Este Blog es especial, es en homenaje y honrando la memoria de mi amado hijo Adrián, mi amor puro y verdadero, mi Ángel de Amor y Luz❤ ❤ ❤ Mi hijo nació el 10 de Mayo de 1985❤ ❤ ❤ Hizo su transición el 3-12-2016.❤ ❤ ❤ Hijo mío amado, tú has sido el sentido de mi vida, por eso te voy a tener presente todos los días del resto de mi vida. ❤❤ ❤
Hijo amado, tengo tu nombre tatuado en mi corazón y Alma, tu voz grabada en mi mente, tu olor en mi memoria y tu sonrisa en mi recuerdo. ❤ ❤ ❤ Si la cicatriz es profunda es porque el amor fue y es inconmensurable. ❤ ❤ ❤ Seguir adelante es una empresa difícil cuando se perdió lo que llenaba todo de sentido. ❤❤ ❤ En cada acto de amor, está tu nombre. ❤❤ ❤ Hijo, te extraño, tanto...Mi Amor puro y verdadero. Eres amado siempre.❤❤ ❤

martes, 24 de julio de 2018

Ayudar después de la muerte

En el mundo moderno, una de las más profundas fuentes de angustia para quienes lloran la muerte de un ser querido suele ser, con gran frecuencia, la convicción de que ya no pueden hacer nada para ayudarlo, convicción que sólo agrava y oscurece la soledad de su aflicción. Pero eso no es cierto. Hay muchas, muchísimas maneras en que podemos ayudar a los muertos, y al mismo tiempo ayudarnos a nosotros mismos a sobrevivir a su ausencia. Una de las características únicas del budismo, así como una de las maneras en que más profundamente se demuestra la compasión y la habilidad omnisciente de los budas, es la abundancia de prácticas especiales que pone a nuestra disposición para ayudar a una persona que ha muerto y para consolar también a sus parientes y amigos afligidos.
La visión de la vida y la muerte que nos presenta el budismo tibetano es una visión que lo abarca todo, y nos demuestra claramente que hay maneras de ayudar a la gente en todas las situaciones imaginables, puesto que no existen barreras entre lo que llamamos «vida» y lo que llamamos «muerte». El poder y el calor radiantes del corazón compasivo pueden extender su ayuda a todos los estados y todos los reinos.
CUANDO PODEMOS AYUDAR
El bardo del devenir puede parecemos un periodo muy perturbado y perturbador. Sin embargo, hay en él gran esperanza. Las características del cuerpo mental durante el bardo del devenir, que tan vulnerable lo hacen, su claridad, movilidad, sensibilidad y clarividencia, también lo hacen especialmente receptivo a la ayuda de los vivos. El mismo hecho de que no tenga forma ni base física hace muy fácil guiarlo. El Libro tibetano de los muertos compara el cuerpo mental con un caballo, que puede controlarse fácilmente mediante una brida, o con un enorme tronco de árbol, que puede ser casi imposible de mover en tierra firme, pero que una vez que se hace flotar en el agua puede dirigirse sin esfuerzo hacia donde uno quiera.
El periodo más poderoso para hacer prácticas espirituales para alguien que acaba de morir es durante los cuarenta y nueve días del bardo del devenir, y sobre todo en los veintiún primeros días. Durante estas tres semanas, el muerto mantiene un lazo más fuerte con esta vida, lo cual lo hace más accesible a nuestra ayuda. Por este motivo, durante este periodo la práctica espiritual tiene una posibilidad mucho mayor de influir en su futuro y de influir en sus oportunidades de liberación, o al menos de alcanzar un renacimiento mejor. Deberíamos utilizar todos los medios a nuestro alcance para ayudarle, porque una vez que empieza a determinarse gradualmente la forma física de su próxima existencia, y eso se dice que sucede entre los veintiún y los cuarenta y nueve días después de la muerte, la posibilidad de que se produzca un cambio real es muchísimo más limitada.
La ayuda a los muertos, empero, no se reduce a los cuarenta y nueve días siguientes a la muerte. Nunca es demasiado tarde para ayudar a alguien que ha muerto, por mucho tiempo que haya pasado desde entonces. Aunque la persona a la que se desea ayudar lleve cien años muerta, nuestra práctica no dejará de beneficiarla. Dudjom Rimpoché solía decir que, aun en el caso de que alguien haya alcanzado la Iluminación y se haya convertido en un buda, todavía sigue necesitando toda la asistencia que puedan prestarle en su tarea de ayudar a los demás.
COMO PODEMOS AYUDAR
La mejor manera de ayudar a una persona muerta, y la más fácil, consiste en hacer la práctica de phowa (para conocer más sobre esta práctica, puede entrar aquí: «Ayuda espiritual para los moribundos»), en cuanto tenemos noticia de que alguien ha fallecido.
En Tíbet decimos que, así como la naturaleza del fuego es quemar y la del agua apagar la sed, la naturaleza de los budas es hacer acto de presencia en cuanto alguien los invoca, tan infinito es su deseo compasivo de ayudar a todos los seres conscientes. No imagine ni por un momento que, si invoca usted la verdad para ayudar a un amigo muerto, su acto será menos eficaz que si es una persona «consagrada» quien reza por él. Puesto que está usted próximo al difunto, la intensidad de su amor y la profundidad de su conexión darán a su invocación un poder adicional. Los maestros nos aseguran: llamadlos, y los budas responderán.
