momento, cuando la muerte es inminente, no podemos dosificar el modo en el que nos acercamos a ella.
Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dudes en consultar nuestra página web:

domingo, 1 de abril de 2018

Aprendizajes sobre el duelo (I)

Un proceso tan duro como el duelo conduce al ser humano a lo más profundo de su existencia, y es ahí -en ese espacio donde nos adentramos con miedo a destruirnos y que sólo parece contener una nube de desconocimiento- es donde encontramos las certezas y aprendizajes más valiosos.
Sin duda este tema da para escribir muchas páginas, por este motivo, este es el primero de una serie de artículos que elaboraremos sobre estos “lotos” que se pueden encontrar en la andadura del camino del duelo: tanto los que me han transmitido, como aquellos de los que también he aprendido como testigo y han ido formando parte de lo que sé.
A lo largo de mi carrera profesional como psicóloga que acompaña a personas en duelo he aprendido muchas cosas, algunas de ellas importantes para desentrañar este proceso. Me parece oportuno ponerlas al servicio de todo aquel que esté interesado en incorporar conocimientos sobre este tema, sobre todo para que otros profesionales puedan aprovecharlos, para difundirlos y que su efecto pueda multiplicarse y beneficiar a más personas.
Por otro lado, lo que sé no me pertenece: le pertenece a mis pacientes, que confiaron en vivir su experiencia junto a mí, me confiaron sus temores y sus inquietudes, me dejaron ser testigo de sus vivencias y acompañarlas. Hoy esas vivencias me han permitido llegar a algunas conclusiones y esas conclusiones se han transformado en aprendizajes. Estos son sólo algunos de ellos:

No hay que resistirse a las fuerzas que intervienen en el duelo

De los aprendizajes más importantes, este lo considero el principal. En el duelo intervienen fuerzas y hay que saber aprovechar la inercia de dichas fuerzas y no resistirse. Por un lado, el duelo como proceso genera una fuerza que es casi animal, es salvaje y arrolladora. Esta fuerza invita a sumergirse en las emociones que trae el proceso: la tristezael miedola soledad o el vacío. Estas emociones pueden ser incómodas de vivir, pero no son dañinas, sino que conforman el camino de baldosas amarillas que nos conduce al final del proceso.
Al tiempo que aparece esta fuerza, también lo hace otra fuerza que tiene la misma intensidad pero va en sentido contrario: es la fuerza de la sociedad, esos mensajes que invitan a retirarse del duelo, a sortearlo; que proponen que no pensemos en ello o que no estemos tristesSe trata de anular la tensión que genera esta lucha entre dos fuerzas opuestas y elegir una. El duelo como proceso conlleva una violencia a la que es difícil sustraerse, es como tratar de esquivar un tornado o un huracán.

Hay que expresar el dolor del duelo

Normalmente esa fuerza generada por la sociedad, por nuestro entorno, por nuestros vecinos, familiares o amigos, va dirigida a evitar que expresemos el dolorA veces nos llegan a decir que estamos locos, que es exagerado, que estamos enfermos, frente a los consejos o recomendaciones de los psicólogos encaminados a permitir la expresión emocional. Para legitimar todos los sentimientos, sean cuales sean, el entorno recurre al argumento de que eso puede conducir irremediablemente a la depresión y que estar triste o tan triste es patológico.
En ocasiones se puede razonar con las personas del entorno que lanzan esos mensajes, para hacerles entender cuál es la realidad del duelo. Otras veces es como darse cabezazos contra una pared. Para todos esos casos en los que parece difícil o imposible que nos entiendan, el consejo es no resistirse. Esto no significa discutir o tratar de imponernos, sino pararse a escucharnos de verdad, a escuchar esa voz interna, de intuición, que se encuentra  más allá de los pensamientos habituales y del ruido interno y que, de alguna manera, sabe lo que nos conviene.

Extremar el autocuidado durante el duelo

El duelo requiere reposo, descansar, cargar las pilas y reponer energías, por eso es fundamental aprovechar las corrientes o las fuerzas que generan estos movimientos. Conviene cuidar el descanso, la alimentación, en definitiva, reponer energías, esfuerzos, para poder afrontar el trabajo del duelo. El ser humano no sólo se nutre de alimento, sino también de aire libre y sensaciones. Procurarse sensaciones que traigan sosiego y aire libre es beneficioso porque ayuda a mantener cierto equilibrio.
Con frecuencia los dolientes nos hablan del tremendo cansancio que les acompaña: de los olvidos, del esfuerzo que supone el día a día… y es que no somos conscientes del trabajo que implica el duelo a todos los niveles. Es importante cuidar el cuerpo,ya que a través de él mismo estamos cuidando partes de nosotros a las que no tenemos un acceso directo.
Para saber más sobre el duelo, os recomendamos la lectura de nuestra Guía de Duelo Adulto, que ofrece pautas para detectar y atender el duelo complicado. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:

martes, 13 de febrero de 2018

Área solidaria



ÁREA SOLIDARIA

Podemos dar, pedir, retener, incluso quitar. Sin embargo, si te detienes un momento y eres honesto, seguramente verás que de estas cuatro posibilidades, la de dar es la única que está relacionada con la felicidad, la alegría y la abundancia.

Una vez descubierto esto, descubres también, que dar puede tomar muchas formas y que de todas ellas la que sale de lo más profundo del corazón es la que no requiere esfuerzo alguno. Esta es la verdadera naturaleza de la vida.