Khandro Tsering Chódrón, la esposa espiritual de Jamyang Khyentse, suele decir que si uno tiene realmente buen corazón, su intención es realmente buena y reza por alguien, esa oración será muy eficaz. Así pues, si muere una persona muy querida y reza usted por ella con verdadero amor y sinceridad, puede tener la confianza de que su oración será excepcionalmente poderosa.
El mejor momento para hacer la práctica de phowa, y el más eficaz, es antes de que nadie toque o mueva el cuerpo en absoluto. Si ello no es posible, intente hacer phowa en el lugar donde falleció la persona, o al menos hágase una viva representación mental de ese lugar. Existe una poderosa conexión entre la persona que ha muerto, el lugar de la muerte, y también el momento de la muerte, sobre todo si ésta sobrevino de una manera traumática.
En el bardo del devenir la conciencia del difunto vuelve a pasar por la experiencia de la muerte cada semana, exactamente el mismo día. Por consiguiente, hay que realizar la phowa, o cualquier otra práctica espiritual que se haya elegido, en cualquiera de los cuarenta y nueve días siguientes a la muerte, pero especialmente el mismo día de la semana en que se produjo la muerte.
Cada vez que piense en su pariente o amigo muerto, cada vez que oiga mencionar su nombre, envíele su amor a esa persona y a continuación concéntrese en hacer la phowa, con tanta frecuencia y durante tanto tiempo como desee.
Otra cosa que se puede hacer cuando viene a la memoria una persona que ha muerto es recitar de inmediato un mantra como OM MANÍ PADME HUM (que los tibetanos pronuncian «Om Mani Peme Hung»), el mantra del Buda de la Compasión que purifica todas las emociones negativas que son la causa del renacimiento; o bien OM AMI DEWA HRIH, el mantra del Buda Amitabha, el Buda de la Luz Ilimitada. A continuación, puede seguir con la práctica de phowa.
Pero tanto si hace estas prácticas para ayudar a la persona querida que ha muerto como si no las hace, no olvide nunca que en el bardo la conciencia posee una aguda clarividencia; el mero hecho de dirigirle buenos pensamientos resultará muy beneficioso.
Cuando rece por alguien muy próximo a usted, puede también, si lo desea, extender el abrazo de su compasión de modo que sus oraciones incluyan a otras personas muertas: las víctimas de atrocidades, desastres y hambrunas, o aquellas que murieron y están muriendo ahora mismo en campos de concentración, como los de China y Tíbet. Incluso puede rezar por personas que murieron hace muchos años, por ejemplo sus abuelos y otros familiares o las víctimas de las guerras. Imagínese que sus oraciones se dirigen especialmente a quienes perdieron la vida en circunstancias de extrema angustia, pasión o ira. 
Quienes han sufrido una muerte repentina o violenta tienen una necesidad particularmente urgente de ayuda. Es muy fácil que las víctimas de asesinato, suicidio, accidente o guerra se vean atrapadas por su sufrimiento, angustia y miedo, e incluso pueden quedar aprisionadas en la propia experiencia de la muerte, incapaces de seguir adelante y culminar el proceso de renacimiento. Cuando practique phowa para ellas, hágalo con más intensidad y fervor que nunca.
Imagínese enormes rayos de luz que emanan de los budas o seres divinos, derramando toda su compasión y bendiciones. Imagínese que esta luz desciende a raudales sobre la persona muerta, purificándola totalmente, liberándola de la confusión y el dolor de la muerte y otorgándole una paz profunda y duradera. Imagínese luego, con todo su corazón y su mente, que el muerto se disuelve en luz y que su conciencia, ya curada y libre de todo sufrimiento, se remonta para fusionarse indisolublemente y para siempre con la mente de sabiduría de los budas.
La ayuda que podemos prestar a los muertos no se limita a las prácticas de meditación y las oraciones. También podemos hacer actos de caridad en su nombre para ayudar a los enfermos y necesitados. Podemos dar sus posesiones a los pobres. Podemos contribuir en su nombre a instituciones humanitarias o espirituales, como hospitales, proyectos de ayuda, hospicios o monasterios. 
También podemos patrocinar retiros dirigidos por buenos practicantes espirituales, o reuniones de oración presididas por grandes maestros, en lugares sagrados como Bodhgaya. Podemos ofrecerle lamparillas al muerto o patrocinar obras de arte relacionadas con la práctica espiritual. Otro método para ayudar a los difuntos, especialmente practicado en Tíbet y el Himalaya, consiste en salvar la vida de animales que van a ser sacrificados y devolverles la libertad.
Es importante dedicar todo el mérito y bienestar que se deriven de estos actos de bondad y generosidad al beneficio del difunto, así como al de todos los que han muerto, de manera que todos puedan obtener un renacimiento mejor y encontrar circunstancias favorables en su próxima vida.
Fuente: Sogyal Rimpoché; El libro tibetano de la vida y de la muerte. Buenos Aires, 2013, Ediciones Urano.

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