Fuente: http://sergitorres.es/es/area-solidaria/

jueves, 7 de septiembre de 2017

La elaboración del duelo ante una pérdida: un proceso necesario y sano


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sano

Definición
El duelo es un proceso psicológico en el cual se produce la adaptación tras una pérdida significativa, como por ejemplo pérdida de una persona querida, de un puesto de trabajo, de una mascota… Es una reacción normal y todo ser humano debe hacer este proceso para poder superar la pérdida y retomar la vida cotidiana previa a la pérdida. Esta situación conlleva también cambios a nivel físico, comportamental y en la forma de pensar. Es un proceso muy doloroso y que se prolonga en el tiempo (normalmente, entre uno y tres años), pero la duración exacta depende de múltiples factores. En los casos del duelo por pérdida de un ser querido, influyen la edad de fallecido, cuál haya sido la causa de la muerte, si se ha producido una despedida o no antes de la muerte…
Fases del Duelo
  1. Fase de negación: Actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Es una defensa que se utiliza para tratar de sobrellevar el dolor que se siente ante una noticia tan difícil de asumir.
  2. Fase de enfado o ira: En esta fase aparece la rabia y el resentimiento por no poder entender el porqué de la pérdida. Se intentan buscar causas y de quién es la culpa. Es difícil la convivencia con la persona que se encuentra en esta fase, porque todo son quejas y hay muchas manifestaciones de ira.
  3. Fase de negociación: Se trata de llegar a un acuerdo con uno mismo o con el entorno para comprender la pérdida que se ha producido. Es un momento de intentar buscar una solución a lo ocurrido, aunque se sabe que es inevitable e irreversible.
  4. Fase de dolor emocional: En este momento, la persona siente una profunda tristeza por la pérdida, ya que empieza a ser consciente de la realidad ocurrida. En muchos casos, aparece síntomas depresivos, sentimientos de angustia e ideas recurrentes negativas. Esta etapa es temporal y los síntomas remiten con el tiempo. Sirve como preparación para la aceptación. No es positivo intentar animar a la persona para que no pase por esta tristeza y este dolor: necesita sentirlo y poder expresarlo abiertamente.
  5. Fase de aceptación: Se acepta que la pérdida no se puede evitar y que es irremediable. Se comienza a ver la realidad desde otra perspectiva que aporta paz a la persona, pero no es una etapa feliz. La persona se encuentra débil y cansado por todo el proceso por el que ha pasado.
Cómo resolver un duelo
Para poder superar un duelo, en muchos casos será necesaria la psicoterapia (especialmente, en aquellos casos en que el duelo se enquiste y la persona no lo pueda resolver por sí misma). Esa terapia debe estar acompañada por la práctica habitual de algún tipo de ejercicio físico y un cambio de las rutinas del día a día, pero es importante tratar de establecer nuevas rutinas y hábitos para facilitar la adaptación. Durante el proceso terapéutico, habrá que ayudar al paciente a expresar emociones (sobre todo las de dolor, tristeza, rabia y enfado) y trabajar la relación con el objeto de la pérdida para poder elaborar adecuadamente y superar la sensación de conflicto que se haya podido experimentar tras la pérdida. Habrá que trabajar con el doliente para que pueda encontrar sustitutivos del disfrute y pueda rehacer su vida adaptándose a la nueva situación lo antes posible y con la mayor normalidad posible. Hay que buscar razones para seguir adelante con la vida. Es bueno tener un espacio para recordar el objeto perdido, ya que eso ayuda a asumir la pérdida.
Es importante tener en cuenta que el proceso de elaboración requiere tiempo: no es un tiempo fijo que sea el mismo para todos, sino que cada persona necesita un tiempo diferente para poder superar la pérdida. Para superar este proceso, es muy positivo tener apoyos sociales que nos acompañen en este camino y que escuchen y apoyen.
Tipos de Duelo
Diferentes autores han hecho diferentes clasificaciones en cuantos a los tipos de duelo que existen. A continuación, se describe una de todas esas tipologías:
  • Duelo complicado: Se da cuando la pérdida es repentina y no esperada. Algunos ejemplos de este tipo de duelo es tras la pérdida de un niño, de una persona que ha padecido una larga enfermedad o en situaciones que de juzgan como evitables. El doliente padece síntomas de esta pérdida durante largo tiempo y existe riesgo real para la integridad y salud física de esa persona.
  • Duelo bloqueado: Sucede cuando no hay aceptación de le pérdida y se continúa la vida fingiendo que esa pérdida no ha ocurrido. Se evita la realización del duelo y se da un bloqueo a nivel emocional. Estas personas suelen tender a la acción para no tener que pensar y enfrentarse a lo sucedido. En muchos casos, este dolor sale de forma encubierta en males somáticos o psicológicos y afectan a las relaciones sociales de las personas inmersas en este tipo de duelo.
  • Duelo desautorizado: Este tipo de duelo sucede cuando ha ocurrido una pérdida que, por motivos sociales, no puede ser contada y reconocida de forma natural. Este tipo de duelos se producen, por ejemplo, en el caso de relaciones de parejas homosexuales, en los casos donde la persona perdida tenía amantes, en el aborto o temas relacionados con determinadas enfermedades que en algunas sociedades están estigmatizadas… Son duelos que se viven con mucho dolor y sufrimiento porque no se pueden ver apoyados por los amigos ni la gente que tienen alrededor.
  • Duelo patológico: Se produce cuando, tras la pérdida, la persona interrumpe su vida ordinaria (a nivel personal, relacional, en el trabajo…) por el gran sufrimiento que está padeciendo. Se convierte en algo patológico cuando está situación se prolonga en el tiempo y no remite.
Duelo en diferentes situaciones vitales
Duelo en el anciano: Normalmente, las personas mayores tienen dificultades para adaptarse a las pérdidas, y, por ello, suelen ser duelos más duraderos en el tiempo y se convierten en el tema principal de la vida de estas personas. Es muy frecuente, que el anciano que sufre una pérdida se vuelva más dependiente e incluso deja de realizar algunas de las funciones que antes realizaba con autonomía e independencia. En algunos casos, necesitan una persona que haga de “sustituto” del objeto perdido.
Duelo en la mujer: Las mujeres suelen tener más facilidad para hablar de las emociones y expresar el dolor sufrido por la pérdida. Tienen una necesidad mayor de hablar de lo ocurrido. Tienden a no querer salir de casa,  a bajar el ritmo vital y de trabajo y a perder el interés por lo sexual. Normalmente, se apoyan en gente fuera del núcleo familiar con más frecuencia que los hombres. Su emoción más frecuente en esta situación es la tristeza.
Duelo en el hombre: Los hombres, ante una pérdida, muestran más su lado racional que su parte más afectiva y sentimental. Ellos tienden a la acción y a la búsqueda de la solución de problemas, más que a la expresión de emociones. No quieren mostrar sus sentimientos a los demás, ni hablar de ellos, y las emociones que aparecen con mayor frecuencia son la rabia, el enfado y la culpa.
Duelo traumático: Son los que se suceden tras la pérdida repentina y sin previo aviso de un objeto, de un niño o de una persona con la que se tuviese una relación conflictiva y con enfado o excesiva dependencia. Estas personas, suelen sumirse en una profunda soledad y pierden seguridad confianza en ellos mismos y en el entorno. Tienden a buscar el objeto de la pérdida y a echarlo de menos con mucha intensidad.
Duelo en la viudez: A nivel estadístico está comprobado que, con mayor frecuencia, los viudos vuelven a casarse mientras que las viudas permanecen solas a nivel de pareja. Esto puede explicarse por el hecho de que las mujeres llevan mejor la pérdida de su pareja de lo que lo hacen los hombres y se adaptan mejor a la nueva vida sin la presencia de su marido.  Tanto en los hombres como en las mujeres, en la viudez aparecen sentimientos de gran soledad y aislamiento puesto que se pierde relación con los apoyos sociales por falta de ganas. En muchos casos, aparecen trastornos psicológicos como la depresión o 
la ansiedad e incluso trastornos físicos (con componentes somáticos).
Duelo en el anciano/a que se queda viudo/a: Los ancianos que se ven en esta situación, sienten una sensación de enorme vacío por la pérdida del ser querido con quien han compartido muchos años de su vida, pero se acepta como algo más natural que en gente joven debido a la edad avanzada. En esta situación, el papel de los hijos (si se tienen) es muy importante para ayudar y acompañar a su padre o madre en esta etapa tan dura.
Bibliografía


lunes, 4 de septiembre de 2017

Familiares y amigos. ¿¡Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido!?


¿Cómo comportarnos con los dolientes?
Cuando alguien cercano pierde un ser muy querido, solemos decir: “si me necesitas llámame, para lo que necesites, para lo que sea”.
Seguro que lo decimos de verdad y desde el corazón, pero lo primero que tenemos que saber es que los dolientes no tienen apenas voluntad ni fuerza si quiera para pedir ayuda.
¿De verdad podemos asegurar y creer que alguien sumido en la mayor de la tristeza, sin deseos de vivir, que no puede apenas comer, dormir, ni respirar, puede descolgar el teléfono o dirigirse hasta tu puerta para decirte “te necesito”?
Se debe asumir por tanto que hay que tomar la iniciativa. Para ayudar a un doliente deberá mostrar compasión, comprensión y mucho amor. No esperar que acudan a nosotros.
No nos limitemos a decir: "Si hay algo que pueda hacer..." Encuentre ese "algo" por sí mismo, y entonces, si es conveniente, tome la iniciativa.
Pero ¿qué hacer… qué decir… cómo para ayudar a quien está de duelo?
Se ofrecen unos cuantos consejos:
Acompañar:


A veces no hay palabras, por ello lo mejor en esos momentos simplemente es ESTAR:
Sujetar una mano… oprimir un hombro… acariciar una mejilla… y ofrecer todo el apoyo que creamos necesario tanto física, emocional como espiritualmente.
No se mantenga alejado por no saber qué decir o hacer. Es muy frecuente que nos asustemos ante el temor que produce el dolor que vemos y nos haga pensar:
"Es mejor dejarles ahora… Necesitan estar solos y descansar… “
Quizá nos mantengamos alejados porque temamos hacer o decir una inconveniencia, pero si evitamos estar con los dolientes se sentirán más solos e incomprendidos.
Nuestra sola presencia puede infundirles ánimos.



Serenar


Adoptar un aire reposado, sobrio, incluso de firmeza.
Calmarles con palabras cariñosas y gestos suaves.
Soportar la expresión de sus sentimientos por duros que estos se muestren.
Admitir con tolerancia las posibles manifestaciones de rabia, ira, llanto o cualquier otro brote de sentimientos y emociones contradictorios.
Recalcar las veces que sean necesarias que es normal que se sientan en ese estado de confusión y ansiedad, insistiendo en que no se están volviendo “locos” y que todos esos sentimientos por extraños y virulentos que sean, son seguramente normales ante la situación que están viviendo.
Escuchar, permitir y favorecer su desahogo


Es muy importante para el doliente que sienta que comparten su dolor.
Hay que favorecer que expresen libremente sus sentimientos y estar solícitos para escuchar.
La escucha es esencial y una buena forma de aliviar su pena.
Puede que necesiten hablar mucho de su ser querido, de cómo sucedió el accidente o la enfermedad, qué pasó antes o qué siente por ello.
Hablar de la persona fallecida es una necesidad importante para la persona en duelo, sobre sus proyectos, su personalidad, etc.
Por el contrario hay personas a las que les cuesta hablar y expresar lo que sienten.
Es muy importante preguntar sin temor si quiere hablar de ello, o si prefiere lo contrario.
Lo mejor es que decida por sí mismo sin tener que se sientan obligados a “comportarse” de un modo determinado.
No presionarlos para que dejen de llorar, todo lo contrario, permitir su llanto.
Es muy importante dejar que las personas que han perdido a un ser querido manifiesten sus sentimientos y se desahoguen
No temer que se desfoguen con nosotros.
Ser pacientes y comprensivos.
No pensar que la persona que acompaña y escucha tiene que ocultar sus sentimientos para que no les afecte a ellos, ¡es muy sanador, para ambos, llorar con los que lloran!
Es un gran error, creer que hay que evitar referirse al difunto ya que es muy doloroso para alguien en duelo, comprobar que ni siquiera nombren a su ser querido, no hablen de él o intenten evadir la conversación o cambiarla a otros comentarios.
¡No hay que cambiar de tema si el doliente nombra al fallecido!
Muchas personas agradecen muchísimo oír hablar a los amigos y familiares de las cualidades y formas de ser únicas del fallecido y por las que sentían gran cariño.
Al contrario de lo que se piensa, es muy gratificante oír las cualidades, detalles y gestos que hiciese en vida con ellos su persona querida.


Comprensión


No diga: "Se cómo te sientes"
¿De verdad lo sabe?...
¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sienten los padres cuando muere un hijo si no se ha experimentado esa misma pérdida?...
Y aun si la ha experimentado, tenga en cuenta que no todo el mundo reacciona exactamente igual.
Una persona que ha experimentado la misma pérdida, puede ayudar mucho a otra en la misma situación, así podría confortar al doliente, saber cómo se sobrepuso de su pérdida.
Quizá en estos casos, lo mejor sea en vez de decir “sé cómo te sientes” limitarnos a contar nuestra historia y dejar que la otra persona saque sus propias conclusiones.
Evitar las frases hechas


Frases como:
“LA VIDA SIGUE”…
“DIOS LO HA QUERIDO ASÍ”…
“ES UN ÁNGEL EN EL CIELO”…
“SE VAN LOS BUENOS”…
“TIENES OTROS HIJOS, MARIDO… ETC.”…
"ERES JOVEN AÚN"...
"TIENES UNA VIDA POR DELANTE"...
“PUEDES TENER OTRO NIÑO”…
“YA HA DEJADO DE SUFRIR”…
“POR LO MENOS ESTÁ EN PAZ”…
“ES MEJOR QUE HAYA SIDO ASÍ”…
¡Suelen provocar más dolor, desconcierto y hasta rabia e indignación!
Evitemos pronunciarlas
Si no sabemos qué decir, es mejor no decir nada.
¡SOLO ESTAR! junto a las personas que sufren les puede hacer un gran bien.
Que sientan que hay alguien preocupado y ocupado de ellos y de sus familias.



Brindarnos en todo lo que podamos


Unas personas pueden ser más diestras o tener más disposición o facilidad para realizar papeleos, otras para la limpieza de la casa, la atención de familiares, de los niños pequeños; otras en acompañar, hacer las compras, etc., etc., etc.
¡Siempre hay algo que hacer para ayudar a la famila en duelo!
Ponerse a disposición de los dolientes, no solo en los primeros días o semanas cuando quizá hay muchos otros amigos y familiares cerca, sino semanas e incluso meses después, cuando todos han vuelto a sus vidas y actividades diarias.
Permanecer junto al familiar o amigo en el tiempo. En días de diario, pero sobre todo en los momentos más difíciles como:
aniversarios, fechas especiales, Navidad, vacaciones… será nuestro mejor apoyo al mismo y a su familia más cercana.
Procurar que no estén solos mucho tiempo y llenarles en lo posible el vacío de su pérdida.
Establecer con otros familiares y amigos cercanos ciertos “turnos” para que la familia se encuentre rodeada a menudo de personas que les apoyan.



Tomar la iniciativa, si es necesario


Las personas en duelo suelen estar tan sumidas en su dolor, que éste les impide tener capacidad suficiente para enfrentarse a la ejecución o decisión de ciertas cuestiones o trámites.
Por ejemplo la gestión del papeleo, la atención y alojamiento de los posibles familiares que acuden al sepelio llegados de fuera, el cuidado de los niños más pequeños, etc.
Su aturdimiento puede llevarles a no saber qué hacer, menos aún encargárselo a los demás, por tanto necesitan que alguien tome decisiones por ellos.
Siempre con la conveniente prudencia, si vemos que hay cosas que hacer ¡hagámoslas! tomemos la iniciativa. Es mejor decidir que preguntar cosas que son evidentes.
En los primeros momentos y días:
  • Si la casa está desordenada, intentemos componerla de forma diligente y discreta…
  • Tomar la agenda telefónica para ir dando la noticia a más familiares y amigos.
  • Hay que ir a buscar a alguien de la familia o trasladarles…
  • Si hay que recoger a niños del colegio o llevarles con algún familiar…
  • Ponerse en contacto con los centros de trabajo para avisar del suceso.
  • Encargar algo de comer en algún restaurante o bar cercano, incluso convenirlo con alguna vecina que se preste a organizarlo…
  • Hacer las compras de alimentación (lo que podemos continuar haciendo durante tiempo después)
Días, semanas, tiempo después:
  • Llevarles a menudo comida hecha.
  • Dar algún paseo a los niños o jóvenes para intentar distraerles.
  • Avisar a los servicios médicos si es necesario o acompañarles a sus consultas.
  • Encargarse de las mascotas o repartirlas entre quienes puedan hacerse cargo algún tiempo de ellas.
  • Brindarnos a acompañar a padres o familiares a los colegios de los niños, incluso prevenir al profesorado de la situación por la que está atravesando la familia…
  • En meses y años siguientes, las personas que han experimentado la pérdida pueden sentir mucha angustia cuando llegan aniversarios como bodas, el del fallecimiento, etc.
  • Se puede marcar en la agenda estas fechas para ponernos en contacto y así darles apoyo moral, si lo necesitan
¡Seguro que lo agradecerán!.



Evitar dar consejos fáciles o soluciones inmediatas


Las personas en duelo se encuentran en un momento crucial en sus vidas y necesitan ¡COMO NUNCA¡ del cariño, consuelo y apoyo de sus familiares y amigos.
Están tan heridos tanto moral, mental, física y espiritualmente, que no tienen capacidad suficiente para tomar decisiones, incluso sobre cosas de menor trascendencia.
Sobre todo si el fallecimiento se ha producido de forma brusca y accidental, si han sido víctimas de violencia, asesinato, terrorismo o han estado desaparecidos cierto tiempo.
Muchos dolientes necesitarán bastante tiempo para asimilar la pérdida del ser querido.
No hay que atosigarles con consejos o demandarles que tomen decisiones mas o menos inmediatas ante asuntos tan importantes como el cambio de domicilio, la venta de la vivienda, el reparto de bienes y objetos personales, cambiar de ocupación, ciudad o trabajo, etc., etc. Todo esto debe de irse solucionando poco a poco, ¡habrá tiempo para ello!.
Se les puede ayudar diciéndoles que no tengan prisa en tomar sus decisiones. En todo caso, preguntarles si necesitan que les apuntemos alguna ligera idea que pueda servirles de ayuda para tomar, a su tiempo, la decisión sobre el tema a tratar.
No les diga que se deshagan de la ropa u otros efectos personales del difunto antes de que estén preparados para ello.
Tampoco que tienen que deshacerse de los objetos que les traen recuerdos porque le prolonguen o provoquen más aflicción.



Ser generoso y hospitalario


En vez de decir: “ven a casa cuando quieras”, concreta día y la hora de la invitación.
Tal vez rechazan el ofrecimiento por temor a perder el control de sus emociones frente a otras personas.
No rendirse enseguida si rechazan la invitación o le dan largas, pueden necesitar que se les insista un poco.
También es posible que no les parezca bien disfrutar de una comida y de compañía en tales momentos.